Maes, agarren silla porque el round político de la semana se puso bueno. Si creían que la Asamblea Legislativa era solo para dormir o ver el celular, pues Pilar Cisneros y Laura Chinchilla nos acaban de recordar que también es un ring de boxeo. El tema, como siempre, el que nos tiene a todos con el Jesús en la boca: la inseguridad. La expresidenta Chinchilla salió a decir, básicamente, que este gobierno es el culpable del caos, y diay, Pilar no se iba a quedar de brazos cruzados. Le respondió con todo, y cuando digo con todo, es con cifras, nombres y hasta sacando trapitos sucios del pasado. ¡Se armó el despiche!
La vara es que, según el reporte de la Comisión de Narcotráfico, doña Pilar no se anduvo por las ramas. De una le dijo a Chinchilla que su afirmación era 'totalmente falsa'. Y aquí es donde la cosa se pone interesante, porque no fue solo un 'usted miente', sino que sacó los números. Mae, básicamente le tiró en la cara que cuando ellos llegaron al brete, faltaban 1.500 policías y que ya han graduado a 2.200. Que duplicaron al personal de la PCD y que, además, han sido el gobierno que mejor le ha pagado a la Fuerza Pública en años. O sea, fue una respuesta con factos, no solo con hablada. La pregunta que queda en el aire es si esos números realmente se traducen en que uno se sienta más seguro en la calle.
Pero esperen, que el pleito no paró ahí. Cuando uno pensaba que la discusión iba a ser puramente técnica, sobre si son galgos o podencos, Cisneros se jaló una jugada maestra del ajedrez político: desempolvó el pasado. ¡Pum! Sacó a relucir la polémica relación de Chinchilla con Celso Gamboa y hasta le recordó el caso de Mauricio Boraschi, el mae que salió de la DIS en el gobierno de ella por, digamos, 'jalarse una torta' bastante seria. Con esto, la diputada no solo se defendió, sino que contraatacó, sembrando la duda sobre la autoridad moral con la que la expresidenta critica el manejo de la seguridad. Fue un golpe bajo, pero efectivo para desviar la atención.
Al final del día, más allá de quién gana el debate en Twitter o en la Asamblea, lo que queda es un sinsabor terrible. Mientras las figuras políticas se enfrascan en este dime que te diré, la realidad en la calle es otra. La gente sigue con miedo, los negocios cierran por extorsiones y las noticias de sucesos parecen un parte de guerra. Este tipo de enfrentamientos, aunque entretenidos para los que seguimos la política, se sienten como una cortina de humo. Es muy fácil echarle la culpa al de atrás o al de ahora, pero encontrar soluciones reales parece que se les sigue haciendo un nudo. ¡Qué torta que la energía que gastan en pelear no la usen para coordinarse y arreglar este despiche de una vez por todas!
Lo cierto es que este agarrón deja más preguntas que respuestas. Por un lado, tenemos a una oficialista defendiendo su gestión con datos duros y, por otro, a una expresidenta que señala una crisis que todos sentimos en la piel. Es la palabra de una contra la de la otra, y en el medio quedamos todos nosotros, tratando de entender quién tiene la razón o si, al final, nadie la tiene. Es el clásico juego de la política criolla, donde la culpa siempre es huérfana. Y ahora les pregunto a ustedes, maes: ¿Esto es un debate genuino sobre seguridad o pura estrategia política de cara al futuro? ¿A quién le creen más en esta bronca? ¿O sienten que, al final, es el mismo pleito de siempre y los que pagamos los platos rotos somos los de a pie?
La vara es que, según el reporte de la Comisión de Narcotráfico, doña Pilar no se anduvo por las ramas. De una le dijo a Chinchilla que su afirmación era 'totalmente falsa'. Y aquí es donde la cosa se pone interesante, porque no fue solo un 'usted miente', sino que sacó los números. Mae, básicamente le tiró en la cara que cuando ellos llegaron al brete, faltaban 1.500 policías y que ya han graduado a 2.200. Que duplicaron al personal de la PCD y que, además, han sido el gobierno que mejor le ha pagado a la Fuerza Pública en años. O sea, fue una respuesta con factos, no solo con hablada. La pregunta que queda en el aire es si esos números realmente se traducen en que uno se sienta más seguro en la calle.
Pero esperen, que el pleito no paró ahí. Cuando uno pensaba que la discusión iba a ser puramente técnica, sobre si son galgos o podencos, Cisneros se jaló una jugada maestra del ajedrez político: desempolvó el pasado. ¡Pum! Sacó a relucir la polémica relación de Chinchilla con Celso Gamboa y hasta le recordó el caso de Mauricio Boraschi, el mae que salió de la DIS en el gobierno de ella por, digamos, 'jalarse una torta' bastante seria. Con esto, la diputada no solo se defendió, sino que contraatacó, sembrando la duda sobre la autoridad moral con la que la expresidenta critica el manejo de la seguridad. Fue un golpe bajo, pero efectivo para desviar la atención.
Al final del día, más allá de quién gana el debate en Twitter o en la Asamblea, lo que queda es un sinsabor terrible. Mientras las figuras políticas se enfrascan en este dime que te diré, la realidad en la calle es otra. La gente sigue con miedo, los negocios cierran por extorsiones y las noticias de sucesos parecen un parte de guerra. Este tipo de enfrentamientos, aunque entretenidos para los que seguimos la política, se sienten como una cortina de humo. Es muy fácil echarle la culpa al de atrás o al de ahora, pero encontrar soluciones reales parece que se les sigue haciendo un nudo. ¡Qué torta que la energía que gastan en pelear no la usen para coordinarse y arreglar este despiche de una vez por todas!
Lo cierto es que este agarrón deja más preguntas que respuestas. Por un lado, tenemos a una oficialista defendiendo su gestión con datos duros y, por otro, a una expresidenta que señala una crisis que todos sentimos en la piel. Es la palabra de una contra la de la otra, y en el medio quedamos todos nosotros, tratando de entender quién tiene la razón o si, al final, nadie la tiene. Es el clásico juego de la política criolla, donde la culpa siempre es huérfana. Y ahora les pregunto a ustedes, maes: ¿Esto es un debate genuino sobre seguridad o pura estrategia política de cara al futuro? ¿A quién le creen más en esta bronca? ¿O sienten que, al final, es el mismo pleito de siempre y los que pagamos los platos rotos somos los de a pie?