¡Ay, Dios mío! Se armó un buen rollo, mi gente. Parece que algunos gringos andan medio confundidos sobre cómo funciona la democracia aquí en Costa Rica, y ahora toca limpiar el barniz. La cosa es que salió un artículo internacional cuestionando nuestro sistema electoral, específicamente el papel del Tribunal Supremo de Elecciones (TSE), y bueno, la alarma sonó en casa. Los ex presidentes tuvieron que salir corriendo a ponerle pausa a tanta especulación.
Miren, la verdad es que nuestra institucionalidad siempre ha sido lo que nos distingue. Somos un oasis de paz en una región convulsa, un ejemplo de cómo hacer las cosas bien, con elecciones transparentes y un poder judicial independiente. Eso le ha dado a Costa Rica una credibilidad internacional que vale oro, ¿me entienden? Nos abre puertas, atrae inversión, y nos permite tener voz en el escenario mundial. Imaginen qué sería si perdiéramos eso... ¡sería un maje!
El asunto es que, según el artículo, se estaba dando a entender que nuestro querido TSE estaba actuando de forma sospechosa, poniendo en riesgo la integridad de nuestra democracia. ¡Pero qué tontería! Nuestra Constitución es clarísima al respecto: los extranjeros pueden opinar, sí, pero no meterse a decidir ni a influir en nuestros asuntos políticos. Es como si fueran a decirle a mi abuela cómo preparar gallo pinto… ¡ni hablar!
Ahora bien, no niego que nuestro sistema político tenga sus grietas. Como decía Miguel Ángel Rodríguez en el artículo fuente, ¡es solo una construcción humana! Todos cometemos errores, y nadie es perfecto. Tenemos mucho que mejorar, sí, especialmente en lo que respecta a la participación ciudadana y la transparencia en la gestión pública. Hay bretes que aún nos cuestan trabajo resolver, diay.
Y ahí entra el tema de estas restricciones a la participación partidaria de los altos funcionarios del gobierno. Algunos dicen que deberían quitarla, otros que es mejor mantenerla así. Pero miren, mientras siga vigente, hay que respetarla. No podemos andar haciendo cosas a medio camino ni poner en riesgo la estabilidad del país solo para complacer a unos cuantos forasteros que no conocen la realidad por acá. ¡Eso sería irse al traste!
En fin, es importante recordar que somos una de las pocas democracias plenas del mundo. Según el Índice de The Economist, apenas un 6,6% de la población mundial disfruta de los privilegios que nosotros tenemos. ¡Estamos entre los afortunados, mi gente! Así que no vamos a dejar que alguien nos venga a decir cómo tenemos que gobernar, especialmente cuando no han demostrado saber siquiera hacer una decente arepa.
Hay que darle crédito a los ex presidentes por haber salido a defender nuestro prestigio nacional tan rápido. Demostraron que, más allá de diferencias políticas, todos queremos lo mejor para Costa Rica. Es un gesto a cachete que demuestra madurez y compromiso con el país. Este es el momento de unirnos y fortalecer nuestra democracia, sin importar quién esté en el gobierno o cuál sea nuestra afiliación política. Porque al final, todos somos ticos y todos queremos vivir en un país libre, justo y próspero.
Entonces, mi gente, dime tú: ¿crees que es exagerada la preocupación por este tipo de críticas internacionales, o realmente existe un riesgo real de que nuestro prestigio democrático se vea afectado? ¿Y qué medidas crees que deberíamos tomar para fortalecer aún más nuestra institucionalidad y evitar que estos ataques tengan eco?
Miren, la verdad es que nuestra institucionalidad siempre ha sido lo que nos distingue. Somos un oasis de paz en una región convulsa, un ejemplo de cómo hacer las cosas bien, con elecciones transparentes y un poder judicial independiente. Eso le ha dado a Costa Rica una credibilidad internacional que vale oro, ¿me entienden? Nos abre puertas, atrae inversión, y nos permite tener voz en el escenario mundial. Imaginen qué sería si perdiéramos eso... ¡sería un maje!
El asunto es que, según el artículo, se estaba dando a entender que nuestro querido TSE estaba actuando de forma sospechosa, poniendo en riesgo la integridad de nuestra democracia. ¡Pero qué tontería! Nuestra Constitución es clarísima al respecto: los extranjeros pueden opinar, sí, pero no meterse a decidir ni a influir en nuestros asuntos políticos. Es como si fueran a decirle a mi abuela cómo preparar gallo pinto… ¡ni hablar!
Ahora bien, no niego que nuestro sistema político tenga sus grietas. Como decía Miguel Ángel Rodríguez en el artículo fuente, ¡es solo una construcción humana! Todos cometemos errores, y nadie es perfecto. Tenemos mucho que mejorar, sí, especialmente en lo que respecta a la participación ciudadana y la transparencia en la gestión pública. Hay bretes que aún nos cuestan trabajo resolver, diay.
Y ahí entra el tema de estas restricciones a la participación partidaria de los altos funcionarios del gobierno. Algunos dicen que deberían quitarla, otros que es mejor mantenerla así. Pero miren, mientras siga vigente, hay que respetarla. No podemos andar haciendo cosas a medio camino ni poner en riesgo la estabilidad del país solo para complacer a unos cuantos forasteros que no conocen la realidad por acá. ¡Eso sería irse al traste!
En fin, es importante recordar que somos una de las pocas democracias plenas del mundo. Según el Índice de The Economist, apenas un 6,6% de la población mundial disfruta de los privilegios que nosotros tenemos. ¡Estamos entre los afortunados, mi gente! Así que no vamos a dejar que alguien nos venga a decir cómo tenemos que gobernar, especialmente cuando no han demostrado saber siquiera hacer una decente arepa.
Hay que darle crédito a los ex presidentes por haber salido a defender nuestro prestigio nacional tan rápido. Demostraron que, más allá de diferencias políticas, todos queremos lo mejor para Costa Rica. Es un gesto a cachete que demuestra madurez y compromiso con el país. Este es el momento de unirnos y fortalecer nuestra democracia, sin importar quién esté en el gobierno o cuál sea nuestra afiliación política. Porque al final, todos somos ticos y todos queremos vivir en un país libre, justo y próspero.
Entonces, mi gente, dime tú: ¿crees que es exagerada la preocupación por este tipo de críticas internacionales, o realmente existe un riesgo real de que nuestro prestigio democrático se vea afectado? ¿Y qué medidas crees que deberíamos tomar para fortalecer aún más nuestra institucionalidad y evitar que estos ataques tengan eco?