¡Aguante la biodiversidad tica! Científicos del país hicieron un descubrimiento que nos llena de orgullo y, al mismo tiempo, nos pone a pensar en cómo protegerla. En medio de las festividades por los 50 años del Parque Nacional Chirripó (PNCH), revelaron la existencia de una nueva especie de salamandra, la Bolitoglossa chirripoensis. ¡Sí, otra rana ciega, pero con mucho estilo!
Esta cosita viscosa, exclusiva del páramo del Chirripó, se camufla perfecto entre las rocas y la niebla. Los investigadores la encontraron casi por accidente, a escasos metros de la puerta de entrada al refugio Crestones. Imagínate, ahí, en pleno camino, descubriendo un tesoro escondido que nadie sabía que existía. Después de cinco años de darle vueltas a muestras y datos, confirmaron que no era cualquier salamandra; era una especie totalmente nueva.
El equipo de mentes brillantes detrás de este hallazgo lo encabezan Jeremy Klank, Gerardo Chaves, Kimberly Castro y Erick Arias, todos de la Universidad de Costa Rica (UCR). Según Klank, esta salamandra se distingue por sus características únicas: mide lo justo, es robusta, tiene un color oscuro con motitas doradas y marcas blancas en el cuerpo y la cola. ¡Una combinación que no se ve por ningún lado en los páramos de Talamanca! Esto, pa' los que no saben, significa que estamos hablando de algo único en el planeta, exclusivo del PNCH. ¡Un churro!
Gerardo Chaves, también investigador, enfatiza que el páramo del Chirripó es famoso por su alto nivel de endemismo, es decir, de especies que solo existen allí. El descubrimiento de la Bolitoglossa chirripoensis es prueba irrefutable de esto. Nos coloca, además, como el sexto país con más diversidad de salamandras en el mundo. ¡Eso sí que es motivo para estar orgullosos de nuestros bretes naturales!
Pero no todo es fiesta. Los expertos, incluyendo a Arias, Klank y Chaves, están preocupados por la vulnerabilidad de esta nueva especie. Le han recomendado a la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) que la considere vulnerable. ¿Y por qué tanta preocupación? Porque habita en un ecosistema frágil, propenso a incendios forestales. Un solo descuido, un solo incendio, ¡y adiós salamandra! Vive en unas pocas hectáreas en la cima de una montaña, y no tiene mucha gana de moverse, lo cual la hace aún más susceptible a desaparecer.
El Dr. Erick Arias, quien realizó el análisis genético en la UNAM, nos recuerda que las especies que viven en las montañas están prácticamente sentenciadas. Con el cambio climático, no tienen hacia dónde huir, están en el “techo” del país. Además, estas criaturas tienen un crecimiento lento, se reproducen poco y sus limitaciones biológicas dificultan su recuperación si algo malo les pasa. Lo que quiere decir que necesitamos ponerle empeño a protegerlas ahora, antes de que sea demasiado tarde.
Chaves añade que las actividades humanas, como compactar senderos por el exceso de gente caminando y manipular rocas buscando salamandras, también dañan su hábitat. Por eso, él recomienda educar a los visitantes del PNCH para que eviten alterar los microhábitats y dejen de hacer esas pequeñas travesuras que, aunque parezcan inocentes, pueden tener consecuencias graves. Al final, contribuciones como estos estudios son un granito de arena para conservar nuestro tesoro más valioso: la biodiversidad costarricense.
Este descubrimiento nos obliga a reflexionar sobre la responsabilidad que tenemos como costarricenses de cuidar nuestro entorno natural. ¿Estamos haciendo lo suficiente para proteger nuestras especies endémicas y asegurar un futuro sostenible para las próximas generaciones? ¿Qué medidas concretas podemos tomar desde casa y como visitantes del PNCH para contribuir a la conservación de la Bolitoglossa chirripoensis y otras especies amenazadas?
Esta cosita viscosa, exclusiva del páramo del Chirripó, se camufla perfecto entre las rocas y la niebla. Los investigadores la encontraron casi por accidente, a escasos metros de la puerta de entrada al refugio Crestones. Imagínate, ahí, en pleno camino, descubriendo un tesoro escondido que nadie sabía que existía. Después de cinco años de darle vueltas a muestras y datos, confirmaron que no era cualquier salamandra; era una especie totalmente nueva.
El equipo de mentes brillantes detrás de este hallazgo lo encabezan Jeremy Klank, Gerardo Chaves, Kimberly Castro y Erick Arias, todos de la Universidad de Costa Rica (UCR). Según Klank, esta salamandra se distingue por sus características únicas: mide lo justo, es robusta, tiene un color oscuro con motitas doradas y marcas blancas en el cuerpo y la cola. ¡Una combinación que no se ve por ningún lado en los páramos de Talamanca! Esto, pa' los que no saben, significa que estamos hablando de algo único en el planeta, exclusivo del PNCH. ¡Un churro!
Gerardo Chaves, también investigador, enfatiza que el páramo del Chirripó es famoso por su alto nivel de endemismo, es decir, de especies que solo existen allí. El descubrimiento de la Bolitoglossa chirripoensis es prueba irrefutable de esto. Nos coloca, además, como el sexto país con más diversidad de salamandras en el mundo. ¡Eso sí que es motivo para estar orgullosos de nuestros bretes naturales!
Pero no todo es fiesta. Los expertos, incluyendo a Arias, Klank y Chaves, están preocupados por la vulnerabilidad de esta nueva especie. Le han recomendado a la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) que la considere vulnerable. ¿Y por qué tanta preocupación? Porque habita en un ecosistema frágil, propenso a incendios forestales. Un solo descuido, un solo incendio, ¡y adiós salamandra! Vive en unas pocas hectáreas en la cima de una montaña, y no tiene mucha gana de moverse, lo cual la hace aún más susceptible a desaparecer.
El Dr. Erick Arias, quien realizó el análisis genético en la UNAM, nos recuerda que las especies que viven en las montañas están prácticamente sentenciadas. Con el cambio climático, no tienen hacia dónde huir, están en el “techo” del país. Además, estas criaturas tienen un crecimiento lento, se reproducen poco y sus limitaciones biológicas dificultan su recuperación si algo malo les pasa. Lo que quiere decir que necesitamos ponerle empeño a protegerlas ahora, antes de que sea demasiado tarde.
Chaves añade que las actividades humanas, como compactar senderos por el exceso de gente caminando y manipular rocas buscando salamandras, también dañan su hábitat. Por eso, él recomienda educar a los visitantes del PNCH para que eviten alterar los microhábitats y dejen de hacer esas pequeñas travesuras que, aunque parezcan inocentes, pueden tener consecuencias graves. Al final, contribuciones como estos estudios son un granito de arena para conservar nuestro tesoro más valioso: la biodiversidad costarricense.
Este descubrimiento nos obliga a reflexionar sobre la responsabilidad que tenemos como costarricenses de cuidar nuestro entorno natural. ¿Estamos haciendo lo suficiente para proteger nuestras especies endémicas y asegurar un futuro sostenible para las próximas generaciones? ¿Qué medidas concretas podemos tomar desde casa y como visitantes del PNCH para contribuir a la conservación de la Bolitoglossa chirripoensis y otras especies amenazadas?