¡Ay, Dios mío! Quién lo diría, ¿verdad, maes? Después de tanto miedo a que el dólar nos comiera entero, ahora resulta que se le va la pincha hacia abajo. Este miércoles amanecimos con la sorpresa de que la divisa gringa cerró en ¢490,1, ¡nuevamente batiendo récords a la baja! Parece mentira, pero estamos hablando de nueve días seguidos de caída. Ya ni me acuerdo cuánto costaba hace poco tiempo, parece que fue en otra vida.
La verdad, esto viene pasando desde finales de noviembre, cuando empezamos a ver cómo el dólar decidía tomarse unas largas vacaciones lejos de los ¢500. El Banco Central reportó la jugada en Monex y la gente se quedó boquiabierta. Ya les digo, ¡un bajón histórico! Desde que pusieron fin a esas minidevaluaciones en el 2006, esto no se había visto. Antes era otro rollo, pura incertidumbre, diay... ahora es como si hubieran abierto las compuertas y el dólar se fuera directo al río.
Y ¿a quién beneficia todo esto?, se preguntarán. Bueno, aparentemente, tenemos dos causas principales que están influyendo en esta situación. Primero, la temporada alta de turismo ya está en marcha y eso significa que hay más billetes verdes entrando al país. Segundo, las empresas transnacionales están pagando aguinaldos y eso también inyecta divisas al mercado. En resumen, hay más dólares de los que necesitamos y, como resultado, el precio se desploma. ¡Pero ojo!, que no todo es miel sobre hojuelas, como veremos a continuación.
Porque aquí es donde entra el problema de fondo, maes. El sector turístico, que es vital para nuestra economía, está sudando frío con este escenario. Según Shirley Calvo, directora de Canatur, los negocios turísticos se enfrentan a un panorama complicado. Les explico: los ingresos llegan en dólares, pero la mayoría de los gastos son en colones. Contratar personal, pagar servicios básicos, mantener las instalaciones… todo cuesta pitas en nuestra moneda nacional. Entonces, ¿qué pasa cuando el dólar baja? Pues que sus ganancias pierden valor, y eso afecta directamente su rentabilidad.
Calvo puso el dedo en la llaga: “Es como si nos estuvieran poniendo trabas para competir con otros países”. Países como México, República Dominicana, Colombia y Panamá tienen costos más bajos y ofrecen más apoyo a sus sectores turísticos. Nosotros, en cambio, nos quedamos varados con una política cambiaria que nos encarece frente a ellos. ¡Qué torta! Imaginen tener que batallar contra competidores con mejores condiciones. No es fácil, diay.
Lo peor es que, según recalca la directora, la gran mayoría de las empresas turísticas son micro, pequeñas y medianas. Son emprendimientos familiares, hoteles con pocas habitaciones, restaurantes, transportistas, guías turísticos… gente que está tratando de hacer negocio con esfuerzo y dedicación. Estos son los que realmente sufren las consecuencias de estas fluctuaciones cambiarias. No son multinacionales con colchones financieros, son familias que dependen de este brete para sobrevivir.
Además, esto pone en evidencia una debilidad estructural de nuestra economía. Dependemos demasiado del turismo y, a la vez, no ofrecemos las mismas facilidades que otros destinos competitivos. Tenemos playas hermosas, paisajes increíbles, una cultura rica… pero si no podemos ofrecer precios competitivos, la gente buscará alternativas más baratas. Es como jugar un partido de fútbol con un pie roto, ¡qué sal!
En fin, la situación es complicada, maes. El dólar sigue dando vueltas y el sector turístico pide ayuda. Pero, ¿qué soluciones podríamos implementar para proteger a nuestros empresarios y asegurar la sostenibilidad de este importante motor económico? ¿Deberíamos intervenir más activamente en el mercado cambiario, o apostar por diversificar nuestra economía y reducir nuestra dependencia del turismo? ¡Déjenme sus opiniones en el foro, quiero saber qué piensan ustedes sobre este tema!
La verdad, esto viene pasando desde finales de noviembre, cuando empezamos a ver cómo el dólar decidía tomarse unas largas vacaciones lejos de los ¢500. El Banco Central reportó la jugada en Monex y la gente se quedó boquiabierta. Ya les digo, ¡un bajón histórico! Desde que pusieron fin a esas minidevaluaciones en el 2006, esto no se había visto. Antes era otro rollo, pura incertidumbre, diay... ahora es como si hubieran abierto las compuertas y el dólar se fuera directo al río.
Y ¿a quién beneficia todo esto?, se preguntarán. Bueno, aparentemente, tenemos dos causas principales que están influyendo en esta situación. Primero, la temporada alta de turismo ya está en marcha y eso significa que hay más billetes verdes entrando al país. Segundo, las empresas transnacionales están pagando aguinaldos y eso también inyecta divisas al mercado. En resumen, hay más dólares de los que necesitamos y, como resultado, el precio se desploma. ¡Pero ojo!, que no todo es miel sobre hojuelas, como veremos a continuación.
Porque aquí es donde entra el problema de fondo, maes. El sector turístico, que es vital para nuestra economía, está sudando frío con este escenario. Según Shirley Calvo, directora de Canatur, los negocios turísticos se enfrentan a un panorama complicado. Les explico: los ingresos llegan en dólares, pero la mayoría de los gastos son en colones. Contratar personal, pagar servicios básicos, mantener las instalaciones… todo cuesta pitas en nuestra moneda nacional. Entonces, ¿qué pasa cuando el dólar baja? Pues que sus ganancias pierden valor, y eso afecta directamente su rentabilidad.
Calvo puso el dedo en la llaga: “Es como si nos estuvieran poniendo trabas para competir con otros países”. Países como México, República Dominicana, Colombia y Panamá tienen costos más bajos y ofrecen más apoyo a sus sectores turísticos. Nosotros, en cambio, nos quedamos varados con una política cambiaria que nos encarece frente a ellos. ¡Qué torta! Imaginen tener que batallar contra competidores con mejores condiciones. No es fácil, diay.
Lo peor es que, según recalca la directora, la gran mayoría de las empresas turísticas son micro, pequeñas y medianas. Son emprendimientos familiares, hoteles con pocas habitaciones, restaurantes, transportistas, guías turísticos… gente que está tratando de hacer negocio con esfuerzo y dedicación. Estos son los que realmente sufren las consecuencias de estas fluctuaciones cambiarias. No son multinacionales con colchones financieros, son familias que dependen de este brete para sobrevivir.
Además, esto pone en evidencia una debilidad estructural de nuestra economía. Dependemos demasiado del turismo y, a la vez, no ofrecemos las mismas facilidades que otros destinos competitivos. Tenemos playas hermosas, paisajes increíbles, una cultura rica… pero si no podemos ofrecer precios competitivos, la gente buscará alternativas más baratas. Es como jugar un partido de fútbol con un pie roto, ¡qué sal!
En fin, la situación es complicada, maes. El dólar sigue dando vueltas y el sector turístico pide ayuda. Pero, ¿qué soluciones podríamos implementar para proteger a nuestros empresarios y asegurar la sostenibilidad de este importante motor económico? ¿Deberíamos intervenir más activamente en el mercado cambiario, o apostar por diversificar nuestra economía y reducir nuestra dependencia del turismo? ¡Déjenme sus opiniones en el foro, quiero saber qué piensan ustedes sobre este tema!