¡Ay, Dios mío! Resulta que, después de un lío judicial que parecía no tener fin, las computadoras que estaban dando vueltas en la Fundación Omar Dengo (FOD) finalmente están llegando a los colegios. El ministro de Educación, Leonardo Sánchez, soltó la bomba durante su presentación en la Comisión de Asuntos Hacendarios, diciendo que todo empezó a moverse a finales del año pasado. Uno se queda pensando si todo este tiempo era realmente necesario, diay.
La historia, para los que anduvieron viviendo bajo una piedra, es que hace unos años se compraron un montón de equipos tecnológicos – computadoras, tabletas, el rollo completo – para mejorar la educación pública. Todo bien, hasta que un litigio se tragó todo el brete. Un juicio que se arrastró hasta el 2024, dejando esas máquinas acumulando polvo en bodegas, esperando su momento. Según parece, la Contraloría tuvo que meterle mano para que se pudieran mover, eso sí, con mucho papeleo y trámites.
Sánchez explicó que, luego de obtener luz verde de los tribunales hace casi tres meses, se puso manos a la obra. Desde finales de diciembre hasta inicios de enero, empezaron a hacer inventario y organizar la distribución, pero el verdadero despliegue llegó entre febrero y abril. Imaginen, casi cuatro meses para repartir cosas que deberían estar en uso desde hace rato. ¡Qué torta!
Pero no todo es miel sobre hojuelas. Otto Silesky, el presidente de la FOD, salió a reclamar justo la semana pasada, acusando al MEP de haberle “cercenado” oportunidades a miles de estudiantes. Dijo que la falta de acceso a la tecnología está afectando seriamente el proceso educativo, y que ya no se puede seguir ignorando el impacto de esta situación. Tiene razón, ¡eso no es novedad!
Lo que más preocupa es el costo de toda esta demora. Se habla de más de 12 mil millones de colones invertidos en esos equipos, una suma considerable que podría haberse utilizado en otras áreas prioritarias de la educación. Además, el tiempo perdido es irrecuperable, especialmente para aquellos estudiantes que han tenido que lidiar con clases virtuales limitadas o carencia de recursos digitales.
Y hablando de números, tenemos 450 tarimas y varios contenedores llenos de chunches tecnológicos que quedaron varados. Una verdadera vergüenza que un país con aspiraciones de desarrollo tenga semejante cantidad de recursos infrautilizados. Recordemos que esto se remonta a 2021, cuando se realizó la licitación que originó todo este embrollo. Parece que alguien se jaló una torta grande con ese proceso, aunque todavía no hay pruebas contundentes.
Ahora, la gran pregunta es qué pasará con el futuro de la tecnología educativa en Costa Rica. ¿Será suficiente con poner las computadoras en los colegios o habrá que invertir también en capacitación docente y en infraestructura adecuada? También debemos preguntarnos cómo evitar que situaciones similares se repitan en el futuro. Más allá de las disculpas y promesas, necesitamos acciones concretas que demuestren un compromiso real con la educación.
Con tanta burocracia y papeleo, uno se pregunta: ¿cree usted que este retraso ha causado un daño irreparable a la educación costarricense, o será posible recuperar el terreno perdido? ¿Qué medidas debería tomar el gobierno para garantizar que los recursos tecnológicos lleguen efectivamente a las aulas y se utilicen de manera eficiente?
La historia, para los que anduvieron viviendo bajo una piedra, es que hace unos años se compraron un montón de equipos tecnológicos – computadoras, tabletas, el rollo completo – para mejorar la educación pública. Todo bien, hasta que un litigio se tragó todo el brete. Un juicio que se arrastró hasta el 2024, dejando esas máquinas acumulando polvo en bodegas, esperando su momento. Según parece, la Contraloría tuvo que meterle mano para que se pudieran mover, eso sí, con mucho papeleo y trámites.
Sánchez explicó que, luego de obtener luz verde de los tribunales hace casi tres meses, se puso manos a la obra. Desde finales de diciembre hasta inicios de enero, empezaron a hacer inventario y organizar la distribución, pero el verdadero despliegue llegó entre febrero y abril. Imaginen, casi cuatro meses para repartir cosas que deberían estar en uso desde hace rato. ¡Qué torta!
Pero no todo es miel sobre hojuelas. Otto Silesky, el presidente de la FOD, salió a reclamar justo la semana pasada, acusando al MEP de haberle “cercenado” oportunidades a miles de estudiantes. Dijo que la falta de acceso a la tecnología está afectando seriamente el proceso educativo, y que ya no se puede seguir ignorando el impacto de esta situación. Tiene razón, ¡eso no es novedad!
Lo que más preocupa es el costo de toda esta demora. Se habla de más de 12 mil millones de colones invertidos en esos equipos, una suma considerable que podría haberse utilizado en otras áreas prioritarias de la educación. Además, el tiempo perdido es irrecuperable, especialmente para aquellos estudiantes que han tenido que lidiar con clases virtuales limitadas o carencia de recursos digitales.
Y hablando de números, tenemos 450 tarimas y varios contenedores llenos de chunches tecnológicos que quedaron varados. Una verdadera vergüenza que un país con aspiraciones de desarrollo tenga semejante cantidad de recursos infrautilizados. Recordemos que esto se remonta a 2021, cuando se realizó la licitación que originó todo este embrollo. Parece que alguien se jaló una torta grande con ese proceso, aunque todavía no hay pruebas contundentes.
Ahora, la gran pregunta es qué pasará con el futuro de la tecnología educativa en Costa Rica. ¿Será suficiente con poner las computadoras en los colegios o habrá que invertir también en capacitación docente y en infraestructura adecuada? También debemos preguntarnos cómo evitar que situaciones similares se repitan en el futuro. Más allá de las disculpas y promesas, necesitamos acciones concretas que demuestren un compromiso real con la educación.
Con tanta burocracia y papeleo, uno se pregunta: ¿cree usted que este retraso ha causado un daño irreparable a la educación costarricense, o será posible recuperar el terreno perdido? ¿Qué medidas debería tomar el gobierno para garantizar que los recursos tecnológicos lleguen efectivamente a las aulas y se utilicen de manera eficiente?
