¡Ay, Dios mío, qué torta nos cayó encima! Resulta que Costa Rica, el país eco-friendly de moda, logró expandir sus parques marinos más de un 500%, gracias a la ampliación del Parque Nacional Isla del Coco. Suenan bien las cosas, ¿verdad? Pues agárrense porque acá viene el bombazo: estamos soltando la poca plata que teníamos para mantener esas áreas protegidas. Parece broma, pero no lo es, y el nuevo informe del Estado de la Nación nos dio una cucharada amarga.
La cosa es clara: mientras el mundo celebra nuestra iniciativa de proteger el mar, la realidad es que el Sistema Nacional de Áreas de Conservación (SINAC) lleva varios años recibiendo un recorte presupuestario considerable. De 2020 a 2024, la inversión se desplomó un 40%, cayendo de unos ¢44 mil millones a apenas ¢26 mil millones. Imagínate, mae, menos plata para vigilar una superficie marina que ahora es casi cinco veces más grande. Esto ya parece película de terror ecológico.
Y ni hablar del Área de Conservación Marina Cocos, la joya de la corona. Con toda esta extensión bajo su responsabilidad, recibió un golpe aún más duro: perdió el 41,9% de sus fondos. Eso significa menos guardaparques en el agua, menos patrullajes, menos tecnología...en pocas palabras, menos ojos vigilantes protegiéndonos de la pesca ilegal y otras amenazas. ¡Qué sal nos está cayendo!
Según Karen Chacón, investigadora del Estado de la Nación, esta crisis financiera tiene consecuencias directas en la operación diaria. “No se trata solo de números, sino de la capacidad real de patrullar el mar”, explica. Menos personal capacitado, menos tiempo dedicado a controlar y fiscalizar, y menos recursos para enfrentar a los oportunistas que buscan aprovecharse de la situación. ¿Se imaginan cuántos chunches están pasando factura en medio de este descuido?
Pero ahí no termina la telenovela. El Ministro de Ambiente, Franz Tattenbach, salió al frente a negar rotundamente las conclusiones del informe. Aseguró que el análisis estaba desactualizado y que, por el contrario, el Ministerio había ganado plazas y personal. “Fue el ministerio que más plazas nuevas ganó en el presupuesto actual…” dijo el ministro, defendiendo la gestión del gobierno. Claro, parece que viven en mundos diferentes, él y los investigadores del Estado de la Nación.
Ahora mismo, tenemos dos versiones de la misma realidad. Por un lado, los datos fríos e implacables que muestran una caída constante del presupuesto. Por el otro, la versión oficial, que pinta un panorama rosado de crecimiento y nuevas contrataciones. La verdad, a simple vista, parece que los números no mienten. Es difícil creer que con menos dinero puedan hacer más, especialmente cuando se habla de proteger vastas extensiones de océano.
Esto nos plantea una interrogante enorme: ¿Cómo vamos a mantener nuestro liderazgo mundial en conservación si no le damos las herramientas necesarias a quienes trabajan en ello? Sin combustible para las lanchas, sin tecnología de monitoreo, sin la presencia humana necesaria, corremos el riesgo de convertir nuestros parques marinos en simples figuras en un mapa, “parques de papel” como dicen algunos expertos. Ya sabemos cómo terminan esos bretes, mae. ¡Al traste!
Con este panorama, me pregunto: ¿Estamos dispuestos a sacrificar la sostenibilidad de nuestras costas y océanos por decisiones políticas cortoplacistas? ¿Creen que el Ministro Tattenbach está siendo honesto con la población o es que se está agarrando de espanto para evitar asumir responsabilidades? ¡Compas, déjenme saber qué piensan ustedes en los comentarios! ¿Cuál debería ser la solución para evitar que esta vara se nos vaya de las manos?
La cosa es clara: mientras el mundo celebra nuestra iniciativa de proteger el mar, la realidad es que el Sistema Nacional de Áreas de Conservación (SINAC) lleva varios años recibiendo un recorte presupuestario considerable. De 2020 a 2024, la inversión se desplomó un 40%, cayendo de unos ¢44 mil millones a apenas ¢26 mil millones. Imagínate, mae, menos plata para vigilar una superficie marina que ahora es casi cinco veces más grande. Esto ya parece película de terror ecológico.
Y ni hablar del Área de Conservación Marina Cocos, la joya de la corona. Con toda esta extensión bajo su responsabilidad, recibió un golpe aún más duro: perdió el 41,9% de sus fondos. Eso significa menos guardaparques en el agua, menos patrullajes, menos tecnología...en pocas palabras, menos ojos vigilantes protegiéndonos de la pesca ilegal y otras amenazas. ¡Qué sal nos está cayendo!
Según Karen Chacón, investigadora del Estado de la Nación, esta crisis financiera tiene consecuencias directas en la operación diaria. “No se trata solo de números, sino de la capacidad real de patrullar el mar”, explica. Menos personal capacitado, menos tiempo dedicado a controlar y fiscalizar, y menos recursos para enfrentar a los oportunistas que buscan aprovecharse de la situación. ¿Se imaginan cuántos chunches están pasando factura en medio de este descuido?
Pero ahí no termina la telenovela. El Ministro de Ambiente, Franz Tattenbach, salió al frente a negar rotundamente las conclusiones del informe. Aseguró que el análisis estaba desactualizado y que, por el contrario, el Ministerio había ganado plazas y personal. “Fue el ministerio que más plazas nuevas ganó en el presupuesto actual…” dijo el ministro, defendiendo la gestión del gobierno. Claro, parece que viven en mundos diferentes, él y los investigadores del Estado de la Nación.
Ahora mismo, tenemos dos versiones de la misma realidad. Por un lado, los datos fríos e implacables que muestran una caída constante del presupuesto. Por el otro, la versión oficial, que pinta un panorama rosado de crecimiento y nuevas contrataciones. La verdad, a simple vista, parece que los números no mienten. Es difícil creer que con menos dinero puedan hacer más, especialmente cuando se habla de proteger vastas extensiones de océano.
Esto nos plantea una interrogante enorme: ¿Cómo vamos a mantener nuestro liderazgo mundial en conservación si no le damos las herramientas necesarias a quienes trabajan en ello? Sin combustible para las lanchas, sin tecnología de monitoreo, sin la presencia humana necesaria, corremos el riesgo de convertir nuestros parques marinos en simples figuras en un mapa, “parques de papel” como dicen algunos expertos. Ya sabemos cómo terminan esos bretes, mae. ¡Al traste!
Con este panorama, me pregunto: ¿Estamos dispuestos a sacrificar la sostenibilidad de nuestras costas y océanos por decisiones políticas cortoplacistas? ¿Creen que el Ministro Tattenbach está siendo honesto con la población o es que se está agarrando de espanto para evitar asumir responsabilidades? ¡Compas, déjenme saber qué piensan ustedes en los comentarios! ¿Cuál debería ser la solución para evitar que esta vara se nos vaya de las manos?