¡Ay, Dios mío! Otra vez estamos lidiando con esto... Un jovencito de 18 años, originario de Tobosí, Cartago, tuvo que ser trasladado en condición crítica al hospital Max Peralta este martes, víctima de quemaduras causadas por pólvora. Parece que la tradición de jugar con estos artilugios explosivos sigue cobrándose vidas y dejando cicatrices – literalmente y figurativamente – en nuestras familias.
Según la información proporcionada por la Cruz Roja, el muchacho sufrió quemaduras significativas en una mano. Los paramédicos tuvieron que intervenir rápidamente, moviéndolo en carácter de urgencia para recibir atención especializada. Mariano Hernández, nuestro amigo cruzrojista, nos comentó que recibieron el llamado alrededor de las cuatro de la tarde y que la situación era preocupante desde el principio. Este caso, tristemente, no es aislado; es parte de un patrón que se repite año tras año.
Y es que, díganle a quien diga, diciembre es sinónimo de “torta” cuando hablamos de quemaduras por pólvora. El Hospital Nacional de Niños (HNN) ya ha atendido más de 145 casos este año, y eso sin llegar aún al pico de la temporada. Carlos Jiménez, el director del HNN, nos expresó su frustración diciendo que llevan quince años intentando cerrar el ciclo anual sin ningún accidente, ¡pero parece misión imposible!
Lo peor es que, según los datos del HNN, la última semana del año – del 24 al 31 de diciembre – es la más peligrosa. Ahí es cuando la euforia por las fiestas se combina con la irresponsabilidad de algunas personas que dejan a los niños sin supervisión cerca de la pólvora. Es como si estuviéramos esperando a ver quién será el próximo en terminar en el hospital, lamentándose de una herida que podría haberse evitado.
La responsabilidad, señores, recae directamente en los padres. Así de simple. No basta con decir “cuidado, hijo”, hay que vigilar constantemente a los pequeños, asegurándose de que no tengan acceso a ninguna sustancia peligrosa, ni siquiera a esas luces de bengala que parecen inofensivas pero que pueden causar daños irreparables. Jiménez lo dejó bien claro: “Los padres son los responsables”. ¡Amén, hermano, amén!
Pero no solo la pólvora es la amenaza. Wagner Leiva, el director nacional de respuesta a emergencias de la Cruz Roja, también nos advirtió sobre el peligro de las fogatas improvisadas. Muchas familias, en su afán por crear ambiente festivo, arman fogones sin tener las precauciones adecuadas, aumentando el riesgo de incendios accidentales. Y ni hablar de los restos de carbón, que pueden permanecer calientes durante horas, esperando a alguien (o a una mascota) incauta para infligir una quemadura inesperada. ¡Qué sal!
Es increíble cómo seguimos cometiendo los mismos errores año tras año. Pareciera que no aprendemos la lección. La prevención es fundamental, gente. Mantengan a los niños alejados de la pólvora, supervisen las fogatas, y asegúrense de apagar correctamente cualquier fuente de fuego. Recordemos que estas acciones pueden marcar la diferencia entre una Navidad feliz y un trauma de por vida. Y hablando de traumas, pensemos en el impacto emocional que tienen estos incidentes en las familias afectadas… ¡Qué carga!
Ahora, me pregunto: ¿Deberíamos considerar seriamente implementar regulaciones más estrictas sobre la venta y el uso de pólvora en Costa Rica, o creen que la solución reside únicamente en la educación y la concientización familiar? Compartan sus opiniones en el foro, ¡y vamos a construir juntos un futuro más seguro para nuestros niños!
Según la información proporcionada por la Cruz Roja, el muchacho sufrió quemaduras significativas en una mano. Los paramédicos tuvieron que intervenir rápidamente, moviéndolo en carácter de urgencia para recibir atención especializada. Mariano Hernández, nuestro amigo cruzrojista, nos comentó que recibieron el llamado alrededor de las cuatro de la tarde y que la situación era preocupante desde el principio. Este caso, tristemente, no es aislado; es parte de un patrón que se repite año tras año.
Y es que, díganle a quien diga, diciembre es sinónimo de “torta” cuando hablamos de quemaduras por pólvora. El Hospital Nacional de Niños (HNN) ya ha atendido más de 145 casos este año, y eso sin llegar aún al pico de la temporada. Carlos Jiménez, el director del HNN, nos expresó su frustración diciendo que llevan quince años intentando cerrar el ciclo anual sin ningún accidente, ¡pero parece misión imposible!
Lo peor es que, según los datos del HNN, la última semana del año – del 24 al 31 de diciembre – es la más peligrosa. Ahí es cuando la euforia por las fiestas se combina con la irresponsabilidad de algunas personas que dejan a los niños sin supervisión cerca de la pólvora. Es como si estuviéramos esperando a ver quién será el próximo en terminar en el hospital, lamentándose de una herida que podría haberse evitado.
La responsabilidad, señores, recae directamente en los padres. Así de simple. No basta con decir “cuidado, hijo”, hay que vigilar constantemente a los pequeños, asegurándose de que no tengan acceso a ninguna sustancia peligrosa, ni siquiera a esas luces de bengala que parecen inofensivas pero que pueden causar daños irreparables. Jiménez lo dejó bien claro: “Los padres son los responsables”. ¡Amén, hermano, amén!
Pero no solo la pólvora es la amenaza. Wagner Leiva, el director nacional de respuesta a emergencias de la Cruz Roja, también nos advirtió sobre el peligro de las fogatas improvisadas. Muchas familias, en su afán por crear ambiente festivo, arman fogones sin tener las precauciones adecuadas, aumentando el riesgo de incendios accidentales. Y ni hablar de los restos de carbón, que pueden permanecer calientes durante horas, esperando a alguien (o a una mascota) incauta para infligir una quemadura inesperada. ¡Qué sal!
Es increíble cómo seguimos cometiendo los mismos errores año tras año. Pareciera que no aprendemos la lección. La prevención es fundamental, gente. Mantengan a los niños alejados de la pólvora, supervisen las fogatas, y asegúrense de apagar correctamente cualquier fuente de fuego. Recordemos que estas acciones pueden marcar la diferencia entre una Navidad feliz y un trauma de por vida. Y hablando de traumas, pensemos en el impacto emocional que tienen estos incidentes en las familias afectadas… ¡Qué carga!
Ahora, me pregunto: ¿Deberíamos considerar seriamente implementar regulaciones más estrictas sobre la venta y el uso de pólvora en Costa Rica, o creen que la solución reside únicamente en la educación y la concientización familiar? Compartan sus opiniones en el foro, ¡y vamos a construir juntos un futuro más seguro para nuestros niños!