¡Imagínate la bronca que se armó! Después de un fin de semana angustiante, la señora Ulloa, de 79 años, apareció sana y salva gracias a unos agricultores en las cercanías de Capellades de Cartago. ¡Qué alivio para toda la familia y los vecinos!
Todo empezó el sábado pasado, cuando la doña desapareció misteriosamente de su casa en Capellades. Se movilizó tremenda gente: sus hijos, nietos, primos, todos buscando por montanas y quebradas. La preocupación era enorme porque la señora ya no está para andar haciendo caminatas largas, digámoslo así.
Desde temprano, los equipos de rescate, incluyendo a la Cruz Roja, Bomberos, Fuerza Pública e incluso al OIJ con sus perros rastreadores, se sumergieron en la búsqueda. Se peinaron Bajos de Abarca y Santa Teresa de Capellades hasta dejar la zona lista. ¡Parecía que iban a encontrarla en cualquier brete!
Pero fueron los propios campesinos quienes dieron con ella este lunes. Según nos contaron, la encontraron sentada tranquila bajo la sombra de un árbol en una finca lejana. Al parecer, la doña se quedó dormida allá y no supo cómo regresar. ¡Diobito, qué susto se dio la familia!
Cuando los agricultores la vieron, llamaron de inmediato a las autoridades. La Cruz Roja llegó rapidísimo y le chequearon el pulso y la presión. Afortunadamente, estaba bien, aunque un poco confundida, imagínate después de pasar dos días durmiendo en el monte. Le dieron agua y la estabilizaron antes de llevarla al hospital.
“Estuvo muy afortunada”, comentó el coordinador operativo regional de la Cruz Roja, Geovanny Maroto. “La búsqueda fue intensa, con muchísimos recursos desplegados, pero la colaboración comunitaria fue clave para lograr este feliz desenlace. El apoyo de la comunidad fue fundamental, ayudando con información y facilitando el acceso a zonas difíciles”.
Este caso sirve para recordarnos la importancia de estar atentos a nuestros adultos mayores, especialmente aquellos que viven solos. A veces, un descuido puede convertirse en un problema grande. Además, resalta la capacidad de respuesta de nuestras instituciones y la solidaridad de los costarricenses cuando alguien necesita ayuda. ¡Eso sí que es pura vida!
Ahora, me pregunto, ¿creen ustedes que debemos reforzar los programas de prevención de ausencias de personas adultas mayores en las comunidades? ¿Qué medidas podríamos implementar para evitar que esto vuelva a ocurrir y darle mayor tranquilidad a las familias?
Todo empezó el sábado pasado, cuando la doña desapareció misteriosamente de su casa en Capellades. Se movilizó tremenda gente: sus hijos, nietos, primos, todos buscando por montanas y quebradas. La preocupación era enorme porque la señora ya no está para andar haciendo caminatas largas, digámoslo así.
Desde temprano, los equipos de rescate, incluyendo a la Cruz Roja, Bomberos, Fuerza Pública e incluso al OIJ con sus perros rastreadores, se sumergieron en la búsqueda. Se peinaron Bajos de Abarca y Santa Teresa de Capellades hasta dejar la zona lista. ¡Parecía que iban a encontrarla en cualquier brete!
Pero fueron los propios campesinos quienes dieron con ella este lunes. Según nos contaron, la encontraron sentada tranquila bajo la sombra de un árbol en una finca lejana. Al parecer, la doña se quedó dormida allá y no supo cómo regresar. ¡Diobito, qué susto se dio la familia!
Cuando los agricultores la vieron, llamaron de inmediato a las autoridades. La Cruz Roja llegó rapidísimo y le chequearon el pulso y la presión. Afortunadamente, estaba bien, aunque un poco confundida, imagínate después de pasar dos días durmiendo en el monte. Le dieron agua y la estabilizaron antes de llevarla al hospital.
“Estuvo muy afortunada”, comentó el coordinador operativo regional de la Cruz Roja, Geovanny Maroto. “La búsqueda fue intensa, con muchísimos recursos desplegados, pero la colaboración comunitaria fue clave para lograr este feliz desenlace. El apoyo de la comunidad fue fundamental, ayudando con información y facilitando el acceso a zonas difíciles”.
Este caso sirve para recordarnos la importancia de estar atentos a nuestros adultos mayores, especialmente aquellos que viven solos. A veces, un descuido puede convertirse en un problema grande. Además, resalta la capacidad de respuesta de nuestras instituciones y la solidaridad de los costarricenses cuando alguien necesita ayuda. ¡Eso sí que es pura vida!
Ahora, me pregunto, ¿creen ustedes que debemos reforzar los programas de prevención de ausencias de personas adultas mayores en las comunidades? ¿Qué medidas podríamos implementar para evitar que esto vuelva a ocurrir y darle mayor tranquilidad a las familias?