Ay, papá, qué situación la de la Ruta 32. Después de casi dos semanas cerrá, parece que los problemas no terminan. El MOPT volvió a reportar derrumbes y árboles caídos a primera hora de este sábado, dejando nuevamente inhabilitada la carretera que conecta San José con Limón. Imagínate, justo cuando empezaban a vislumbrar una luz de esperanza, ¡bam!, otra torta.
La verdad, esto ya supera lo ridículo. Desde el lunes pasado, 3 de noviembre, la carretera lleva cerrada, justificándolo inicialmente con material en la vía y lluvias torrenciales. Ayer, ni quisieron arriesgarse a abrirla porque todavía estaban limpiando el kilómetro 31. Pensábamos que hoy sí íbamos a poder movernos tranquilos hacia la costa, pero resulta que la Madre Naturaleza decidió jugar con nosotros y mandarnos otro chaparrón con sus consecuencias.
Según el comunicado oficial del MOPT, los equipos técnicos están trabajando a marchas forzadas para despejar la vía, pero las condiciones climáticas no colaboran precisamente. Lluvias persistentes en la zona montañosa son las culpables directas de estos nuevos deslizamientos, haciendo que la labor sea aún más complicada y lenta. Y claro, el tráfico está atascado en ambos lados, gente desesperada queriendo llegar a sus cosas, familias tratando de disfrutar del fin de semana… un verdadero brete pa’ todos.
Ahora, si nos ponemos a pensar, ¿cuántas veces hemos vivido esto mismo? La Ruta 32 siempre ha sido problemática, especialmente durante la temporada de lluvias. Pero esta situación se siente diferente, hay una sensación de frustración generalizada. No es solo que esté cerrada, sino la incertidumbre de cuándo va a volver a abrir. Cada promesa incumplida suma más hartazgo a la gente. Uno empieza a pensar si realmente existe un plan a largo plazo para solucionar de una vez por todas los problemas recurrentes de esta carretera.
Uno se acuerda de los tiempos donde le decían a la 32 “la carretera más peligrosa de Costa Rica”, y vaya que cumplía con la fama. Ahora parece que además de peligrosa, es impredecible. Ya nadie se sorprende cuando anuncian un cierre repentino, simplemente suspiras y te resignas a buscarle la vuelta, intentando encontrar rutas alternativas que, aunque largas, te permitan avanzar. Pero la verdad, da palo tener que irse por el Circuito Turístico, con todo el tiempo que implica.
Lo que más preocupa es la falta de inversión en infraestructura vial. Claramente, no se está haciendo lo suficiente para prevenir estas situaciones. Se necesita una revisión exhaustiva de la pendiente de la carretera, sistemas de drenaje adecuados y mantenimiento constante. No podemos seguir parcheando la situación temporalmente, necesitamos soluciones estructurales que eviten que esto se repita una y otra vez. De otra forma, seguiremos viviendo atrapados en este ciclo vicioso de cierres y demoras, perdiendo tiempo, dinero y tranquilidad.
Algunos empiezan a decir que deberían construir otra carretera, quizás una túnel, pero eso sería una inversión millonaria que tardaría años en hacerse realidad. Mientras tanto, seguimos dependiendo de este tramo carretero vital para conectar el país, que, lamentablemente, se ha convertido en una verdadera pesadilla. Y mientras tanto, los turistas siguen postergando sus planes de visitar el Caribe, afectando directamente a la economía local.
En fin, la situación es compleja y requiere de una solución urgente. Con tanta demora y tantas complicaciones, uno se pregunta: ¿Será que alguna vez podremos viajar por la Ruta 32 sin miedo a encontrarnos un nuevo derrumbe en el camino, o continuaremos viviendo esta eterna novela de cierres y reaperturas?
La verdad, esto ya supera lo ridículo. Desde el lunes pasado, 3 de noviembre, la carretera lleva cerrada, justificándolo inicialmente con material en la vía y lluvias torrenciales. Ayer, ni quisieron arriesgarse a abrirla porque todavía estaban limpiando el kilómetro 31. Pensábamos que hoy sí íbamos a poder movernos tranquilos hacia la costa, pero resulta que la Madre Naturaleza decidió jugar con nosotros y mandarnos otro chaparrón con sus consecuencias.
Según el comunicado oficial del MOPT, los equipos técnicos están trabajando a marchas forzadas para despejar la vía, pero las condiciones climáticas no colaboran precisamente. Lluvias persistentes en la zona montañosa son las culpables directas de estos nuevos deslizamientos, haciendo que la labor sea aún más complicada y lenta. Y claro, el tráfico está atascado en ambos lados, gente desesperada queriendo llegar a sus cosas, familias tratando de disfrutar del fin de semana… un verdadero brete pa’ todos.
Ahora, si nos ponemos a pensar, ¿cuántas veces hemos vivido esto mismo? La Ruta 32 siempre ha sido problemática, especialmente durante la temporada de lluvias. Pero esta situación se siente diferente, hay una sensación de frustración generalizada. No es solo que esté cerrada, sino la incertidumbre de cuándo va a volver a abrir. Cada promesa incumplida suma más hartazgo a la gente. Uno empieza a pensar si realmente existe un plan a largo plazo para solucionar de una vez por todas los problemas recurrentes de esta carretera.
Uno se acuerda de los tiempos donde le decían a la 32 “la carretera más peligrosa de Costa Rica”, y vaya que cumplía con la fama. Ahora parece que además de peligrosa, es impredecible. Ya nadie se sorprende cuando anuncian un cierre repentino, simplemente suspiras y te resignas a buscarle la vuelta, intentando encontrar rutas alternativas que, aunque largas, te permitan avanzar. Pero la verdad, da palo tener que irse por el Circuito Turístico, con todo el tiempo que implica.
Lo que más preocupa es la falta de inversión en infraestructura vial. Claramente, no se está haciendo lo suficiente para prevenir estas situaciones. Se necesita una revisión exhaustiva de la pendiente de la carretera, sistemas de drenaje adecuados y mantenimiento constante. No podemos seguir parcheando la situación temporalmente, necesitamos soluciones estructurales que eviten que esto se repita una y otra vez. De otra forma, seguiremos viviendo atrapados en este ciclo vicioso de cierres y demoras, perdiendo tiempo, dinero y tranquilidad.
Algunos empiezan a decir que deberían construir otra carretera, quizás una túnel, pero eso sería una inversión millonaria que tardaría años en hacerse realidad. Mientras tanto, seguimos dependiendo de este tramo carretero vital para conectar el país, que, lamentablemente, se ha convertido en una verdadera pesadilla. Y mientras tanto, los turistas siguen postergando sus planes de visitar el Caribe, afectando directamente a la economía local.
En fin, la situación es compleja y requiere de una solución urgente. Con tanta demora y tantas complicaciones, uno se pregunta: ¿Será que alguna vez podremos viajar por la Ruta 32 sin miedo a encontrarnos un nuevo derrumbe en el camino, o continuaremos viviendo esta eterna novela de cierres y reaperturas?