Maes, pónganse cómodos porque el novelón político de mitad de año por fin tuvo su capítulo final. ¿Se acuerdan de esa vara de los allanamientos 24/7 para el OIJ que el presi Rodrigo Chaves mandó a la congeladora con un veto? Bueno, pues parece que a 43 diputados se les acabó la paciencia y este martes decidieron resellar la ley, mandando el veto presidencial directo al baúl de los malos recuerdos. Con esto, le dieron un manotazo en la mesa al Ejecutivo y, de paso, una herramienta que el OIJ venía pidiendo a gritos desde hace rato.
Hagamos un toque de memoria. En mayo, Chaves argumentó que la ley era inconstitucional y, ¡zas!, le puso el freno de mano. Aprovechando que tenía el control de la agenda en las sesiones extraordinarias, la iniciativa durmió el sueño de los justos por tres meses. Pero diay, aquí es donde la cosa se pone interesante. El Presidente se jaló una torta de cálculo político. Pensar que en el clima de inseguridad que vivimos, una medida tan popular y necesaria se iba a quedar en el olvido fue, para ponerlo en buen tico, una pésima jugada. Hasta los diputados de su propia fracción terminaron votando a favor del resello. Eso no es solo perder una pulseada, es perderla por goleada y en casa.
Hablemos de lo que de verdad importa: ¿por qué tanto alboroto? La vara es simple. Hasta hoy, el OIJ solo podía hacer allanamientos en un horario de oficinista, de 6 de la mañana a 6 de la tarde, salvo casos mega excepcionales. O sea, el crimen organizado se podía ir de fiesta toda la noche con la tranquilidad de que nadie les iba a tocar la puerta. Es un sinsentido total. La delincuencia no tiene horario de brete, no marca tarjeta. Darle al OIJ la potestad de operar a cualquier hora no es un capricho, es simplemente adaptar las herramientas del Estado a la realidad que se vive en la calle. Era una reforma de puro sentido común que se enredó en un pleito político que no le servía a nadie.
La diputada que propuso todo esto, Monserrat Ruiz, lo dijo sin pelos en la lengua: "perdimos muchísimo tiempo por la intransigencia del gobierno". Y tiene toda la razón. Mientras en Zapote y Cuesta de Moras jugaban a ver quién tenía más poder, el problema de la seguridad seguía creciendo. La frase de Ruiz deja clarísimo que esto se había vuelto un asunto personal, una medición de fuerzas entre poderes, en lugar de enfocarse en buscar soluciones reales para la gente. Al final, la Asamblea, en un raro momento de unidad, decidió que ya era suficiente de tanto drama y que era hora de ponerse a bretear.
Así que, ¿en qué quedamos? El OIJ tiene una nueva herramienta que, sinceramente, queda a cachete para combatir el crimen. La Asamblea se anota una victoria política y demuestra que, cuando quieren, pueden actuar como un contrapeso real. Y el Presidente... bueno, el Presidente recibe un golpe a su autoridad y un recordatorio de que no se puede gobernar solo a punta de vetos y confrontación. La gran pregunta que queda en el aire es si esto fue un hecho aislado o el comienzo de una nueva dinámica. Ahora les toca a ustedes, maes: ¿Creen que esto es el inicio de una Asamblea que le planta cara al Ejecutivo, o fue solo un tema de seguridad que no se podía dejar pasar?
Hagamos un toque de memoria. En mayo, Chaves argumentó que la ley era inconstitucional y, ¡zas!, le puso el freno de mano. Aprovechando que tenía el control de la agenda en las sesiones extraordinarias, la iniciativa durmió el sueño de los justos por tres meses. Pero diay, aquí es donde la cosa se pone interesante. El Presidente se jaló una torta de cálculo político. Pensar que en el clima de inseguridad que vivimos, una medida tan popular y necesaria se iba a quedar en el olvido fue, para ponerlo en buen tico, una pésima jugada. Hasta los diputados de su propia fracción terminaron votando a favor del resello. Eso no es solo perder una pulseada, es perderla por goleada y en casa.
Hablemos de lo que de verdad importa: ¿por qué tanto alboroto? La vara es simple. Hasta hoy, el OIJ solo podía hacer allanamientos en un horario de oficinista, de 6 de la mañana a 6 de la tarde, salvo casos mega excepcionales. O sea, el crimen organizado se podía ir de fiesta toda la noche con la tranquilidad de que nadie les iba a tocar la puerta. Es un sinsentido total. La delincuencia no tiene horario de brete, no marca tarjeta. Darle al OIJ la potestad de operar a cualquier hora no es un capricho, es simplemente adaptar las herramientas del Estado a la realidad que se vive en la calle. Era una reforma de puro sentido común que se enredó en un pleito político que no le servía a nadie.
La diputada que propuso todo esto, Monserrat Ruiz, lo dijo sin pelos en la lengua: "perdimos muchísimo tiempo por la intransigencia del gobierno". Y tiene toda la razón. Mientras en Zapote y Cuesta de Moras jugaban a ver quién tenía más poder, el problema de la seguridad seguía creciendo. La frase de Ruiz deja clarísimo que esto se había vuelto un asunto personal, una medición de fuerzas entre poderes, en lugar de enfocarse en buscar soluciones reales para la gente. Al final, la Asamblea, en un raro momento de unidad, decidió que ya era suficiente de tanto drama y que era hora de ponerse a bretear.
Así que, ¿en qué quedamos? El OIJ tiene una nueva herramienta que, sinceramente, queda a cachete para combatir el crimen. La Asamblea se anota una victoria política y demuestra que, cuando quieren, pueden actuar como un contrapeso real. Y el Presidente... bueno, el Presidente recibe un golpe a su autoridad y un recordatorio de que no se puede gobernar solo a punta de vetos y confrontación. La gran pregunta que queda en el aire es si esto fue un hecho aislado o el comienzo de una nueva dinámica. Ahora les toca a ustedes, maes: ¿Creen que esto es el inicio de una Asamblea que le planta cara al Ejecutivo, o fue solo un tema de seguridad que no se podía dejar pasar?