¡Ay, Dios mío! Se armó un bronca tremenda en el ambiente político, pura chamba. El candidato presidencial del PLN, Álvaro Ramos, salió con las garras bien afiladas después de unas declaraciones del diputado Jorge Antonio Rojas, del PPSD. El tipo, parece que se le fue la pincha, porque soltó que los que no pensaban igual al gobierno deberían irse del país, ¡antes de que los echaran!
Y Ramos, pues, claro, no se quedó callao. Calificó esas palabras como una muestra de ‘intolerancia política’ de lujo, advirtiendo que el país está tomando un rumbo peligroso. Según él, estamos viendo cómo se quita la careta el oficialismo, buscando perpetuarse en el poder a toda costa, ahogando cualquier voz crítica y dividiendo a Costa Rica entre los que sí les hacen juego y los que piensan diferente. ¡Un bochinche, diay!
El candidato del PLN no anduvo con rodeos: dijo que estamos en una encrucijada importantísima. Tenemos dos caminos, según él: o seguimos metiéndonos en miedo, o recuperamos la Costa Rica que nos dejaron nuestros ancestros, esa tierra libre y democrática donde se puede disentir sin temor a represalias. Y recalcó, pa' que no haya confusiones, que el pueblo tico nunca permitiría que nadie sea expulsado por tener ideas diferentes. “¡Ni loco!”, habría dicho.
Pero, ¿de dónde surgió este quilombo?, se preguntarán algunos. Resulta que todo empezó durante una intervención del congresista Rojas en el plenario, donde intentaban frenar la solicitud del Tribunal Supremo de Elecciones (TSE) de quitarle la inmunidad al presidente Rodrigo Chaves. El TSE quiere investigar 15 denuncias de beligerancia política en las que estaría involucrado el mandatario. ¡Una movida turbia, dicen algunos!
Este asunto ha encendido las alarmas entre la oposición, que ve en estas acciones un intento de intimidación y control político. Argumentan que si se le quita la inmunidad al presidente, se abre la puerta a persecuciones políticas y a un clima de incertidumbre generalizado. Por otro lado, el oficialismo defiende la necesidad de investigar todas las denuncias, independientemente de quién esté implicado, argumentando que así se garantiza el debido proceso y se fortalece la democracia. ¡Cada quien defendiendo su brete, como debe ser!
Ahora, analizando la situación con un poco de perspectiva, resulta evidente que el discurso de exclusión y polarización que vemos últimamente en la política nacional es muy preocupante. Este tipo de declaraciones, como la del diputado Rojas, contribuyen a crear un ambiente hostil y a erosionar los cimientos de nuestra democracia. Recordemos que Costa Rica siempre se ha caracterizado por su tradición de diálogo, tolerancia y respeto a la diversidad de opiniones. Perder eso sería perder nuestra identidad.
Más allá de los debates políticos y las acusaciones cruzadas, lo importante es recordar que todos somos costarricenses, con derecho a expresar nuestras ideas libremente, sin miedo a represalias. Defender la libertad de pensamiento y el pluralismo político es responsabilidad de todos, tanto de los gobernantes como de los ciudadanos. De lo contrario, corremos el riesgo de convertirnos en una sociedad conformista y autoritaria, donde las diferencias de opinión sean vistas como una amenaza en lugar de una oportunidad para enriquecer el debate público. Y eso, mis amigos, sería una verdadera lástima.
En fin, entre tanta polémica y dimes y diretes, me pregunto: ¿Cree usted que estas tensiones políticas amenazan realmente la estabilidad democrática de nuestro país, o simplemente son estrategias de campaña para ganar votos? ¡Déjeme saber su opinión en los comentarios! ¿Estamos perdiendo la calma o esto es parte del juego?
Y Ramos, pues, claro, no se quedó callao. Calificó esas palabras como una muestra de ‘intolerancia política’ de lujo, advirtiendo que el país está tomando un rumbo peligroso. Según él, estamos viendo cómo se quita la careta el oficialismo, buscando perpetuarse en el poder a toda costa, ahogando cualquier voz crítica y dividiendo a Costa Rica entre los que sí les hacen juego y los que piensan diferente. ¡Un bochinche, diay!
El candidato del PLN no anduvo con rodeos: dijo que estamos en una encrucijada importantísima. Tenemos dos caminos, según él: o seguimos metiéndonos en miedo, o recuperamos la Costa Rica que nos dejaron nuestros ancestros, esa tierra libre y democrática donde se puede disentir sin temor a represalias. Y recalcó, pa' que no haya confusiones, que el pueblo tico nunca permitiría que nadie sea expulsado por tener ideas diferentes. “¡Ni loco!”, habría dicho.
Pero, ¿de dónde surgió este quilombo?, se preguntarán algunos. Resulta que todo empezó durante una intervención del congresista Rojas en el plenario, donde intentaban frenar la solicitud del Tribunal Supremo de Elecciones (TSE) de quitarle la inmunidad al presidente Rodrigo Chaves. El TSE quiere investigar 15 denuncias de beligerancia política en las que estaría involucrado el mandatario. ¡Una movida turbia, dicen algunos!
Este asunto ha encendido las alarmas entre la oposición, que ve en estas acciones un intento de intimidación y control político. Argumentan que si se le quita la inmunidad al presidente, se abre la puerta a persecuciones políticas y a un clima de incertidumbre generalizado. Por otro lado, el oficialismo defiende la necesidad de investigar todas las denuncias, independientemente de quién esté implicado, argumentando que así se garantiza el debido proceso y se fortalece la democracia. ¡Cada quien defendiendo su brete, como debe ser!
Ahora, analizando la situación con un poco de perspectiva, resulta evidente que el discurso de exclusión y polarización que vemos últimamente en la política nacional es muy preocupante. Este tipo de declaraciones, como la del diputado Rojas, contribuyen a crear un ambiente hostil y a erosionar los cimientos de nuestra democracia. Recordemos que Costa Rica siempre se ha caracterizado por su tradición de diálogo, tolerancia y respeto a la diversidad de opiniones. Perder eso sería perder nuestra identidad.
Más allá de los debates políticos y las acusaciones cruzadas, lo importante es recordar que todos somos costarricenses, con derecho a expresar nuestras ideas libremente, sin miedo a represalias. Defender la libertad de pensamiento y el pluralismo político es responsabilidad de todos, tanto de los gobernantes como de los ciudadanos. De lo contrario, corremos el riesgo de convertirnos en una sociedad conformista y autoritaria, donde las diferencias de opinión sean vistas como una amenaza en lugar de una oportunidad para enriquecer el debate público. Y eso, mis amigos, sería una verdadera lástima.
En fin, entre tanta polémica y dimes y diretes, me pregunto: ¿Cree usted que estas tensiones políticas amenazan realmente la estabilidad democrática de nuestro país, o simplemente son estrategias de campaña para ganar votos? ¡Déjeme saber su opinión en los comentarios! ¿Estamos perdiendo la calma o esto es parte del juego?
