¡Ay, pata! Quién iba a decir que este clásico liceo de Grecia, el León Cortés Castro, iba a estar dando vueltas como trompo gracias a la pura fuerza de su gente. Ya saben, esos lugares que llevan años ahí, cargados de historia y recuerdos, a veces necesitan un empujoncito… y vaya que este lo recibieron.
La verdad, la comunidad educativa de San Roque de Grecia, pa’ qué les cuento, tienen el orgullo bien alto cuando se trata de su liceo. No es cualquier colegio, es parte de la idiosincrasia del lugar. Y eso se nota porque cuando hay que echarle ganas para mejorar las instalaciones, no se quedan ni un poquito atrás. Se organizan bingos, rifas, hasta venden empanadas, ¡todo pa’ conseguir unos colones extra!
Según Jeffrey Osvaldo Mejías Mesén, el director del liceo – un señor que le canta al compromiso – la cosa va así: el Liceo lleva funcionando desde 1943, imagínate cuántas generaciones han pasado por esas paredes. Y aunque reciben el apoyo del MEP, bueno, siempre faltan cositas, ¿verdad? Pero la comunidad no se raja, pone el hombro y busca soluciones creativas. “Cuando hacemos un bingo, ¡qué chimba!, la gente llega masivamente, las empresas nos donan premios increíbles, es toda una fiesta,” me contó entre risas. Así han podido renovar áreas claves del colegio, para que los estudiantes tengan dónde aprender y desarrollarse.”
Y hablando de estudiantes, estos no se quedaron cruzados de brazos. Reconocen el esfuerzo de los padres de familia, de la junta administrativa, de todos los que hacen posible esta transformación. Ellos también quieren poner su granito de arena y aportar ideas frescas para hacer de su liceo un espacio aún más agradable y funcional. Porque, díganlo con nosotros, estudiar en un ambiente cómodo y bonito da ganas de comerte el mundo, ¿no creen?
El liceo atiende actualmente a casi mil estudiantes durante el día – ¡nuevecientos treinta y uno, pa' ser exactos! – y también cuenta con el Colegio Nocturno de Grecia, donde hay otras doscientas sesenta y seis personas estudiando. Imagínense la cantidad de vidas que impactan estas mejoras, tanto para los que están empezando sus estudios como para los que buscan nuevas oportunidades laborales.
Es impresionante ver cómo una comunidad se une para apoyar a su escuela. En otros lados, uno espera milagros, pero aquí en Grecia, la gente hace que las cosas sucedan. Demuestran que cuando hay voluntad y trabajo en equipo, hasta los retos más grandes pueden superarse. Eso sí, al rato te encuentras con alguna que otra ‘torta’, pero luego te sacudes el polvo y sigues trabajando, ¡pa’l frente! Este es el espíritu tico, mi pana: resiliencia, alegría y ganas de construir un futuro mejor para nuestros hijos.
La inversión humana, el tiempo dedicado, la creatividad desplegada… todo esto suma y demuestra el verdadero valor de la educación pública. Más allá de las aulas y los libros de texto, se construye un sentido de pertenencia, un tejido social fortalecido por el compromiso de todos. Ahora el Liceo León Cortés luce diferente, más acogedor, listo para recibir a las próximas generaciones de estudiantes con todas las comodidades y herramientas necesarias para alcanzar sus metas.
Ahora me pregunto, ¿cuántas otras escuelas en Costa Rica podrían lograr transformaciones similares si contaran con el mismo nivel de involucramiento comunitario? ¿Ustedes creen que el MEP debería implementar programas que incentiven aún más la participación de padres, exalumnos y vecinos en la mejora de la infraestructura escolar? ¡Déjenme sus opiniones en los comentarios!
La verdad, la comunidad educativa de San Roque de Grecia, pa’ qué les cuento, tienen el orgullo bien alto cuando se trata de su liceo. No es cualquier colegio, es parte de la idiosincrasia del lugar. Y eso se nota porque cuando hay que echarle ganas para mejorar las instalaciones, no se quedan ni un poquito atrás. Se organizan bingos, rifas, hasta venden empanadas, ¡todo pa’ conseguir unos colones extra!
Según Jeffrey Osvaldo Mejías Mesén, el director del liceo – un señor que le canta al compromiso – la cosa va así: el Liceo lleva funcionando desde 1943, imagínate cuántas generaciones han pasado por esas paredes. Y aunque reciben el apoyo del MEP, bueno, siempre faltan cositas, ¿verdad? Pero la comunidad no se raja, pone el hombro y busca soluciones creativas. “Cuando hacemos un bingo, ¡qué chimba!, la gente llega masivamente, las empresas nos donan premios increíbles, es toda una fiesta,” me contó entre risas. Así han podido renovar áreas claves del colegio, para que los estudiantes tengan dónde aprender y desarrollarse.”
Y hablando de estudiantes, estos no se quedaron cruzados de brazos. Reconocen el esfuerzo de los padres de familia, de la junta administrativa, de todos los que hacen posible esta transformación. Ellos también quieren poner su granito de arena y aportar ideas frescas para hacer de su liceo un espacio aún más agradable y funcional. Porque, díganlo con nosotros, estudiar en un ambiente cómodo y bonito da ganas de comerte el mundo, ¿no creen?
El liceo atiende actualmente a casi mil estudiantes durante el día – ¡nuevecientos treinta y uno, pa' ser exactos! – y también cuenta con el Colegio Nocturno de Grecia, donde hay otras doscientas sesenta y seis personas estudiando. Imagínense la cantidad de vidas que impactan estas mejoras, tanto para los que están empezando sus estudios como para los que buscan nuevas oportunidades laborales.
Es impresionante ver cómo una comunidad se une para apoyar a su escuela. En otros lados, uno espera milagros, pero aquí en Grecia, la gente hace que las cosas sucedan. Demuestran que cuando hay voluntad y trabajo en equipo, hasta los retos más grandes pueden superarse. Eso sí, al rato te encuentras con alguna que otra ‘torta’, pero luego te sacudes el polvo y sigues trabajando, ¡pa’l frente! Este es el espíritu tico, mi pana: resiliencia, alegría y ganas de construir un futuro mejor para nuestros hijos.
La inversión humana, el tiempo dedicado, la creatividad desplegada… todo esto suma y demuestra el verdadero valor de la educación pública. Más allá de las aulas y los libros de texto, se construye un sentido de pertenencia, un tejido social fortalecido por el compromiso de todos. Ahora el Liceo León Cortés luce diferente, más acogedor, listo para recibir a las próximas generaciones de estudiantes con todas las comodidades y herramientas necesarias para alcanzar sus metas.
Ahora me pregunto, ¿cuántas otras escuelas en Costa Rica podrían lograr transformaciones similares si contaran con el mismo nivel de involucramiento comunitario? ¿Ustedes creen que el MEP debería implementar programas que incentiven aún más la participación de padres, exalumnos y vecinos en la mejora de la infraestructura escolar? ¡Déjenme sus opiniones en los comentarios!