¿Quién diría, verdad? Después de un buen rato arrastrando los pies, la confianza del consumidor finalmente decidió espabilarse a finales del 2025. Como si le hubieran puesto café bien cargadito, los números pintan un panorama más alentador, aunque todavía hay quien anda con la mosca detrás de la oreja. Pero bueno, vamos por partes, porque esto tiene su aquel.
Si nos remontamos unos meses atrás, era puro valle. Parecía que el ICC (el Índice de Confianza del Consumidor, pa’ los que no estén muy familiarizados) estaba haciendo yoga, inmóvil, sin moverse ni un milímetro. Se aferraba a ese punto medio como si fuera oro, sin subir ni bajar. Era como estar atrapado en un brete eterno, sin saber qué esperar. Un verdadero despiche para la economía nacional, díganle a quién le diga.
Pero mira vos, ahora les tocó la chincha a los pesimistas. El ICC pegó un brinco de 3,1 puntos en noviembre, llegando a 55,4. No es que nos hayamos ganado la lotería, ojo, todavía estamos en zona neutral, pero es un respiro. Uno de esos que te hacen sentir que sí se puede salir adelante. Es como cuando estás escalando una montaña y encuentras una rama para agarrarte. Te da ánimos para seguir.
Y la buena onda no se queda solo en los números fríos. El porcentaje de gente optimista creció al 37,5%, dejando atrás a los pesimistas, que andaban con el ceño fruncido en un 13,5%. Claro que la mayoría sigue en la cuerda floja, esperando a ver qué pasa, pero la balanza empieza a inclinarse hacia el lado positivo. Eso siempre es motivo para celebrar, aunque sea con un chorrito de agua dulce.
Uno de los factores que más contribuyó a este cambio de ánimo fueron los descueltos navideños, los aguinaldos (¡ese dinerito extra siempre viene bien!) y hasta las próximas elecciones. Parece que la esperanza, como dicen por ahí, es lo último que se pierde. Aunque algunos políticos nos tengan acostumbrados a decepciones, uno siempre se agarra al hilo de que las cosas pueden mejorar, ¿no creen?
Las expectativas personales también dieron un vuelco interesante. Más del 63% de los encuestados cree que sus ingresos van a subir en los próximos doce meses. ¡Eso sí es darle una alegría al corazón! Y por otro lado, la gente ya no está tan preocupada por perder su poder adquisitivo. Antes parecían listos para tragarse un sapo, ahora miran el futuro con más calma. Menos sal, digamos.
Además, se vio una disminución en la preocupación por el desempleo y la pobreza. Ya no hay tanto temor a que la cosa se vaya al traste. La gente siente que el suelo firme está bajo sus pies, que puede respirar tranquila. Quizás eso tenga que ver con las políticas económicas actuales, quizás con la bendición de los cielos, quién sabe… Lo importante es que la vibra general es de mayor estabilidad. El estudio de la UCR, realizado con casi 700 personas, corrobora esta tendencia. Una muestra representativa, sin lugar a dudas.
Ahora, la pregunta que nos dejamos rondando la cabeza es: ¿esta recuperación de la confianza del consumidor será sostenible a largo plazo, o simplemente una flor de un día? ¿Estamos ante un cambio real en la percepción económica del país, o es solo un espejismo provocado por factores temporales? ¡Vamos a debatirlo en el foro!
Si nos remontamos unos meses atrás, era puro valle. Parecía que el ICC (el Índice de Confianza del Consumidor, pa’ los que no estén muy familiarizados) estaba haciendo yoga, inmóvil, sin moverse ni un milímetro. Se aferraba a ese punto medio como si fuera oro, sin subir ni bajar. Era como estar atrapado en un brete eterno, sin saber qué esperar. Un verdadero despiche para la economía nacional, díganle a quién le diga.
Pero mira vos, ahora les tocó la chincha a los pesimistas. El ICC pegó un brinco de 3,1 puntos en noviembre, llegando a 55,4. No es que nos hayamos ganado la lotería, ojo, todavía estamos en zona neutral, pero es un respiro. Uno de esos que te hacen sentir que sí se puede salir adelante. Es como cuando estás escalando una montaña y encuentras una rama para agarrarte. Te da ánimos para seguir.
Y la buena onda no se queda solo en los números fríos. El porcentaje de gente optimista creció al 37,5%, dejando atrás a los pesimistas, que andaban con el ceño fruncido en un 13,5%. Claro que la mayoría sigue en la cuerda floja, esperando a ver qué pasa, pero la balanza empieza a inclinarse hacia el lado positivo. Eso siempre es motivo para celebrar, aunque sea con un chorrito de agua dulce.
Uno de los factores que más contribuyó a este cambio de ánimo fueron los descueltos navideños, los aguinaldos (¡ese dinerito extra siempre viene bien!) y hasta las próximas elecciones. Parece que la esperanza, como dicen por ahí, es lo último que se pierde. Aunque algunos políticos nos tengan acostumbrados a decepciones, uno siempre se agarra al hilo de que las cosas pueden mejorar, ¿no creen?
Las expectativas personales también dieron un vuelco interesante. Más del 63% de los encuestados cree que sus ingresos van a subir en los próximos doce meses. ¡Eso sí es darle una alegría al corazón! Y por otro lado, la gente ya no está tan preocupada por perder su poder adquisitivo. Antes parecían listos para tragarse un sapo, ahora miran el futuro con más calma. Menos sal, digamos.
Además, se vio una disminución en la preocupación por el desempleo y la pobreza. Ya no hay tanto temor a que la cosa se vaya al traste. La gente siente que el suelo firme está bajo sus pies, que puede respirar tranquila. Quizás eso tenga que ver con las políticas económicas actuales, quizás con la bendición de los cielos, quién sabe… Lo importante es que la vibra general es de mayor estabilidad. El estudio de la UCR, realizado con casi 700 personas, corrobora esta tendencia. Una muestra representativa, sin lugar a dudas.
Ahora, la pregunta que nos dejamos rondando la cabeza es: ¿esta recuperación de la confianza del consumidor será sostenible a largo plazo, o simplemente una flor de un día? ¿Estamos ante un cambio real en la percepción económica del país, o es solo un espejismo provocado por factores temporales? ¡Vamos a debatirlo en el foro!