Hubo un hombre al cuál llamaremos "soyos". Este hombre descubrió deseos perversos en su corazón. Estos deseos estaban dirigidos hacía las mujeres, especialmente a algunas mujeres que Soyos conocía y que consideraba dueñas de cierto atributo que ningún adjetivo conocido podía describir.
Soyos volcó gran parte de sus perversos deseos en una mujer que conoció de lejos, a la cual llamaremos “Rucush”. Soyos fantaseaba con abrazar a Rucush; con darle muchos besos a Rucush en sus mejillas, su cuello, sus cachetes, sus labios. Soyos también imaginaba que podía aspirar el olor del cabello de Rucush durante un largo abrazo. Y eso no es todo, Soyos descubrió que sentía una gran atracción y deseo hacía los pechos de Rucush: quería verlos, quería acariciarlos, quería besarlos… y por alguna razón más extraña aún, quería aplastar su cachete contra uno de los pechos de Rucush.
Soyos sabía que no podía decirle a nadie lo que sentía, esas cosas tan raras seguro lo llevarían a un manicomio. Soyos sabía que sus deseos muy probablemente nunca se cumplirían, menos porque Rucush no era muy aficionada a él. Soyos nació en un mundo donde sus deseos eran considerados enfermedad y delito; y solo decirlos en público le podría ocasionar problemas legales por ofensas a la cordura. Así es como alguna gente termina encerrada en hospitales para locos.
Soyos tuvo que vivir reprimiendo y escondiendo sus deseos, a veces los escribía en un papel y enseguida lo quemaba. Algunos papeles decían cosas como “quiero a Rukus, quiero poner mi voca en la voca de Rucush”, “quiero tocar a Rucush”, “Rucush tiene algo muy bueno en el pecho”, “Rukus es lo mejor, necesito a Rukus”. Y otras cosas semejantes. Pero aquellos papeles pronto dejaban de existir.
Todo la vida Soyos vivió atormentado por sus deseos anormales. Fin del cuento.
Soyos volcó gran parte de sus perversos deseos en una mujer que conoció de lejos, a la cual llamaremos “Rucush”. Soyos fantaseaba con abrazar a Rucush; con darle muchos besos a Rucush en sus mejillas, su cuello, sus cachetes, sus labios. Soyos también imaginaba que podía aspirar el olor del cabello de Rucush durante un largo abrazo. Y eso no es todo, Soyos descubrió que sentía una gran atracción y deseo hacía los pechos de Rucush: quería verlos, quería acariciarlos, quería besarlos… y por alguna razón más extraña aún, quería aplastar su cachete contra uno de los pechos de Rucush.
Soyos sabía que no podía decirle a nadie lo que sentía, esas cosas tan raras seguro lo llevarían a un manicomio. Soyos sabía que sus deseos muy probablemente nunca se cumplirían, menos porque Rucush no era muy aficionada a él. Soyos nació en un mundo donde sus deseos eran considerados enfermedad y delito; y solo decirlos en público le podría ocasionar problemas legales por ofensas a la cordura. Así es como alguna gente termina encerrada en hospitales para locos.
Soyos tuvo que vivir reprimiendo y escondiendo sus deseos, a veces los escribía en un papel y enseguida lo quemaba. Algunos papeles decían cosas como “quiero a Rukus, quiero poner mi voca en la voca de Rucush”, “quiero tocar a Rucush”, “Rucush tiene algo muy bueno en el pecho”, “Rukus es lo mejor, necesito a Rukus”. Y otras cosas semejantes. Pero aquellos papeles pronto dejaban de existir.
Todo la vida Soyos vivió atormentado por sus deseos anormales. Fin del cuento.