¡Ay, Dios mío! La cosa está que quema en el país. Resulta que el gobierno quiere rifar las frecuencias de radio y tele, y esto ha encendido todos los alarmantes. Parece mentira, pero estamos hablando de que podrían desaparecer estaciones pequeñas que le dan voz a muchísima gente, ¡y eso es serio!
Para entender bien el brete, hay que recordar que la radio y la tele siempre han sido negocios privados, fruto del esfuerzo de gente que invirtió su lana sin ayuda estatal. De repente, ahora, quieren meterle mano y ponerle precio a algo que, hasta ayer, era parte del patrimonio nacional. ¿Se imaginan tener que pagar para escuchar sus programas favoritos?
Lo que dice la diputada Cisneros, diciendo que las emisoras son “ladrones y desvergonzados” por no querer participar en la subasta… ¡ufff, qué papelón! Suena a cuento chino, a querer justificar una medida que parece sacada de un manual de regímenes autoritarios. Según algunos economistas, este movimiento es pura “chaviguada”, intentando controlar la información y quedarse con todo el control.
Y ahí entra el tema del afán de lucro, que algunos critican tanto. Pero, díganme, ¿cómo esperemos que Costa Rica siga avanzando si no permitimos que la gente gane dinero con su trabajo? La Revolución Industrial, ¡esa sí que fue impulsada por el deseo de crear y prosperar! Sin incentivos económicos, nos vamos a quedar estancados, viendo cómo otros países nos dejan comiendo polvo.
La verdad, me preocupa esta movida. Porque si se limita la libertad de expresión, se abre la puerta a que cualquier gobierno pueda manipular la información y censurar lo que diga quien piense diferente. Ya sabemos cómo van esas cosas: primero te callan a ti, luego al vecino, y así poco a poco se va perdiendo la democracia, ¡y eso no es poca cosa!
Esto me recuerda a otras situaciones que hemos vivido en Costa Rica, como cuando intentaron subir los impuestos a las empresas pequeñas. ¡Una torta! Muchas tuvieron que cerrar, porque simplemente no podían asumir esos costos extra. Este caso de las frecuencias es similar: podría significar la muerte para muchas radios comunitarias y canales locales, dejando solo unos pocos gigantes mediáticos dominando el panorama.
Algunos argumentan que se necesita plata para modernizar las comunicaciones y mejorar la infraestructura. Vale, pero ¿a costa de sacrificar la diversidad y la pluralidad informativa? Hay otras formas de conseguir recursos, sin asfixiar a quienes día tras día trabajan para mantenernos informados. Quizás buscar inversiones extranjeras, o mejorar la eficiencia del gasto público... ¡hay mil opciones!
En fin, la cosa pinta turbia. Esta subasta de frecuencias es un tema complejo que afecta a toda la sociedad. ¿Será este intento del gobierno una estrategia efectiva para modernizar las comunicaciones o una amenaza directa a la libertad de expresión en Costa Rica? ¿Ustedes creen que el gobierno debería reconsiderar esta medida y buscar alternativas que no pongan en riesgo la diversidad de voces en nuestro país?
Para entender bien el brete, hay que recordar que la radio y la tele siempre han sido negocios privados, fruto del esfuerzo de gente que invirtió su lana sin ayuda estatal. De repente, ahora, quieren meterle mano y ponerle precio a algo que, hasta ayer, era parte del patrimonio nacional. ¿Se imaginan tener que pagar para escuchar sus programas favoritos?
Lo que dice la diputada Cisneros, diciendo que las emisoras son “ladrones y desvergonzados” por no querer participar en la subasta… ¡ufff, qué papelón! Suena a cuento chino, a querer justificar una medida que parece sacada de un manual de regímenes autoritarios. Según algunos economistas, este movimiento es pura “chaviguada”, intentando controlar la información y quedarse con todo el control.
Y ahí entra el tema del afán de lucro, que algunos critican tanto. Pero, díganme, ¿cómo esperemos que Costa Rica siga avanzando si no permitimos que la gente gane dinero con su trabajo? La Revolución Industrial, ¡esa sí que fue impulsada por el deseo de crear y prosperar! Sin incentivos económicos, nos vamos a quedar estancados, viendo cómo otros países nos dejan comiendo polvo.
La verdad, me preocupa esta movida. Porque si se limita la libertad de expresión, se abre la puerta a que cualquier gobierno pueda manipular la información y censurar lo que diga quien piense diferente. Ya sabemos cómo van esas cosas: primero te callan a ti, luego al vecino, y así poco a poco se va perdiendo la democracia, ¡y eso no es poca cosa!
Esto me recuerda a otras situaciones que hemos vivido en Costa Rica, como cuando intentaron subir los impuestos a las empresas pequeñas. ¡Una torta! Muchas tuvieron que cerrar, porque simplemente no podían asumir esos costos extra. Este caso de las frecuencias es similar: podría significar la muerte para muchas radios comunitarias y canales locales, dejando solo unos pocos gigantes mediáticos dominando el panorama.
Algunos argumentan que se necesita plata para modernizar las comunicaciones y mejorar la infraestructura. Vale, pero ¿a costa de sacrificar la diversidad y la pluralidad informativa? Hay otras formas de conseguir recursos, sin asfixiar a quienes día tras día trabajan para mantenernos informados. Quizás buscar inversiones extranjeras, o mejorar la eficiencia del gasto público... ¡hay mil opciones!
En fin, la cosa pinta turbia. Esta subasta de frecuencias es un tema complejo que afecta a toda la sociedad. ¿Será este intento del gobierno una estrategia efectiva para modernizar las comunicaciones o una amenaza directa a la libertad de expresión en Costa Rica? ¿Ustedes creen que el gobierno debería reconsiderar esta medida y buscar alternativas que no pongan en riesgo la diversidad de voces en nuestro país?