¡Ay, Dios mío! Aquí vamos otra vez. Justo cuando la gente andaba agarrándole cosquillas a la idea de sacarse una varita de los fondos de pensión para respirar un poquito, la SUPEN bajó el balde de agua helada. Resulta que, según ellos, si todos los jubilados se lanzaran a retirar todo el changuito, el país se iría al traste. Parece que la solución fácil siempre trae complicaciones, ¿verdad?
El debate sobre liberar los fondos del Régimen Obligatorio de Pensiones (ROP) ha estado candela desde hace semanas. Muchísima gente, agobiada por las deudas y la inflación, empezó a clamar por un rescate express. Era tanta la presión popular que hasta algunos políticos empezaron a prometer cielos azules si lograban convencer a la SUPEN. Pero resulta que la realidad, como siempre, es más complicada que un brete de cables.
Y ahí entran los números, porque esos no mienten. La Superintendencia, con su estilo técnico y serio, soltó la bomba: si los 85 mil pensionados actuales decidieran retirar todo su saldo de una vez, se necesitarían alrededor de ¢945 mil millones. ¡Un billón colones!, ¿se imaginan? Eso representa el 7% de todos los fondos que manejan las operadoras de pensiones y, peor aún, el 10% de todos los activos financieros que circulan en el país. ¡Qué carga!
Ahora, explíquenme esto bien: No estamos hablando de guardar billetes en una alcancía. Ese dinero está invertido, metido en bonos, proyectos de construcción y otras cosas que supuestamente generan rendimientos. Entonces, si las operadoras se ven obligadas a vender todas esas inversiones a la carrera para cubrir los retiros, va a pasar un lío monumental. Es como si tiráramos dinamita a la economía.
Las consecuencias serían varias. Primero, el precio de esos activos caería estrepitosamente. Imaginen, venden todo rápido y barato... eso significa que el ahorro de los que todavía no son pensionados también valdría menos. Efectivamente, el retiro de unos pocos afecta la billetera de la mayoría. Segundo, las tasas de interés subirían por las nubes. ¿Préstamo para casa? Olvídelo. ¿Tarjeta de crédito? Prepárense para pagar más caro. Y tercero, la inflación, esa vieja conocida, volvería a picarle al bolsillo de todos.
La SUPEN, como siempre defendiendo la estabilidad, insiste en que el ROP está hecho para asegurar un futuro digno a los jubilados, no para ser un fondo de emergencia. Dicen que ceder a estas presiones sería desvirtuar el propósito del sistema y dejar al país vulnerable a una crisis financiera que, al final, nos tocaría pagar a todos con precios más altos y créditos imposibles. ¡Qué pena!
Básicamente, lo que nos quieren decir es esto: intentarle solucionar el problema del endeudamiento sacando todo el ROP puede ser como curarse con paracetamol una fractura de tibia. Alivio momentáneo, pero daño permanente. El tratamiento de fondo, aparentemente, es otro asunto que requiere estudio y paciencia – dos virtudes que parecen faltarle a nuestros políticos últimamente. Parece que nos toca sudar la camiseta buscando soluciones más sanas, aunque sean más lentas.
Entonces, aquí está mi pregunta para ustedes, mis queridos lectores: ¿Es justo priorizar la estabilidad económica a costa de las necesidades urgentes de muchas personas que luchan por salir adelante? ¿O deberíamos buscar alternativas creativas, aunque riesgosas, para ayudar a aquellos que realmente necesitan un respiro? ¿Ustedes qué opinan? Dejen sus comentarios, estoy ansioso por leerlos y ver qué tan cargado está el debate en el foro.
El debate sobre liberar los fondos del Régimen Obligatorio de Pensiones (ROP) ha estado candela desde hace semanas. Muchísima gente, agobiada por las deudas y la inflación, empezó a clamar por un rescate express. Era tanta la presión popular que hasta algunos políticos empezaron a prometer cielos azules si lograban convencer a la SUPEN. Pero resulta que la realidad, como siempre, es más complicada que un brete de cables.
Y ahí entran los números, porque esos no mienten. La Superintendencia, con su estilo técnico y serio, soltó la bomba: si los 85 mil pensionados actuales decidieran retirar todo su saldo de una vez, se necesitarían alrededor de ¢945 mil millones. ¡Un billón colones!, ¿se imaginan? Eso representa el 7% de todos los fondos que manejan las operadoras de pensiones y, peor aún, el 10% de todos los activos financieros que circulan en el país. ¡Qué carga!
Ahora, explíquenme esto bien: No estamos hablando de guardar billetes en una alcancía. Ese dinero está invertido, metido en bonos, proyectos de construcción y otras cosas que supuestamente generan rendimientos. Entonces, si las operadoras se ven obligadas a vender todas esas inversiones a la carrera para cubrir los retiros, va a pasar un lío monumental. Es como si tiráramos dinamita a la economía.
Las consecuencias serían varias. Primero, el precio de esos activos caería estrepitosamente. Imaginen, venden todo rápido y barato... eso significa que el ahorro de los que todavía no son pensionados también valdría menos. Efectivamente, el retiro de unos pocos afecta la billetera de la mayoría. Segundo, las tasas de interés subirían por las nubes. ¿Préstamo para casa? Olvídelo. ¿Tarjeta de crédito? Prepárense para pagar más caro. Y tercero, la inflación, esa vieja conocida, volvería a picarle al bolsillo de todos.
La SUPEN, como siempre defendiendo la estabilidad, insiste en que el ROP está hecho para asegurar un futuro digno a los jubilados, no para ser un fondo de emergencia. Dicen que ceder a estas presiones sería desvirtuar el propósito del sistema y dejar al país vulnerable a una crisis financiera que, al final, nos tocaría pagar a todos con precios más altos y créditos imposibles. ¡Qué pena!
Básicamente, lo que nos quieren decir es esto: intentarle solucionar el problema del endeudamiento sacando todo el ROP puede ser como curarse con paracetamol una fractura de tibia. Alivio momentáneo, pero daño permanente. El tratamiento de fondo, aparentemente, es otro asunto que requiere estudio y paciencia – dos virtudes que parecen faltarle a nuestros políticos últimamente. Parece que nos toca sudar la camiseta buscando soluciones más sanas, aunque sean más lentas.
Entonces, aquí está mi pregunta para ustedes, mis queridos lectores: ¿Es justo priorizar la estabilidad económica a costa de las necesidades urgentes de muchas personas que luchan por salir adelante? ¿O deberíamos buscar alternativas creativas, aunque riesgosas, para ayudar a aquellos que realmente necesitan un respiro? ¿Ustedes qué opinan? Dejen sus comentarios, estoy ansioso por leerlos y ver qué tan cargado está el debate en el foro.