¡Ay, patata! El turismo en Costa Rica anda con resaca luego de un 2025 bastante movidito. Se respiraba esperanza con el regreso de los visitantes en octubre y noviembre, pero parece que las cosas no son tan color de rosa como queríamos creer. Aunque las estadísticas muestran números decentes, la realidad económica nos da un coscorrón bien seco.
Como bien saben, la temporada alta del turismo se extiende ahora hasta el 5 de abril, después de Semana Santa. Eso significa que todavía tenemos unos meses para ver si logramos recuperar terreno. Pero entre más vamos viendo, más claro queda que no basta con recibir cuánta gente; lo importante es cuánto dinero de verdad se queda circulando en nuestra economía, y ahí es donde empieza el problema.
El ICT reporta que de enero a noviembre de este año tuvimos 2.373.052 llegadas vía aérea, muy poquito abajo de las 2.383.051 del año pasado. Suena bueno en papel, ¿verdad? Pues no tanto. La clave está en el tipo de cambio, que ha estado dándole batazos al bolsillo de todos los que trabajamos en el tema turístico.
Gilberto Arguedas de Proimagen señala que, a pesar de perder algunas conexiones aéreas, hemos logrado sumar otras nuevas. Eso es positivo, indudablemente, pero no soluciona el problemón del dólar. Porque, díganlo en voz alta, ¡el pobre tipo de cambio nos está matando! Llegó a estar en ¢488,06, ¡una barbaridad! Y eso significa que los dólares que ganamos pierden valor rapidísimo al cambiarlos a colones para poder pagar las cuentas. Imaginen la bronca para los pequeños negocios, que son los que más sufren esta situación.
Bary Roberts, del CET, no se anda con rodeos: “No ha habido ningún interés del Gobierno en corregir eso, ni siquiera en tener empatía para la gente.” ¡Uy, qué bochornazo! Roberts acusa directamente al gobierno de indiferencia, diciendo que la respuesta que dan –“cámbiense de actividad”– es una falta de respeto total. Y mira tú, ¡tiene razón! Que nos digan que abandonemos nuestro brete porque el gobierno no sabe manejar la economía... ¡qué tremenda torta!
Además de la situación económica, la inseguridad sigue siendo una amenaza constante. Ya tanto Canadá como Estados Unidos han actualizado sus alertas de viaje, avisando sobre el aumento de la delincuencia. ¡Qué sal! Es difícil competir contra eso, especialmente cuando sentimos que el gobierno no está haciendo lo suficiente para solucionar el problema. Arguedas apunta que otros destinos cercanos, como México y República Dominicana, ofrecen precios mucho más accesibles, y que países asiáticos como Japón están ganando terreno entre los viajeros europeos y estadounidenses. Tenemos que ponerle empeño, ¡urgente!
Otro asunto que preocupa es la proliferación de alojamientos de corto plazo en plataformas como Airbnb. Dicen que ya superan en número a los hoteles, y muchos de ellos operan sin regulación ni pagan impuestos. ¡Eso sí que es injusto! Le quitan ventaja competitiva a los hoteleros formales, que cumplen con todas las normas. Y encima, contribuyen a inflacionar los precios, haciendo que Costa Rica sea aún menos atractiva para los visitantes.
Entonces, mi pana, la gran pregunta es: ¿Cómo le hacemos para darle un giro a esta situación? ¿Es posible que el gobierno escuche al sector turístico y tome medidas concretas para estabilizar el tipo de cambio y mejorar la seguridad? ¿O estamos condenados a ver cómo nuestros esfuerzos se van al traste por culpa de la negligencia oficial? ¡Dime tú qué piensas, compañero!
Como bien saben, la temporada alta del turismo se extiende ahora hasta el 5 de abril, después de Semana Santa. Eso significa que todavía tenemos unos meses para ver si logramos recuperar terreno. Pero entre más vamos viendo, más claro queda que no basta con recibir cuánta gente; lo importante es cuánto dinero de verdad se queda circulando en nuestra economía, y ahí es donde empieza el problema.
El ICT reporta que de enero a noviembre de este año tuvimos 2.373.052 llegadas vía aérea, muy poquito abajo de las 2.383.051 del año pasado. Suena bueno en papel, ¿verdad? Pues no tanto. La clave está en el tipo de cambio, que ha estado dándole batazos al bolsillo de todos los que trabajamos en el tema turístico.
Gilberto Arguedas de Proimagen señala que, a pesar de perder algunas conexiones aéreas, hemos logrado sumar otras nuevas. Eso es positivo, indudablemente, pero no soluciona el problemón del dólar. Porque, díganlo en voz alta, ¡el pobre tipo de cambio nos está matando! Llegó a estar en ¢488,06, ¡una barbaridad! Y eso significa que los dólares que ganamos pierden valor rapidísimo al cambiarlos a colones para poder pagar las cuentas. Imaginen la bronca para los pequeños negocios, que son los que más sufren esta situación.
Bary Roberts, del CET, no se anda con rodeos: “No ha habido ningún interés del Gobierno en corregir eso, ni siquiera en tener empatía para la gente.” ¡Uy, qué bochornazo! Roberts acusa directamente al gobierno de indiferencia, diciendo que la respuesta que dan –“cámbiense de actividad”– es una falta de respeto total. Y mira tú, ¡tiene razón! Que nos digan que abandonemos nuestro brete porque el gobierno no sabe manejar la economía... ¡qué tremenda torta!
Además de la situación económica, la inseguridad sigue siendo una amenaza constante. Ya tanto Canadá como Estados Unidos han actualizado sus alertas de viaje, avisando sobre el aumento de la delincuencia. ¡Qué sal! Es difícil competir contra eso, especialmente cuando sentimos que el gobierno no está haciendo lo suficiente para solucionar el problema. Arguedas apunta que otros destinos cercanos, como México y República Dominicana, ofrecen precios mucho más accesibles, y que países asiáticos como Japón están ganando terreno entre los viajeros europeos y estadounidenses. Tenemos que ponerle empeño, ¡urgente!
Otro asunto que preocupa es la proliferación de alojamientos de corto plazo en plataformas como Airbnb. Dicen que ya superan en número a los hoteles, y muchos de ellos operan sin regulación ni pagan impuestos. ¡Eso sí que es injusto! Le quitan ventaja competitiva a los hoteleros formales, que cumplen con todas las normas. Y encima, contribuyen a inflacionar los precios, haciendo que Costa Rica sea aún menos atractiva para los visitantes.
Entonces, mi pana, la gran pregunta es: ¿Cómo le hacemos para darle un giro a esta situación? ¿Es posible que el gobierno escuche al sector turístico y tome medidas concretas para estabilizar el tipo de cambio y mejorar la seguridad? ¿O estamos condenados a ver cómo nuestros esfuerzos se van al traste por culpa de la negligencia oficial? ¡Dime tú qué piensas, compañero!