¡Ay, Dios mío! Esto sí que cayó pesado. Imagínate, toda la UCR, campus arriba y abajo, paralizada por una amenaza de bomba... ¡y encima, a unos días de los exámenes finales! El ambiente estaba que te tragaras, pura tensión y preocupación entre estudiantes y profesores. Nadie se esperaba esto, diay.
Todo empezó con un correo electrónico, aparentemente enviado anónimamente, que llegaba directamente a las oficinas de rectoría advirtiendo sobre un supuesto ataque armado. Lo bueno es que la alerta se activó rápido, pero el susto ya estaba dado. Se tomaron la decisión, justo, de evacuar todas las sedes a lo largo del país porque, con razón o con tontería, no querían arriesgarse ni un poquito.
Y ahí entró el diputado Antonio Ortega, quien, con la información que manejaba, soltó la bomba: leyó textualmente el mensaje amenazante. Un mensaje bastante macabro, hablando de matar a gente y cosas así. Ortega no tardó en relacionarlo con el clima político que llevamos, con las denuncias contra el Presidente, con esas declaraciones de la diputada Cisneros sobre golpes de Estado… ¡un brete de situaciones tensas!
“Esperamos que sea una broma de mal gusto”, comentó Ortega, pero agregó que, viendo cómo anda el país, no sería ninguna sorpresa. Él mismo señaló la responsabilidad del gobierno y de figuras como Cisneros, argumentando que el odio que se siembra desde las curules puede terminar desembocando en actos violentos. Una vareta bien dura, sin lugar a dudas, pero con cierta lógica, vamos.
Las clases, obvio, quedaron suspendidas, y todo se trasladó a la virtualidad. Así que ahora toca agarrarle la onda a las reuniones virtuales, mientras se aclara qué pasó realmente. La UCR todavía no ha dado muchos detalles sobre las medidas de seguridad adicionales que han tomado ni cuándo esperan retomar las clases presenciales. Están tratando de mantener la calma, pero por lo que se escucha, el asunto es más serio de lo que parece.
Esto pasa en un contexto complicado, muchachos. Recordemos que hemos tenido varios incidentes similares últimamente, aunque ninguno tan impactante como este. La inseguridad ciudadana sigue siendo una preocupación constante, y estos hechos reavivan esos temores. Además, la polarización política, como bien apuntó Ortega, tampoco ayuda precisamente; al contrario, alimenta un caldo de cultivo propicio para la violencia.
Muchos se preguntan si detrás de esto hay algún grupo organizado o si simplemente se trata de un acto aislado de alguien con intenciones de causar pánico. Las autoridades ya están investigando, claro, pero hasta que no tengan pruebas concretas, cualquier especulación es puramente eso, especulaciones. De cualquier manera, el incidente ha dejado una huella importante en la comunidad universitaria, y ha puesto de manifiesto la vulnerabilidad de nuestras instituciones ante amenazas de este tipo.
La verdad, esto da que pensar, ¿no creen? Con tanto problema que tenemos en el país –la economía, la salud, la educación– ¿para qué demonios gastar energías en asustar a la gente así? Se siente como que estamos caminando sobre cáscaras de huevo, esperando que explote cualquier cosa. Ahora me pregunto, ¿creen ustedes que la clase política debería asumir más responsabilidad en calmar las aguas y promover un diálogo constructivo para evitar que situaciones como esta se repitan?
Todo empezó con un correo electrónico, aparentemente enviado anónimamente, que llegaba directamente a las oficinas de rectoría advirtiendo sobre un supuesto ataque armado. Lo bueno es que la alerta se activó rápido, pero el susto ya estaba dado. Se tomaron la decisión, justo, de evacuar todas las sedes a lo largo del país porque, con razón o con tontería, no querían arriesgarse ni un poquito.
Y ahí entró el diputado Antonio Ortega, quien, con la información que manejaba, soltó la bomba: leyó textualmente el mensaje amenazante. Un mensaje bastante macabro, hablando de matar a gente y cosas así. Ortega no tardó en relacionarlo con el clima político que llevamos, con las denuncias contra el Presidente, con esas declaraciones de la diputada Cisneros sobre golpes de Estado… ¡un brete de situaciones tensas!
“Esperamos que sea una broma de mal gusto”, comentó Ortega, pero agregó que, viendo cómo anda el país, no sería ninguna sorpresa. Él mismo señaló la responsabilidad del gobierno y de figuras como Cisneros, argumentando que el odio que se siembra desde las curules puede terminar desembocando en actos violentos. Una vareta bien dura, sin lugar a dudas, pero con cierta lógica, vamos.
Las clases, obvio, quedaron suspendidas, y todo se trasladó a la virtualidad. Así que ahora toca agarrarle la onda a las reuniones virtuales, mientras se aclara qué pasó realmente. La UCR todavía no ha dado muchos detalles sobre las medidas de seguridad adicionales que han tomado ni cuándo esperan retomar las clases presenciales. Están tratando de mantener la calma, pero por lo que se escucha, el asunto es más serio de lo que parece.
Esto pasa en un contexto complicado, muchachos. Recordemos que hemos tenido varios incidentes similares últimamente, aunque ninguno tan impactante como este. La inseguridad ciudadana sigue siendo una preocupación constante, y estos hechos reavivan esos temores. Además, la polarización política, como bien apuntó Ortega, tampoco ayuda precisamente; al contrario, alimenta un caldo de cultivo propicio para la violencia.
Muchos se preguntan si detrás de esto hay algún grupo organizado o si simplemente se trata de un acto aislado de alguien con intenciones de causar pánico. Las autoridades ya están investigando, claro, pero hasta que no tengan pruebas concretas, cualquier especulación es puramente eso, especulaciones. De cualquier manera, el incidente ha dejado una huella importante en la comunidad universitaria, y ha puesto de manifiesto la vulnerabilidad de nuestras instituciones ante amenazas de este tipo.
La verdad, esto da que pensar, ¿no creen? Con tanto problema que tenemos en el país –la economía, la salud, la educación– ¿para qué demonios gastar energías en asustar a la gente así? Se siente como que estamos caminando sobre cáscaras de huevo, esperando que explote cualquier cosa. Ahora me pregunto, ¿creen ustedes que la clase política debería asumir más responsabilidad en calmar las aguas y promover un diálogo constructivo para evitar que situaciones como esta se repitan?
