¡Ay, Dios mío! Quién iba a decir que un wey gringo nos iba a dar una lección de ética empresarial que hasta los chinos aprenderían. Graham Walker, un tipo que vendió su empresa eléctrica Fibrebond por casi dos billones de dólares, decidió hacer algo que acá en Costa Rica cuesta creerlo: compartió una buena parte de la ganancia con sus empleados. ¡Una jugada maestra, diay!
La empresa, ubicada en Louisiana, fue comprada por Eaton, una multinacional enorme, y la movida de Walker se dio justo después de cerrar trato. Resulta que puso una condición: el 15% del valor de la venta se distribuiría entre los empleados que siguieran trabajando ahí. Imagínate, ¡más de 240 millones de dólares divididos entre unos 540 trabajadores! Parece sacado de un cuento, pero es verdad.
Y ojo, que esto no es un cuento de hadas recién salido del horno. Fibrebond tuvo sus altos y bajos, como cualquier brete. Su papá, Claud Walker, fundó la empresa en 1982, y tuvieron que luchar contra varios problemas: un incendio que los dejó tirados en 1998 y luego la crisis del 2000 que los golpeó duro, obligándolos a despedir gente y apretarse el cinturón. Pero nunca se rindieron, ¡ese es el espíritu tico, vamos!
Pero el boom llegó en la última década, cuando Fibrebond empezó a enfocarse en la infraestructura para centros de datos y sistemas eléctricos complejos. Justo cuando la inteligencia artificial estaba explotando y los centros de datos necesitaban energía como agua, ellos estaban listos. ¡Un chute de suerte, maquina!, combinado con visión y trabajo duro, claro.
Ahora, imagínate la cara de esos empleados cuando les dijeron que iban a recibir una bonificación de casi medio millón de dólares, ¡ufff, qué susto! Algunos pensaron que era broma, otros que había gato encerrado. Pero resultó ser cierto, y ahora algunos ya están pagando deudas, estudiando a sus hijos o pensando en una jubilación tranquila. ¡Se merecían ese regalazo, sin duda alguna!
Este caso nos hace pensar, ¿no creen? En un mundo donde los dueños de las empresas se llevan la gran mayoría de las ganancias, resulta refrescante ver a alguien que decide darle algo a quienes realmente hacen que el negocio funcione. Porque, seamos honestos, sin los trabajadores, esas empresas no valdrían ni la pena.
En Costa Rica, donde andamos buscando cómo mejorar las condiciones laborales y reducir la desigualdad, este ejemplo puede servir de inspiración. Aunque sabemos que no todas las empresas pueden o quieren hacer lo mismo, demuestra que es posible construir un modelo de negocios más justo y equitativo. Una vara para reflexionar, ¿eh?
Con todo esto, me queda una pregunta candela para ustedes, mis panas del Foro: ¿Creen que más empresarios deberían seguir el ejemplo de Graham Walker y compartir las ganancias con sus empleados? ¿Es una utopía o una necesidad para construir una sociedad más justa? ¡Déjenme sus opiniones abajo y a ver qué sale de este debate!
La empresa, ubicada en Louisiana, fue comprada por Eaton, una multinacional enorme, y la movida de Walker se dio justo después de cerrar trato. Resulta que puso una condición: el 15% del valor de la venta se distribuiría entre los empleados que siguieran trabajando ahí. Imagínate, ¡más de 240 millones de dólares divididos entre unos 540 trabajadores! Parece sacado de un cuento, pero es verdad.
Y ojo, que esto no es un cuento de hadas recién salido del horno. Fibrebond tuvo sus altos y bajos, como cualquier brete. Su papá, Claud Walker, fundó la empresa en 1982, y tuvieron que luchar contra varios problemas: un incendio que los dejó tirados en 1998 y luego la crisis del 2000 que los golpeó duro, obligándolos a despedir gente y apretarse el cinturón. Pero nunca se rindieron, ¡ese es el espíritu tico, vamos!
Pero el boom llegó en la última década, cuando Fibrebond empezó a enfocarse en la infraestructura para centros de datos y sistemas eléctricos complejos. Justo cuando la inteligencia artificial estaba explotando y los centros de datos necesitaban energía como agua, ellos estaban listos. ¡Un chute de suerte, maquina!, combinado con visión y trabajo duro, claro.
Ahora, imagínate la cara de esos empleados cuando les dijeron que iban a recibir una bonificación de casi medio millón de dólares, ¡ufff, qué susto! Algunos pensaron que era broma, otros que había gato encerrado. Pero resultó ser cierto, y ahora algunos ya están pagando deudas, estudiando a sus hijos o pensando en una jubilación tranquila. ¡Se merecían ese regalazo, sin duda alguna!
Este caso nos hace pensar, ¿no creen? En un mundo donde los dueños de las empresas se llevan la gran mayoría de las ganancias, resulta refrescante ver a alguien que decide darle algo a quienes realmente hacen que el negocio funcione. Porque, seamos honestos, sin los trabajadores, esas empresas no valdrían ni la pena.
En Costa Rica, donde andamos buscando cómo mejorar las condiciones laborales y reducir la desigualdad, este ejemplo puede servir de inspiración. Aunque sabemos que no todas las empresas pueden o quieren hacer lo mismo, demuestra que es posible construir un modelo de negocios más justo y equitativo. Una vara para reflexionar, ¿eh?
Con todo esto, me queda una pregunta candela para ustedes, mis panas del Foro: ¿Creen que más empresarios deberían seguir el ejemplo de Graham Walker y compartir las ganancias con sus empleados? ¿Es una utopía o una necesidad para construir una sociedad más justa? ¡Déjenme sus opiniones abajo y a ver qué sale de este debate!