¡Ay, Dios mío, qué vara! Aquí en Costa Rica siempre tenemos para darle candela al cotilleo, pero ahora el juego se puso serio. Apareció en la red un invento que está quemando la paciencia de varios y, encima, podría traerles abogados pisoteándoles la puerta. Hablamos del Registro Nacional de Infieles (RNDI), una página que, según dicen, saca a la luz los ‘secretillos’ de parejas y relaciones.
La cosa empezó como un rumor en WhatsApp, luego explotó en Facebook e Instagram. Ya todos los conocidos están compartiendo el link, como si fuera el último chuche. Pero ojo, porque este brete no es como echar una mirada rápida al gossipeo de revista; estamos hablando de ponerle nombre y apellido a gente, publicar datos personales y hasta dónde trabajan. ¡Qué chimba, pero qué riesgo!
El funcionamiento es más fácil que pelar platano. Entras a la página, te dices anonimamente 'yo', rellenas unos datos (nombre, edad, ciudad, hasta teléfono y correo si te animas), cuentas la historia y ¡pum!, tu reporte sale publicado para que todo el mundo lo vea. Hasta ahora, la plataforma ya lleva cerca de diez mil casos registrados, algunos provenientes de otros países, pero aquí en Costa Rica la cosa va ganando fuerza como pura vida. Imagínate la bronca.
Pero aquí viene el detalle jugoso, el que le quema la tostada a los abogados: los dueños de la página se escudan detrás de un descargo de responsabilidad que dice que todo es “contenido ficticio”. ¡Pero a quién le va a creer así?! Un abogado penalista de por acá, con toda la razón, me dijo que eso es como intentar tapar el sol con la mano. Pedirle a la gente que diga nombres verdaderos, datos precisos y lugares de trabajo deja muy claro que estamos cruzando la línea entre la ficción y el daño a la reputación de alguien.
Y es que, en nuestro amado Costa Rica, esto podría considerarse delitos contra el honor: injurias, calumnias o difamación. Además, viola la Ley de Protección de Datos Personales (Ley 8968). Esto significa que cualquiera que publique información pensando que es anónimo podría verse rastreado fácilmente si alguien decide demandar. ¡Imagínate tener que explicarle a un juez por qué decidiste exhibir los trapos sucios de alguien en internet!
Ahora bien, ¿qué hago si mi nombre aparece ahí? Bueno, la página ofrece un botón de “baja”, pero no esperes que funcione como magia. Primero, tienes que reportar el caso. Luego, un equipo de moderadores (cuya identidad, convenientemente, nadie conoce) revisa tu solicitud. Si ellos deciden que no hay “infracciones” a sus normas internas (que seguramente tienen más agujeros que queso suizo), mantendrán tu información publicada. Si les parece que hay algo raro, prometen borrarla. Pero, vamos, confiando en esos tipos yo no dejaría el hueso.
Más allá de lo legal, este fenómeno refleja una tendencia preocupante: la digitalización del “chisme de pueblo”. Esta página web está monetizando la curiosidad morbosa de la gente, creando un improvisado tribunal popular sin siquiera darle al afectado la oportunidad de defenderse. Mi consejo, como siempre, es que si quieres leer, lee por placer, pero piénsalo dos veces antes de subir cualquier dato de otra persona. Una venganza de cinco minutos en internet puede costarte un buen dineral en los tribunales de Goicoechea... y muchas noches de insomnio por el estrés.
Así que dime, tú, ¿crees que este tipo de plataformas deberían prohibirse totalmente, o es simplemente una válvula de escape para la frustración? ¿Será que estamos perdiendo la noción del respeto y la privacidad en la era digital?
La cosa empezó como un rumor en WhatsApp, luego explotó en Facebook e Instagram. Ya todos los conocidos están compartiendo el link, como si fuera el último chuche. Pero ojo, porque este brete no es como echar una mirada rápida al gossipeo de revista; estamos hablando de ponerle nombre y apellido a gente, publicar datos personales y hasta dónde trabajan. ¡Qué chimba, pero qué riesgo!
El funcionamiento es más fácil que pelar platano. Entras a la página, te dices anonimamente 'yo', rellenas unos datos (nombre, edad, ciudad, hasta teléfono y correo si te animas), cuentas la historia y ¡pum!, tu reporte sale publicado para que todo el mundo lo vea. Hasta ahora, la plataforma ya lleva cerca de diez mil casos registrados, algunos provenientes de otros países, pero aquí en Costa Rica la cosa va ganando fuerza como pura vida. Imagínate la bronca.
Pero aquí viene el detalle jugoso, el que le quema la tostada a los abogados: los dueños de la página se escudan detrás de un descargo de responsabilidad que dice que todo es “contenido ficticio”. ¡Pero a quién le va a creer así?! Un abogado penalista de por acá, con toda la razón, me dijo que eso es como intentar tapar el sol con la mano. Pedirle a la gente que diga nombres verdaderos, datos precisos y lugares de trabajo deja muy claro que estamos cruzando la línea entre la ficción y el daño a la reputación de alguien.
Y es que, en nuestro amado Costa Rica, esto podría considerarse delitos contra el honor: injurias, calumnias o difamación. Además, viola la Ley de Protección de Datos Personales (Ley 8968). Esto significa que cualquiera que publique información pensando que es anónimo podría verse rastreado fácilmente si alguien decide demandar. ¡Imagínate tener que explicarle a un juez por qué decidiste exhibir los trapos sucios de alguien en internet!
Ahora bien, ¿qué hago si mi nombre aparece ahí? Bueno, la página ofrece un botón de “baja”, pero no esperes que funcione como magia. Primero, tienes que reportar el caso. Luego, un equipo de moderadores (cuya identidad, convenientemente, nadie conoce) revisa tu solicitud. Si ellos deciden que no hay “infracciones” a sus normas internas (que seguramente tienen más agujeros que queso suizo), mantendrán tu información publicada. Si les parece que hay algo raro, prometen borrarla. Pero, vamos, confiando en esos tipos yo no dejaría el hueso.
Más allá de lo legal, este fenómeno refleja una tendencia preocupante: la digitalización del “chisme de pueblo”. Esta página web está monetizando la curiosidad morbosa de la gente, creando un improvisado tribunal popular sin siquiera darle al afectado la oportunidad de defenderse. Mi consejo, como siempre, es que si quieres leer, lee por placer, pero piénsalo dos veces antes de subir cualquier dato de otra persona. Una venganza de cinco minutos en internet puede costarte un buen dineral en los tribunales de Goicoechea... y muchas noches de insomnio por el estrés.
Así que dime, tú, ¿crees que este tipo de plataformas deberían prohibirse totalmente, o es simplemente una válvula de escape para la frustración? ¿Será que estamos perdiendo la noción del respeto y la privacidad en la era digital?
