¡Ay, Dios mío! Quién iba a decir que íbamos a terminar el año con tanto susto. Según los datos del cuerpo de bomberos, 2025 se quedó grabado a fuego en la memoria colectiva – literalmente – como el año con más fatalidades por incendio desde 2018. Estamos hablando de 25 vidas perdidas, un número que nos golpea duro y nos obliga a preguntarnos qué estamos haciendo mal.
Para ponerle pausa, la cosa va así: desde 2018 hemos tenido años mejores, sí, pero 2025 le quitó el puesto a todos los anteriores. En 2018 tuvimos 31 fallecidos, pero luego bajamos hasta llegar a tan solo 8 en 2022. Luego un pequeño repunte con 9 en 2023 y un escalofriante 15 en 2024, pero este año… este año, los números hablan por sí solos y no pintan nada bueno. Las estadísticas frías revelan la triste realidad.
Lo que realmente puso a temblar a todo el país fueron las tragedias puntuales. No fueron incendios pequeños, ni accidentes domésticos menores. Hablamos de eventos que dejaron marcadas a familias enteras y titulares impactantes en todos los medios. El 27 de julio en Desamparados, tres angelitos y una madre... un dolor inmenso. Luego, el hotel Oriente en San José, cinco personas que iban camino a sus sueños y se encontraron con las llamas. ¡Qué pesar!
Y para rematar, otro incidente desgarrador el 17 de diciembre en Zapote, también en San José. Tres niños y un adulto, víctimas de un incendio cuyas causas aún están siendo investigadas. Esto, suma a la angustia generalizada y demuestra que la prevención no está llegando a todos los rincones del país. Necesitamos una campaña masiva, que llegue a la gente directamente, sobre cómo prevenir estos siniestros.
Expertos consultados señalan que la sequía prolongada que hemos vivido este año jugó un papel importante en la propagación de los incendios forestales, que a su vez, pueden generar cortocircuitos y otros incidentes. Además, la antigüedad de algunas instalaciones eléctricas y la falta de mantenimiento en viviendas y comercios son factores que contribuyen a aumentar el riesgo. Claro que esto no justifica nada; es una explicación, no una excusa.
Otro punto preocupante es la capacitación de la población en temas de seguridad contra incendios. Muchos hogares carecen de detectores de humo, extintores y planes de evacuación claros. Los vecinos se ven pillados de sorpresa y la reacción ante un incendio puede ser caótica. La educación preventiva, desde las escuelas hasta los barrios, es clave para evitar futuras tragedias. Hay que darle prioridad a esto, porque lamentablemente, los cuerpos de bomberos no pueden estar presentes en todas partes a la vez.
Desde el cuerpo de bomberos ya han manifestado su preocupación y han solicitado mayor apoyo gubernamental para fortalecer sus recursos humanos y materiales. También enfatizan la necesidad de coordinar esfuerzos con otras instituciones, como el Ministerio de Educación y la Cruz Roja, para llevar a cabo campañas de concientización efectivas. La verdad, estamos viendo que esto necesita urgentes soluciones, y no esperar a que el próximo año sea igual o peor. Estamos jugando con fuego, literalmente.
En fin, este 2025 nos deja una lección muy dura: la seguridad contra incendios no es un tema menor. Es una responsabilidad compartida que involucra al gobierno, a las empresas y, sobre todo, a cada uno de nosotros. Entonces, ¿ustedes creen que las campañas de prevención actuales son suficientes para cambiar la tendencia y evitar que el 2026 sea otro año negro para nuestra seguridad?
Para ponerle pausa, la cosa va así: desde 2018 hemos tenido años mejores, sí, pero 2025 le quitó el puesto a todos los anteriores. En 2018 tuvimos 31 fallecidos, pero luego bajamos hasta llegar a tan solo 8 en 2022. Luego un pequeño repunte con 9 en 2023 y un escalofriante 15 en 2024, pero este año… este año, los números hablan por sí solos y no pintan nada bueno. Las estadísticas frías revelan la triste realidad.
Lo que realmente puso a temblar a todo el país fueron las tragedias puntuales. No fueron incendios pequeños, ni accidentes domésticos menores. Hablamos de eventos que dejaron marcadas a familias enteras y titulares impactantes en todos los medios. El 27 de julio en Desamparados, tres angelitos y una madre... un dolor inmenso. Luego, el hotel Oriente en San José, cinco personas que iban camino a sus sueños y se encontraron con las llamas. ¡Qué pesar!
Y para rematar, otro incidente desgarrador el 17 de diciembre en Zapote, también en San José. Tres niños y un adulto, víctimas de un incendio cuyas causas aún están siendo investigadas. Esto, suma a la angustia generalizada y demuestra que la prevención no está llegando a todos los rincones del país. Necesitamos una campaña masiva, que llegue a la gente directamente, sobre cómo prevenir estos siniestros.
Expertos consultados señalan que la sequía prolongada que hemos vivido este año jugó un papel importante en la propagación de los incendios forestales, que a su vez, pueden generar cortocircuitos y otros incidentes. Además, la antigüedad de algunas instalaciones eléctricas y la falta de mantenimiento en viviendas y comercios son factores que contribuyen a aumentar el riesgo. Claro que esto no justifica nada; es una explicación, no una excusa.
Otro punto preocupante es la capacitación de la población en temas de seguridad contra incendios. Muchos hogares carecen de detectores de humo, extintores y planes de evacuación claros. Los vecinos se ven pillados de sorpresa y la reacción ante un incendio puede ser caótica. La educación preventiva, desde las escuelas hasta los barrios, es clave para evitar futuras tragedias. Hay que darle prioridad a esto, porque lamentablemente, los cuerpos de bomberos no pueden estar presentes en todas partes a la vez.
Desde el cuerpo de bomberos ya han manifestado su preocupación y han solicitado mayor apoyo gubernamental para fortalecer sus recursos humanos y materiales. También enfatizan la necesidad de coordinar esfuerzos con otras instituciones, como el Ministerio de Educación y la Cruz Roja, para llevar a cabo campañas de concientización efectivas. La verdad, estamos viendo que esto necesita urgentes soluciones, y no esperar a que el próximo año sea igual o peor. Estamos jugando con fuego, literalmente.
En fin, este 2025 nos deja una lección muy dura: la seguridad contra incendios no es un tema menor. Es una responsabilidad compartida que involucra al gobierno, a las empresas y, sobre todo, a cada uno de nosotros. Entonces, ¿ustedes creen que las campañas de prevención actuales son suficientes para cambiar la tendencia y evitar que el 2026 sea otro año negro para nuestra seguridad?
