¡Ay, Dios mío! Se armó un relajo, mi gente. El reporte de World Weather Attribution (WWA) cayó como balde de agua fría y nos recordó que el cambio climático no es cuento chino, ni preocupación para nuestros nietos. El 2025 va camino a ser recordado como uno de los peores, si no el peor, en cuanto a eventos climáticos extremos, y eso que todavía estamos sacudiendo las telarañas del 2024.
Este informe, que viene de unos científicos pesados a nivel mundial, nos pinta un panorama bien sombrío. Dice que tuvimos olas de calor que te derriten el asfalto, sequías que dejan los ríos más secos que el chiste de un político, inundaciones que arrasan con todo a su paso, tormentas que parecen sacadas de película de terror y fuegos que consumen bosques enteros. Y lo peor es que esto no es pasajero; parece que estamos entrando en una espiral de eventos cada vez más violentos y frecuentes. ¡Qué bronca!
Lo que más me preocupa, y creo que debería preocuparnos a todos, es que el informe dice que ya hay muchísima gente llegando a sus límites, hartos de aguantar estos desastres. Gente que vive en lugares precarios, que no tienen dónde meter la cabeza cuando el río se sale, que pierden sus cosechas y su fuente de ingresos porque la tierra se seca. Países que intentan ponerle parche a la situación, pero simplemente no alcanzan con las medidas que han tomado hasta ahora. Es como tratar de taparle agujeros a una balsa con cinta adhesiva mientras va zafándose a pedazos en medio del mar embravecido.
El dato más escalofriante es que, a pesar de tener La Niña (que suele bajar las temperaturas), el 2025 entró fácilmente entre los tres años más calurosos jamás registrados. ¡Imagínate cómo sería si no tuviera esa influencia! Y parece que vamos camino a superar los 1.5°C del Acuerdo de París, ese tope que nos habíamos puesto para evitar lo peor. Cada décima de grado extra cuenta, y los impactos se sienten con crudeza: calor más intenso, tormentas más fuertes, sequías más largas… ¡Una verdadera pelada!
América Latina está recibiendo un golpe durísimo, y no soy yo quien lo dice, sino el mismo informe. De los 22 eventos extremos que analizaron, siete pasaron en nuestra región. Calorón infernal en México y Argentina, donde se demostró que el calentamiento global hizo que esas olas de calor fueran mucho más comunes y peligrosas. En Brasil, regiones enteras sufrieron sequías épicas, con consecuencias terribles para la agricultura y el suministro de agua. ¡Qué sal!
Pero la cosa no termina ahí. Lo que me puso paloteando fue que muchos países de Latinoamérica carecen de la información necesaria para entender realmente qué está pasando y cómo protegerse. Falta de datos meteorológicos confiables, modelos climáticos deficientes... Es como querer pelear una batalla a ciegas. Esto no significa que los problemas sean menos reales, pero sí dificulta tomar decisiones informadas y conseguir ayuda desde afuera. Pareciera que a veces la burocracia nos juega una mala pasada, justo cuando más necesitamos echarle ganas.
Los números hablan por sí solos: 157 eventos climáticos extremos con impacto humanitario en 2025, y 17 de ellos con una clara huella del cambio climático. Algunas olas de calor fueron hasta diez veces más probables de lo que eran en 2015. Theodore Keeping, de Imperial College London, nos soltó la bomba: “Estamos en una nueva era de clima extremo y peligroso.” Y Sjoukje Philip, del Instituto Meteorológico Real de los Países Bajos, añadió: “Estamos entrando en una nueva era de extremos climáticos, donde lo que antes era una anomalía se está convirtiendo rápidamente en la norma”.
Ahora, mi gente, acá les dejo la reflexión: Con tanta noticia terrible sobre el futuro del clima, ¿cree usted que los políticos de Costa Rica están haciendo lo suficiente para prepararnos para lo que viene? ¿O seguimos tragándonos promesas vacías mientras el planeta se calienta a toda máquina?
Este informe, que viene de unos científicos pesados a nivel mundial, nos pinta un panorama bien sombrío. Dice que tuvimos olas de calor que te derriten el asfalto, sequías que dejan los ríos más secos que el chiste de un político, inundaciones que arrasan con todo a su paso, tormentas que parecen sacadas de película de terror y fuegos que consumen bosques enteros. Y lo peor es que esto no es pasajero; parece que estamos entrando en una espiral de eventos cada vez más violentos y frecuentes. ¡Qué bronca!
Lo que más me preocupa, y creo que debería preocuparnos a todos, es que el informe dice que ya hay muchísima gente llegando a sus límites, hartos de aguantar estos desastres. Gente que vive en lugares precarios, que no tienen dónde meter la cabeza cuando el río se sale, que pierden sus cosechas y su fuente de ingresos porque la tierra se seca. Países que intentan ponerle parche a la situación, pero simplemente no alcanzan con las medidas que han tomado hasta ahora. Es como tratar de taparle agujeros a una balsa con cinta adhesiva mientras va zafándose a pedazos en medio del mar embravecido.
El dato más escalofriante es que, a pesar de tener La Niña (que suele bajar las temperaturas), el 2025 entró fácilmente entre los tres años más calurosos jamás registrados. ¡Imagínate cómo sería si no tuviera esa influencia! Y parece que vamos camino a superar los 1.5°C del Acuerdo de París, ese tope que nos habíamos puesto para evitar lo peor. Cada décima de grado extra cuenta, y los impactos se sienten con crudeza: calor más intenso, tormentas más fuertes, sequías más largas… ¡Una verdadera pelada!
América Latina está recibiendo un golpe durísimo, y no soy yo quien lo dice, sino el mismo informe. De los 22 eventos extremos que analizaron, siete pasaron en nuestra región. Calorón infernal en México y Argentina, donde se demostró que el calentamiento global hizo que esas olas de calor fueran mucho más comunes y peligrosas. En Brasil, regiones enteras sufrieron sequías épicas, con consecuencias terribles para la agricultura y el suministro de agua. ¡Qué sal!
Pero la cosa no termina ahí. Lo que me puso paloteando fue que muchos países de Latinoamérica carecen de la información necesaria para entender realmente qué está pasando y cómo protegerse. Falta de datos meteorológicos confiables, modelos climáticos deficientes... Es como querer pelear una batalla a ciegas. Esto no significa que los problemas sean menos reales, pero sí dificulta tomar decisiones informadas y conseguir ayuda desde afuera. Pareciera que a veces la burocracia nos juega una mala pasada, justo cuando más necesitamos echarle ganas.
Los números hablan por sí solos: 157 eventos climáticos extremos con impacto humanitario en 2025, y 17 de ellos con una clara huella del cambio climático. Algunas olas de calor fueron hasta diez veces más probables de lo que eran en 2015. Theodore Keeping, de Imperial College London, nos soltó la bomba: “Estamos en una nueva era de clima extremo y peligroso.” Y Sjoukje Philip, del Instituto Meteorológico Real de los Países Bajos, añadió: “Estamos entrando en una nueva era de extremos climáticos, donde lo que antes era una anomalía se está convirtiendo rápidamente en la norma”.
Ahora, mi gente, acá les dejo la reflexión: Con tanta noticia terrible sobre el futuro del clima, ¿cree usted que los políticos de Costa Rica están haciendo lo suficiente para prepararnos para lo que viene? ¿O seguimos tragándonos promesas vacías mientras el planeta se calienta a toda máquina?
