¡Ay, Dios mío! Esto sí que es una vara grande, mi gente. Parece que la jugada maestra de Heineken está a punto de hacerse realidad. Este martes, los accionistas de FIFCO van a decidir si le damos el visto bueno a la venta del 75% de sus operaciones a la compañía cervecera holandesa. Así nomás, de un plumazo, cambiando las manos de prácticamente todas las marcas que nos acompañan desde siempre. Un cambio que, sinceramente, da un poquito de cosita.
Si nos ponemos a recordar, FIFCO ha sido una institución en Costa Rica. Desde sus inicios en la producción de café y azúcar, hasta convertirse en el gigante que conocemos hoy, diversificándose en bebidas, alimentos y ventas al detal. Ha pasado por tantas cosas, tantos bretes, que ya casi parece parte del paisaje nacional. Ahora, de pronto, estamos viendo cómo gran parte de eso va a parar a unas oficinas en Holanda. ¡Qué momento!
La asamblea general extraordinaria de accionistas, que se va a llevar a cabo este martes 7 de octubre – dicen que en modo híbrido porque ahora todos quieren andar modernitos – tiene en la agenda única y exclusivamente este tema: aprobar la venta a Heineken B.V., o a alguna otra empresa hermana que ellos digan. Un acuerdo valuado en $3.250 millones, pa’ que se hagan una idea. Una suma considerable, digo yo.
Para entrar a la asamblea, hay que estar debidamente acreditado, claro. No pueden meterle a cualquiera, pues se trata de temas muy serios. Con 2.194 accionistas repartidos entre 858.634.151 acciones comunes, se espera que la votación sea apretada. La Junta Directiva ya dio su visto bueno, pero la decisión final recae en estos señores y señoras que tienen las acciones. Imagínate el papeleo, el diay que deben tener para revisar todo eso.
La transacción, como les decía, abarca los negocios de bebidas – ahí entran las sodas, cervezas, aguas –, alimentos y la parte de ventas al detal. Todo esto en Costa Rica, Guatemala, México, Nicaragua y Panamá. Así que no es un churrito pequeño, sino una movida que afecta a varios países de la región. Se rumorea que el cierre de la operación podría darse durante el primer semestre del próximo año, a ver si cumplen con lo dicho.
Muchos se preguntan qué significa esto para nosotros, los consumidores. ¿Van a cambiar las recetas de nuestras sodas favoritas? ¿Van a subir los precios? ¿Vamos a empezar a ver más productos de Heineken en los anaqueles? Son preguntas válidas, porque a fin de cuentas, esto impacta directamente nuestro bolsillo y nuestros gustos. Algunos expertos opinan que la competencia se fortalecerá, otros temen que se empiece a perder la identidad local de los productos.
Desde el punto de vista económico, sin embargo, parece que la inyección de capital puede impulsar el crecimiento de la industria y generar nuevas oportunidades laborales. Pero también existe la preocupación de que algunas empresas locales no puedan competir con el poderío financiero de Heineken. En definitiva, es un panorama complejo y lleno de interrogantes. Uno entiende que el negocio es el negocio, pero también da pena que pierdamos un pedacito de nuestra historia y tradición. Ya saben, FIFCO era más que una empresa; era parte de nosotros, como gallito y pipa.
Ahora bien, dejando de lado los tecnicismos y las proyecciones económicas, me pregunto: ¿Ustedes creen que esta venta marca el fin de una era para Costa Rica? ¿Deberíamos haber hecho algo diferente para evitar que FIFCO pasara a manos extranjeras? ¡Déjenme saber sus opiniones en el foro! Quiero leer lo que piensa la pura gente sobre esta movida tan importante.
Si nos ponemos a recordar, FIFCO ha sido una institución en Costa Rica. Desde sus inicios en la producción de café y azúcar, hasta convertirse en el gigante que conocemos hoy, diversificándose en bebidas, alimentos y ventas al detal. Ha pasado por tantas cosas, tantos bretes, que ya casi parece parte del paisaje nacional. Ahora, de pronto, estamos viendo cómo gran parte de eso va a parar a unas oficinas en Holanda. ¡Qué momento!
La asamblea general extraordinaria de accionistas, que se va a llevar a cabo este martes 7 de octubre – dicen que en modo híbrido porque ahora todos quieren andar modernitos – tiene en la agenda única y exclusivamente este tema: aprobar la venta a Heineken B.V., o a alguna otra empresa hermana que ellos digan. Un acuerdo valuado en $3.250 millones, pa’ que se hagan una idea. Una suma considerable, digo yo.
Para entrar a la asamblea, hay que estar debidamente acreditado, claro. No pueden meterle a cualquiera, pues se trata de temas muy serios. Con 2.194 accionistas repartidos entre 858.634.151 acciones comunes, se espera que la votación sea apretada. La Junta Directiva ya dio su visto bueno, pero la decisión final recae en estos señores y señoras que tienen las acciones. Imagínate el papeleo, el diay que deben tener para revisar todo eso.
La transacción, como les decía, abarca los negocios de bebidas – ahí entran las sodas, cervezas, aguas –, alimentos y la parte de ventas al detal. Todo esto en Costa Rica, Guatemala, México, Nicaragua y Panamá. Así que no es un churrito pequeño, sino una movida que afecta a varios países de la región. Se rumorea que el cierre de la operación podría darse durante el primer semestre del próximo año, a ver si cumplen con lo dicho.
Muchos se preguntan qué significa esto para nosotros, los consumidores. ¿Van a cambiar las recetas de nuestras sodas favoritas? ¿Van a subir los precios? ¿Vamos a empezar a ver más productos de Heineken en los anaqueles? Son preguntas válidas, porque a fin de cuentas, esto impacta directamente nuestro bolsillo y nuestros gustos. Algunos expertos opinan que la competencia se fortalecerá, otros temen que se empiece a perder la identidad local de los productos.
Desde el punto de vista económico, sin embargo, parece que la inyección de capital puede impulsar el crecimiento de la industria y generar nuevas oportunidades laborales. Pero también existe la preocupación de que algunas empresas locales no puedan competir con el poderío financiero de Heineken. En definitiva, es un panorama complejo y lleno de interrogantes. Uno entiende que el negocio es el negocio, pero también da pena que pierdamos un pedacito de nuestra historia y tradición. Ya saben, FIFCO era más que una empresa; era parte de nosotros, como gallito y pipa.
Ahora bien, dejando de lado los tecnicismos y las proyecciones económicas, me pregunto: ¿Ustedes creen que esta venta marca el fin de una era para Costa Rica? ¿Deberíamos haber hecho algo diferente para evitar que FIFCO pasara a manos extranjeras? ¡Déjenme saber sus opiniones en el foro! Quiero leer lo que piensa la pura gente sobre esta movida tan importante.
