¡Ay, Dios mío! Aquí estamos otra vez, hablando de plata y cómo el gobierno quiere sacarle hasta el último colón a nosotros, los trabajadores. Parece que el Índice de Tax Foundation no perdona y nos puso bien arriba en la lista de países con los impuestos sobre utilidades más elevados del mundo. ¿Se imaginan eso? Entre los que más le aprietan a las empresas… ¡y eso se nota en el bolsillo!
Según los datos de estos gringos de Tax Foundation, estamos rondando un 30% de impuesto sobre utilidades. Eso sí, ¡qué carga!, porque ni siquiera con ese juguito somos líderes en nada. Estamos por encima del promedio mundial – que ya es bastante –, y superamos incluso a países de la OCDE como Suecia, Dinamarca y compañía. Imaginen las empresas, esos puros que intentan echarle ganas, sintiéndose como si estuvieran corriendo una maratón cuesta arriba con lastre.
Y la cosa no pinta muy bonita, chunches. Resulta que mientras tanto, el Ministerio de Hacienda anda reforzando los controles tributarios a diestra y siniestra. Facturación electrónica más dura, vigilando hasta el SINPE Móvil, creando plataformas nuevas como TRIBU-CR... ¡Parece que quieren atrapar hasta la mosca! Pero a ver, ¿para qué tantos controles si seguimos siendo de los que más cobran? Me da la impresión de que están tratando de tapar el sol con la mano.
Gabriel Zamora Baudrit, un abogado tributario que sabe lo que habla, nos dice que esto es un problemón estructural. Según él, la combinación de tanta fiscalización y la falta de incentivos hace que Costa Rica no sea precisamente el destino favorito para la inversión. “Es como si le dijéramos a los inversionistas ‘vengan, pero prepárense para pagar mucho’”, explica. ¡Qué despiche!
Lo peor de todo es que esta situación limita la competitividad, fomenta la evasión – y créanme, hay quien se anima a buscarle la vuelta – y dificulta que las empresas puedan reinvertir sus ganancias. En lugar de crear empleos nuevos y hacer crecer la economía, prefieren agarrarle miedo y llevarse la plata afuera. ¡Y ahí nos quedamos nosotros, pegao’ en este brete!
Si seguimos así, amigos, no me extrañaría que perdiéramos terreno frente a otros países que sí están apostando por incentivar el crecimiento y atraer inversiones. Países que van viento en popa en tecnología, servicios y manufactura avanzada, mientras nosotros andamos batallando con un sistema tributario que parece diseñado para frenarnos.
No quiero sonar alarmista, pero esto puede tener consecuencias graves a largo plazo. Una brecha de competitividad cada vez mayor significa menos oportunidades para los jóvenes, menos empleos dignos y una economía estancada. Y luego vamos a andar llorando porque no conseguimos trabajo o porque los precios siguen subiendo. ¡Pero mira vos!
Ahora me pregunto, chunches: ¿cree usted que el gobierno debería replantearse la política tributaria y empezar a ofrecer incentivos reales para impulsar la inversión y el crecimiento económico, o piensa que seguir apretándole a las empresas es la solución? ¡Dejen sus opiniones en el foro, estoy que leo!
Según los datos de estos gringos de Tax Foundation, estamos rondando un 30% de impuesto sobre utilidades. Eso sí, ¡qué carga!, porque ni siquiera con ese juguito somos líderes en nada. Estamos por encima del promedio mundial – que ya es bastante –, y superamos incluso a países de la OCDE como Suecia, Dinamarca y compañía. Imaginen las empresas, esos puros que intentan echarle ganas, sintiéndose como si estuvieran corriendo una maratón cuesta arriba con lastre.
Y la cosa no pinta muy bonita, chunches. Resulta que mientras tanto, el Ministerio de Hacienda anda reforzando los controles tributarios a diestra y siniestra. Facturación electrónica más dura, vigilando hasta el SINPE Móvil, creando plataformas nuevas como TRIBU-CR... ¡Parece que quieren atrapar hasta la mosca! Pero a ver, ¿para qué tantos controles si seguimos siendo de los que más cobran? Me da la impresión de que están tratando de tapar el sol con la mano.
Gabriel Zamora Baudrit, un abogado tributario que sabe lo que habla, nos dice que esto es un problemón estructural. Según él, la combinación de tanta fiscalización y la falta de incentivos hace que Costa Rica no sea precisamente el destino favorito para la inversión. “Es como si le dijéramos a los inversionistas ‘vengan, pero prepárense para pagar mucho’”, explica. ¡Qué despiche!
Lo peor de todo es que esta situación limita la competitividad, fomenta la evasión – y créanme, hay quien se anima a buscarle la vuelta – y dificulta que las empresas puedan reinvertir sus ganancias. En lugar de crear empleos nuevos y hacer crecer la economía, prefieren agarrarle miedo y llevarse la plata afuera. ¡Y ahí nos quedamos nosotros, pegao’ en este brete!
Si seguimos así, amigos, no me extrañaría que perdiéramos terreno frente a otros países que sí están apostando por incentivar el crecimiento y atraer inversiones. Países que van viento en popa en tecnología, servicios y manufactura avanzada, mientras nosotros andamos batallando con un sistema tributario que parece diseñado para frenarnos.
No quiero sonar alarmista, pero esto puede tener consecuencias graves a largo plazo. Una brecha de competitividad cada vez mayor significa menos oportunidades para los jóvenes, menos empleos dignos y una economía estancada. Y luego vamos a andar llorando porque no conseguimos trabajo o porque los precios siguen subiendo. ¡Pero mira vos!
Ahora me pregunto, chunches: ¿cree usted que el gobierno debería replantearse la política tributaria y empezar a ofrecer incentivos reales para impulsar la inversión y el crecimiento económico, o piensa que seguir apretándole a las empresas es la solución? ¡Dejen sus opiniones en el foro, estoy que leo!
