¡Ay, Dios mío! Esto se puso feísimo, chango. Las escuelas y colegios de Costa Rica parecen estar en medio de una telenovela llena de drama y sustos. El Consejo Universitario de la Universidad Nacional (UNA) soltó un comunicado que te pone la piel de gallina, exigiendo que el gobierno le pongalechos a la seguridad en los planteles educativos. Parece que el panorama está bien chungo, y esto nos afecta a todos, desde los más chikitos hasta los profes.
La UNA no anduvo con rodeos y dijo que la crisis de seguridad que estamos viviendo no discrimina: golpea a todos los niveles de educación pública – primaria, secundaria y universidad. Lo que preocupa es que esto va más allá de las peleas de patio, porque ahora hay amenazas directas, mensajes extraños y un ambiente general de tensión que no permite estudiar tranquilos. Ya ni saben qué esperar, mae, y eso da miedo.
Y no es solo cosa de imaginación, porque el Estado de la Nación 2025 pintó un cuadro bastante oscuro: homicidios por acá, violencia doméstica por allá, el crimen organizado moviéndose a sus anchas y la droga inundando nuestras calles. Todo eso crea un caldo de cultivo perfecto para que la violencia se filtre hasta las escuelas. Sumándole, ahora tenemos discursos de odio y ataques a las instituciones, lo que hace que la situación esté aún más tensa y dividida.
Lo peor de todo es que estos episodios violentos se están normalizando. Antes uno pensaba que la escuela era un refugio seguro, un lugar para aprender y crecer, pero ahora parece que es otra zona de conflicto. Imagínate tener que preocuparte si tus hijos van a regresar sanos y salvos a casa, o si los profes van a poder hacer su trabajo sin vivir con el temor constante de alguna tragedia. ¡Esto es de mamas!
Para colmo, los colegios y universidades están teniendo que usar recursos que deberían ir para mejorar la calidad educativa, en cosas como controles de acceso, alarmas y apoyo psicológico para alumnos y maestros. ¿Se dan cuenta? Estamos desviando plata que necesitamos para contratar buenos profesores, comprar libros y equipos, en medidas de seguridad para proteger a nuestros niños. ¡Qué despiche!
La UNA está pidiendo a gritos que el Ministerio de Educación Pública (MEP) y el Consejo Nacional de Rectores (CONARE) tomen cartas en el asunto y demuestren que tienen el control. Necesitamos un plan concreto, coordinado y efectivo para prevenir la violencia, atender a las víctimas y promover una cultura de paz en las escuelas. No podemos seguir esperando que pase algo malo para actuar, porque ya hemos visto las consecuencias.
Estos últimos días han sido un torbellino de alertas y suspensiones de clases. La Universidad de Costa Rica (UCR), el TEC, el Liceo de Santo Domingo y la propia UNA recibieron amenazas de ataques armados, lo que obligó a cancelar actividades académicas y a mantener a toda la comunidad estudiantil en vilo. En el caso de la UNA, un tipo se mandó un correo amenazante desde un grupo llamado "764", diciendo que iban a atacar la universidad. Imagínate el miedo que eso produce, chaval.
Estamos ante una crisis real que requiere soluciones urgentes y creativas. ¿Cómo podemos, como sociedad, crear entornos escolares seguros y propicios para el aprendizaje, donde los niños y jóvenes puedan sentirse protegidos y puedan desarrollar todo su potencial? ¿Debería el Estado invertir más en programas de prevención de la violencia, en apoyo psicológico para las familias y en capacitación para los docentes? ¡Dígame usted, qué piensa?
La UNA no anduvo con rodeos y dijo que la crisis de seguridad que estamos viviendo no discrimina: golpea a todos los niveles de educación pública – primaria, secundaria y universidad. Lo que preocupa es que esto va más allá de las peleas de patio, porque ahora hay amenazas directas, mensajes extraños y un ambiente general de tensión que no permite estudiar tranquilos. Ya ni saben qué esperar, mae, y eso da miedo.
Y no es solo cosa de imaginación, porque el Estado de la Nación 2025 pintó un cuadro bastante oscuro: homicidios por acá, violencia doméstica por allá, el crimen organizado moviéndose a sus anchas y la droga inundando nuestras calles. Todo eso crea un caldo de cultivo perfecto para que la violencia se filtre hasta las escuelas. Sumándole, ahora tenemos discursos de odio y ataques a las instituciones, lo que hace que la situación esté aún más tensa y dividida.
Lo peor de todo es que estos episodios violentos se están normalizando. Antes uno pensaba que la escuela era un refugio seguro, un lugar para aprender y crecer, pero ahora parece que es otra zona de conflicto. Imagínate tener que preocuparte si tus hijos van a regresar sanos y salvos a casa, o si los profes van a poder hacer su trabajo sin vivir con el temor constante de alguna tragedia. ¡Esto es de mamas!
Para colmo, los colegios y universidades están teniendo que usar recursos que deberían ir para mejorar la calidad educativa, en cosas como controles de acceso, alarmas y apoyo psicológico para alumnos y maestros. ¿Se dan cuenta? Estamos desviando plata que necesitamos para contratar buenos profesores, comprar libros y equipos, en medidas de seguridad para proteger a nuestros niños. ¡Qué despiche!
La UNA está pidiendo a gritos que el Ministerio de Educación Pública (MEP) y el Consejo Nacional de Rectores (CONARE) tomen cartas en el asunto y demuestren que tienen el control. Necesitamos un plan concreto, coordinado y efectivo para prevenir la violencia, atender a las víctimas y promover una cultura de paz en las escuelas. No podemos seguir esperando que pase algo malo para actuar, porque ya hemos visto las consecuencias.
Estos últimos días han sido un torbellino de alertas y suspensiones de clases. La Universidad de Costa Rica (UCR), el TEC, el Liceo de Santo Domingo y la propia UNA recibieron amenazas de ataques armados, lo que obligó a cancelar actividades académicas y a mantener a toda la comunidad estudiantil en vilo. En el caso de la UNA, un tipo se mandó un correo amenazante desde un grupo llamado "764", diciendo que iban a atacar la universidad. Imagínate el miedo que eso produce, chaval.
Estamos ante una crisis real que requiere soluciones urgentes y creativas. ¿Cómo podemos, como sociedad, crear entornos escolares seguros y propicios para el aprendizaje, donde los niños y jóvenes puedan sentirse protegidos y puedan desarrollar todo su potencial? ¿Debería el Estado invertir más en programas de prevención de la violencia, en apoyo psicológico para las familias y en capacitación para los docentes? ¡Dígame usted, qué piensa?