¡Ay, Dios mío! La bichota que se mandaron estos delincuentes... El Organismo de Investigación Judicial (OIJ) sacudió ayer el país con una operación digna de película, echándole mano a catorce allanamientos simultáneos para desmantelar una banda dedicada al tráfico de drogas y sospechosa de estar involucrada en el asesinato del subjefe del OIJ, Geiner Zamora. Esto se puso feísimo, mae.
Zamora, un agente judicial de 37 años, recibió un plomazo en frío la noche del 31 de enero pasado en Pococí, mientras disfrutaba de una tranquila noche en un bar–restaurante. Un tipo que llegó encima de una bicimoto desde Toro Amarillo le soltó el tiro y luego se escabulló como si nada. Las cámaras lo captaron huyendo, dejando atrás la bicicleta y parte de su ropa. Parecía una escena de película barata, pero lamentablemente es la cruda realidad de cómo operan estos delincuentes.
La investigación inicial apuntó directo al negocio ilícito de las drogas en la zona de Guápiles y Toro Amarillo, un brete que parecía tener conexiones hasta arriba. Se descubrió que el agente Zamora estaba precisamente investigando estas actividades, así que no hay sorpresa de que alguien quisiera callarlo para siempre. ¡Eso sí que es baja!
Durante este operativo, el OIJ logró detener a siete personas, incluyendo a dos que ya estaban tras las rejas por otros delitos. Entre los arrestados figura Castro, alias “Cotoño”, un tipo de 36 años a quien señalan como el cerebro detrás de toda la movida, y Méndez, alias “Gato”, supuestamente el gatillero que le dio el plomo a Zamora. También agarraron a Centeno, Moya, otro Méndez, Cervantes y Carrillo. Todos ahora esperan a ver qué les echa el Ministerio Público, porque esto pinta complicado.
Pero la cosa no termina ahí, mi gente. Según el OIJ, esta banda forma parte de una red mucho más grande liderada por Alejandro Arias Monge, alias “Diablo”. Este tal Diablo es conocido en la región por sus negocios turbios, principalmente el tráfico de drogas y el robo de ganado. ¡Un personaje completo, vamos! Parece que el caso está conectado con otras cosas más grandes que todavía no salen a relucir. Esperemos que el OIJ siga indagando a fondo para destapar toda la telaraña.
Lo que me preocupa, y seguramente preocupará a muchos, es cómo pudo operar esta organización tan abiertamente, teniendo a unos tipos como Zamora trabajando para proteger a la población. ¿Había corrupción dentro del OIJ? ¿Alguien tapaba los ojos ante estas actividades? Estas son preguntas que necesitamos respuestas claras, porque si no, la confianza en nuestras instituciones se va a ir al traste.
El cambio de mando que se avecina en el gobierno quizás pueda traer aires frescos, nuevas estrategias para combatir la delincuencia organizada. Pero la verdad es que esto requiere un esfuerzo conjunto de todos, desde el ciudadano común hasta las autoridades competentes. No podemos seguir tolerando que estos delincuentes nos estén poniendo las cosas difíciles. Tenemos que exigir seguridad y justicia para todos los ciudadanos de este país.
Y hablando de eso, ¿ustedes creen que el OIJ estará realmente dispuesto a investigar a fondo quiénes eran cómplices de esta banda criminal y si había infiltración dentro de las fuerzas policiales? ¿O este caso quedará como más puntillazo a la credibilidad de nuestras instituciones?
Zamora, un agente judicial de 37 años, recibió un plomazo en frío la noche del 31 de enero pasado en Pococí, mientras disfrutaba de una tranquila noche en un bar–restaurante. Un tipo que llegó encima de una bicimoto desde Toro Amarillo le soltó el tiro y luego se escabulló como si nada. Las cámaras lo captaron huyendo, dejando atrás la bicicleta y parte de su ropa. Parecía una escena de película barata, pero lamentablemente es la cruda realidad de cómo operan estos delincuentes.
La investigación inicial apuntó directo al negocio ilícito de las drogas en la zona de Guápiles y Toro Amarillo, un brete que parecía tener conexiones hasta arriba. Se descubrió que el agente Zamora estaba precisamente investigando estas actividades, así que no hay sorpresa de que alguien quisiera callarlo para siempre. ¡Eso sí que es baja!
Durante este operativo, el OIJ logró detener a siete personas, incluyendo a dos que ya estaban tras las rejas por otros delitos. Entre los arrestados figura Castro, alias “Cotoño”, un tipo de 36 años a quien señalan como el cerebro detrás de toda la movida, y Méndez, alias “Gato”, supuestamente el gatillero que le dio el plomo a Zamora. También agarraron a Centeno, Moya, otro Méndez, Cervantes y Carrillo. Todos ahora esperan a ver qué les echa el Ministerio Público, porque esto pinta complicado.
Pero la cosa no termina ahí, mi gente. Según el OIJ, esta banda forma parte de una red mucho más grande liderada por Alejandro Arias Monge, alias “Diablo”. Este tal Diablo es conocido en la región por sus negocios turbios, principalmente el tráfico de drogas y el robo de ganado. ¡Un personaje completo, vamos! Parece que el caso está conectado con otras cosas más grandes que todavía no salen a relucir. Esperemos que el OIJ siga indagando a fondo para destapar toda la telaraña.
Lo que me preocupa, y seguramente preocupará a muchos, es cómo pudo operar esta organización tan abiertamente, teniendo a unos tipos como Zamora trabajando para proteger a la población. ¿Había corrupción dentro del OIJ? ¿Alguien tapaba los ojos ante estas actividades? Estas son preguntas que necesitamos respuestas claras, porque si no, la confianza en nuestras instituciones se va a ir al traste.
El cambio de mando que se avecina en el gobierno quizás pueda traer aires frescos, nuevas estrategias para combatir la delincuencia organizada. Pero la verdad es que esto requiere un esfuerzo conjunto de todos, desde el ciudadano común hasta las autoridades competentes. No podemos seguir tolerando que estos delincuentes nos estén poniendo las cosas difíciles. Tenemos que exigir seguridad y justicia para todos los ciudadanos de este país.
Y hablando de eso, ¿ustedes creen que el OIJ estará realmente dispuesto a investigar a fondo quiénes eran cómplices de esta banda criminal y si había infiltración dentro de las fuerzas policiales? ¿O este caso quedará como más puntillazo a la credibilidad de nuestras instituciones?