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Elías y yo nos habíamos conocido en unas fiestas patronales. Yo tenía 19 y el 28. Nos había presentado una amiga en común y desde el principio congeniamos. Como nos caímos muy bien, nos agregamos en Facebook y nos seguimos hablando por ahí.Un mes más tarde él se fue a California a trabajar durante 6 meses, por lo que no lo volví a ver en persona. Sin embargo, nos seguimos hablando. Nunca hubo entre nosotros alguna intención romántica o sexual, más bien nos convertimos en ese tipo de amigos que parecen conocerse de toda la vida.
Compartíamos el mismo sentido del humor, valores y coincidíamos en la forma de ver la vida. No fue difícil hacer que nuestra amistad se volviera sólida. Ambos vivíamos situaciones difíciles en ese entonces. Yo tenía problemas familiares, estaba terminando el bachillerato en la U y venía saliendo de una relación muy tóxica. Él llevaba 10 años viviendo la mitad de su vida en California y la otra en CR y ya estaba cansado de la situación y cada vez se le daba más el mal de patria. Pero su mamá estaba muy enferma y él era quien la mantenía casi al 100% y se encargaba de los gastos médicos, así que no podía permitirse dejar el trabajo de Estados pues aunque lo odiaba en 6 meses ganaba más de lo que habría ganado en CR trabajando 2 años continuos.
La cosa es que nos volvimos los mejores amigos del mundo y estábamos ansiosos por volver a vernos en persona y llevar esa amistad a algo más allá que hablar a kilómetros de distancia a través de una pantalla.
Justo cuando faltaban unas semanas para que él volviera, yo empecé a salir con un mae luego de tener como 8 meses sin relacionarme con nadie en plan romántico.
Así que cuando Elías y yo volvimos a vernos, yo andaba ilusionada con el otro mae. Y él no salía con nadie. Lo que no fue un problema pues en verdad lo de nosotros era solo amistad.
Las cosas fueron así por al rededor de unos ocho meses. Nuestra amistad era increíble, la conexión que teníamos no era normal en absoluto. Yo formalicé la relación con el mae que salía y Elías a su vez también empezó a salir con una chica.
Sin embargo, todo cambió una noche lluviosa en la que salimos a ver un partido de la sele a un bar y tomamos un poco de más.
¿Qué tan normal es hablar de gustos sexuales en la mesa de un bar mientras juega la Sele? Ni idea, pero eso fue lo que desató todo. Hubo un punto en el que ya ni nos dábamos cuenta de qué equipo era el que marcaba y cuál el que se rezagaba.
No consigo recordar qué desencadenó el tema pero de pronto me encontré confesándole que a mí me excitaba muchísimo tener sexo semidesnuda.
-¿Semidesnuda? -preguntó Elías con verdadera incredulidad.
-Ajá -contesté yo-. Sí, ya sé que suena de lo más normal y así, pero es que...
-¿Que?
-No sé, me pone como loca. Siento como que el mae tiene tantas ganas de cogerme que ni siquiera pierde el tiempo en quitarme la ropa.
-¿Que tan semidesnuda? -preguntó.
-No importa qué tanto. Con solo tener algo de ropa encima... Pero lo que más me gusta es cuando solo tengo el hilo y él llega me pone de cuatro, corre el hilo y me la mete de una hasta el fondo. Diosssss eso me pone demasiado.
Elías no pudo evitar atragantarse con la cerveza que se estaba tomando en ese momento, lo que me hizo ser consciente de lo explicita que había sido. La verdad es que sí me dio pena. Sí bien éramos muy amigos, ese tema no era precisamente uno que hubiésemos tocado antes.
-Nunca había escuchado que alguien le excitara eso exactamente -dijo él luego de un incómodo silencio en que fingimos ver el partido-. A mí lo que me pone como loco es que haya espejos en donde estoy cogiendo y ver a la wila disfrutando de todo lo que le hago... Ufff... Me encanta.
Yo sentí un escalofrío ante esa confesión. Podía entender su punto y la verdad estaba de acuerdo en que lo del espejo daba morbo.
-A las mujeres nos encanta vernos en el espejo, nos hace sentirnos más malvadas y empoderadas.
-Ni me lo diga que me pongo malo.
Yo reí nerviosa intentando no darle vueltas a lo que sus palabras significaban. Pero era imposible. Un demonio estaba creciendo ahí y yo quería alimentarlo.
-Andrey y yo siempre tenemos sexo completamente desnudos -dije refiriéndome a mi actual pareja.
Él guardó silencio un momento.
-¿No le ha dicho que le gusta hacerlo con algo de ropa?
-No tengo problema con desnudarme y la verdad es que no ha surgido de otra forma.
-Pero ud quiere hacerlo sin desnudarse por completo, ¿cierto?
Sentí un escalofrío por toda mi columna vertebral.
-Hace mucho que no me lo hacen así. La verdad es que ni siquiera me importaría que no hubiera previos. Me encantaría que Andrey solo llegara me besara, me pusiera contra la pared, me bajara los pantalones y me cogiera como si no hubiera un mañana.
Elías se tomó más de la mitad de su cerveza de un solo trago.
-Deje de poner imágenes en mi mente -me regaño él-. No ve que después va a ser imposible poder sacarlas.
-No las saque entonces.
Habíamos tomado de más aunque no estábamos borrachos del todo. Eso era lo que me hacía hablar de más, sin duda.
-Ay, Agatha, ud no sabe lo que eso significa para un mae.
-Dígamelo para saber -lo rete.
-Uno no puede tener esas imágenes en la cabeza así como si nada. Sí ud supiera lo que es un dolor de bolas...
-¿Dolor de bolas? -pregunté riendo.
-Sí, justo lo que voy a tener si no me la sobo.
Yo dejé de reírme de inmediato cuando la spalabras empezaron a tener sentido.
-¿Que quiere decir?
-Que lo que me dijo me dejó templado y eso hay que solucionarlo o si no...
-¿Que?
-Los huevos me van a doler tanto que hasta el roce del boxer va a ser una tortura.
Sentí un cosquilleo en el vientre ante esas palabras. Ahora yo también tenía imágenes en mi mente.
-No es para tanto -dije.
-Con solo imaginarmela en 4 con un hilito y agarrarla así... Ay, mae, hasta el pulso se me acelera. Y eso de la pared... Deberíamos de cambiar de tema, mejor.
Elías pidió 2 cervezas más en ese momento.
-A mí me gusta este tema -comenté.
-A mí también, pero...
-¿Usted ya lo hizo frente a un espejo con la chica con la que está saliendo? -lo interrumpí.
Se me quedó viendo serio, pero al final contestó.
-Aun no hemos tenido sexo -admitió.
-Pero lo ha imaginado, ¿verdad?
-Claro, igual que ud ha imaginado cosas con Andrey.
-¿Qué ha imaginado exactamente?
Elías se acercó a mí y me dijo al oído:
-Quiero que Lucía se me suba encima mientras se ve en el reflejo del espejo, se agarre esas tetas tan ricas que tiene y se las toque todas como una puta mientras yo le hundo los dedos en las caderas y la ayudo a qué se mueva más y más. Luego quiero ponerla frente al espejo mientras yo me la cojo por detrás y verla retorcerse con cada envestida, que le tiemblen las piernas cuando la haga venirse...
Quizá yo no fuera a tener un dolor de bolas tal como Elías había dicho, pero sí que tendría que solucionar la tensión de mi vientre.
-Me parece que Lucía se está perdiendo de mucho -admití.
Él sonrió con malicia.
-Supongo que puedo decir lo mismo de Andrey.
Yo le devolví la sonrisa.
-Supongo que sí.
Justo en ese momento un amigo de Elías apareció en el lugar, lo que provocó que la conversación muriera ahí.
Sin embargo, esa noche cuando llegué a la casa no pude evitar pensar en sus palabras. Solo que en lugar de imaginar a Lucía con Elías, me imaginaba a mí. Encima de él, luego frente al espejo.
Me quité la blusa que andaba y el brassier y me puse de rodillas sobre mi cama, luego empecé a tocarme los pechos e imaginar que en efecto sus dedos se hundían en mi piel. Mis caderas se movían como si tuviera su pene entero clavado en mi cuerpo. Yo agarraba los pezones con fuerza con una mano en y la otra la llevaba a mi entrepierna.
Acariciaba mi clítoris según el ritmo de mis caderas y cuando sentí que el orgasmo de aproximaba me dejé caer en la cama de espaldas, abrí las piernas y recibí la explosión de placer. Luego, porque definitivamente no era suficiente, empecé a imaginarme la escena frente al espejo.
Continué masturbándome y tocandome excitada y un poco borracha. Deseando que fueran las manos de Elías las que lo hicieran. Imaginé mi reflejo en un espejo mientras él hundía con fuerza su pene en mi vagina. Llegué al orgasmo cuando lo imaginé regando toda su leche entre mis nalgas.
Me quedé varios minutos con el corazón a mil y las piernas temblorosas mirando hacia la oscuridad.
Entonces sonó un mensaje en mi teléfono. Era Elías, el mensaje era simple y conciso: ¡Del dolor de huevos que me acabo de salvar!
A partir de ese momento nada volvió a ser igual. Ese solo sería el primer calentón de un deseó que no parecía tener límites.
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