¡Aguántense!, parece que nos estamos quedando atrás en el camino a ser un país más verde. Ya todos los vecinos andamos viendo esos carros eléctricos relucientes por nuestras calles, haciendo un ruido casi imperceptible… pero fíjense bien, cuando nos subimos al bus, ¡qué cambio!
Costa Rica ha hecho un buen trabajo posicionándose como líder regional en movilidad eléctrica privada. Tenemos más carros enchufando que nunca, y la verdad, es bastante tuanis ver cómo la tecnología avanza. Pero si miramos el panorama general, el sistema de transporte público, ese que usan diario miles de personas, todavía anda agarrado de la mano del combustible fósil.
No se me malinterpreten, algunas empresas han empezado a meterle mano con unos buses eléctricos nuevos; sin embargo, son unas pocas islas verdes en un mar de máquinas viejas, ruidosas y contaminantes. Es un brete, porque aunque el país presume de ser ecológico, una parte importante de nuestras emisiones sigue saliendo de ahí.
Silvia Rojas, quien dirige ASOMOVE, lo puso clarito: “Tenemos que electrificar el transporte público. Si queremos realmente bajar las emisiones, la gente tiene que dejar el carro en casa y optar por el autobús”. Y sí, tiene razón. Tiene que haber incentivos reales para que volvamos a confiar en el servicio público, y una flota moderna y limpia sería un gran empujón.
El problema, como siempre, está en la plata y en las decisiones políticas. Según Rojas, falta un apoyo más fuerte del gobierno para impulsar estos proyectos. “Es como si no fuera una prioridad nacional,” dice ella, “pero debería tener la misma importancia que construir una nueva carretera o un hospital.” No es fácil convencer a los políticos de invertir en algo que no les da resultados inmediatos, diay…
Y luego entra en juego el modelo de transporte concesionado. Las rutas son manejadas por empresas privadas, lo que significa que la transición depende mucho de su capacidad financiera. Imagínense tener que comprar una flota entera de buses eléctricos cuando apenas estás pagando las cuentas. ¡Qué torta!
Se necesita un plan maestro, una estrategia clara con financiamiento accesible y una buena coordinación entre el gobierno, los empresarios y los usuarios. Modelos innovadores, quizás pensando en asociaciones público-privadas, podrían ser la clave para desbloquear esta situación. Hay que buscar formas creativas para que la inversión en transporte sostenible no se vea como un gasto, sino como una oportunidad para mejorar la calidad de vida y proteger nuestro medio ambiente.
Para cerrar, imaginen un futuro donde los buses eléctricos silenciosos recorran nuestras ciudades, dejando limpio el aire que respiramos. Suena a sueño, ¿verdad? ¿Ustedes creen que Costa Rica podrá dar ese salto definitivo hacia un sistema de transporte público moderno y sostenible, o seguiremos arrastrando los pies con el viejo parque automotor? Déjenme saber qué piensan en los comentarios, ¡quiero leer sus opiniones!
Costa Rica ha hecho un buen trabajo posicionándose como líder regional en movilidad eléctrica privada. Tenemos más carros enchufando que nunca, y la verdad, es bastante tuanis ver cómo la tecnología avanza. Pero si miramos el panorama general, el sistema de transporte público, ese que usan diario miles de personas, todavía anda agarrado de la mano del combustible fósil.
No se me malinterpreten, algunas empresas han empezado a meterle mano con unos buses eléctricos nuevos; sin embargo, son unas pocas islas verdes en un mar de máquinas viejas, ruidosas y contaminantes. Es un brete, porque aunque el país presume de ser ecológico, una parte importante de nuestras emisiones sigue saliendo de ahí.
Silvia Rojas, quien dirige ASOMOVE, lo puso clarito: “Tenemos que electrificar el transporte público. Si queremos realmente bajar las emisiones, la gente tiene que dejar el carro en casa y optar por el autobús”. Y sí, tiene razón. Tiene que haber incentivos reales para que volvamos a confiar en el servicio público, y una flota moderna y limpia sería un gran empujón.
El problema, como siempre, está en la plata y en las decisiones políticas. Según Rojas, falta un apoyo más fuerte del gobierno para impulsar estos proyectos. “Es como si no fuera una prioridad nacional,” dice ella, “pero debería tener la misma importancia que construir una nueva carretera o un hospital.” No es fácil convencer a los políticos de invertir en algo que no les da resultados inmediatos, diay…
Y luego entra en juego el modelo de transporte concesionado. Las rutas son manejadas por empresas privadas, lo que significa que la transición depende mucho de su capacidad financiera. Imagínense tener que comprar una flota entera de buses eléctricos cuando apenas estás pagando las cuentas. ¡Qué torta!
Se necesita un plan maestro, una estrategia clara con financiamiento accesible y una buena coordinación entre el gobierno, los empresarios y los usuarios. Modelos innovadores, quizás pensando en asociaciones público-privadas, podrían ser la clave para desbloquear esta situación. Hay que buscar formas creativas para que la inversión en transporte sostenible no se vea como un gasto, sino como una oportunidad para mejorar la calidad de vida y proteger nuestro medio ambiente.
Para cerrar, imaginen un futuro donde los buses eléctricos silenciosos recorran nuestras ciudades, dejando limpio el aire que respiramos. Suena a sueño, ¿verdad? ¿Ustedes creen que Costa Rica podrá dar ese salto definitivo hacia un sistema de transporte público moderno y sostenible, o seguiremos arrastrando los pies con el viejo parque automotor? Déjenme saber qué piensan en los comentarios, ¡quiero leer sus opiniones!