¡Ay, Dios mío! Parece que la movida del tránsito en Latinoamérica sigue siendo un maje monumental. Ya ni se puede ir tranquilo a buscar pan sin quedarse atascado como en un brete interminable. Según el ministro de Transporte de Chile, Juan Carlos Muñoz, la clave para sacarnos de esta torta es dejar de lado el carro propio y abrazar el transporte público… pero no cualquiera, ¡uno decente!
La verdad es que el pana tiene razón. Con tanto carro individual circulando, las calles parecen ríos de metal bloqueados. Uno mira alrededor y ve que prácticamente cada vehículo lleva una sola persona. ¡Qué despiche! Es evidente que necesitamos cambiar el chip y darle prioridad a opciones más eficientes y amigables con el planeta. Muñoz lo dice claro: si queremos movernos con agilidad y reducir la contaminación, debemos apostarle al transporte masivo.
Pero, ¿cómo hacemos para que la gente deje su coche en casa? No es tan sencillo como decir “usen el autobús”. Hay que construir una infraestructura que realmente invite a hacerlo. Carriles exclusivos para buses, paradas cómodas y seguras, información clara y confiable sobre horarios... todo eso es fundamental. Además, hay que hacer que el transporte público sea competitivo en términos de tiempo y comodidad. Nadie se va a bajar de su Toyota Corolla si sabe que va a llegar tarde a su trabajo porque el bus está siempre detenido en la congestión.
Y ahí entra la idea de la tarificación vial. ¿Cobrarle a la gente por usar el carro en horas pico? Suena un poco drástico, pero parece que funciona. Chile, según el ministro, ya tiene experiencia con esto y los resultados son prometedores. Imaginen, menos carros en las calles, menos contaminación y más dinero para invertir en mejorar el transporte público. ¡Un círculo virtuoso!
Lo interesante es cómo Chile ha avanzado en la transición hacia los autobuses eléctricos. Empezaron con tan solo dos unidades y ahora ya tienen más de tres mil. Eso sí, los primeros fueron carísimos, pero la buena noticia es que los precios han bajado significativamente gracias a que hay más empresas ofreciendo estos vehículos. Y no solo eso, sino que también resultan más baratos de operar y mantener. ¡Menos gastos para el país y más ahorro para los contribuyentes!
Claro, implementar todo esto requiere inversión, y ahí es donde el gobierno tiene que ponerle huevo. El ministro Muñoz es directo: el transporte público no se puede financiar solo con las tarifas que pagan los usuarios. Hay que destinar recursos públicos para subsidiarlo y garantizar un servicio de calidad. Porque un transporte público deficiente, con autobuses viejos y rutas limitadas, no sirve para nada. Necesitamos un sistema que llegue a todas partes, que sea seguro, cómodo y accesible para todos los costarricenses, incluso aquellos con movilidad reducida – con rampas, cargadores USB, wi-fi y hasta cámaras de seguridad.
Ahora, pensando en nuestra propia realidad tica, ¿será posible replicar el modelo chileno aquí? Tenemos nuestros propios desafíos, como la geografía accidentada del país, la dispersión de la población y la cultura del carro propio arraigada en muchos sectores. Pero tampoco podemos quedarnos de brazos cruzados esperando que el problema se solucione solo. Quizás podríamos empezar con proyectos piloto en algunas zonas estratégicas, como San José o Alajuela, e ir evaluando los resultados paso a paso. Lo importante es demostrar que existe una alternativa viable y atractiva al uso del automóvil particular, y así convencer a más personas de sumarse a la ola del transporte público sostenible.
En fin, la movida del transporte público es complicada, pero necesaria. Así que, les pregunto, compas: ¿Ustedes creen que Costa Rica está lista para dar el salto hacia un futuro con más buses eléctricos, carriles exclusivos y menos atascos? ¿Qué medidas deberían tomarse para lograr una transformación real en nuestra movilidad?
	
		
			
		
		
	
				
			La verdad es que el pana tiene razón. Con tanto carro individual circulando, las calles parecen ríos de metal bloqueados. Uno mira alrededor y ve que prácticamente cada vehículo lleva una sola persona. ¡Qué despiche! Es evidente que necesitamos cambiar el chip y darle prioridad a opciones más eficientes y amigables con el planeta. Muñoz lo dice claro: si queremos movernos con agilidad y reducir la contaminación, debemos apostarle al transporte masivo.
Pero, ¿cómo hacemos para que la gente deje su coche en casa? No es tan sencillo como decir “usen el autobús”. Hay que construir una infraestructura que realmente invite a hacerlo. Carriles exclusivos para buses, paradas cómodas y seguras, información clara y confiable sobre horarios... todo eso es fundamental. Además, hay que hacer que el transporte público sea competitivo en términos de tiempo y comodidad. Nadie se va a bajar de su Toyota Corolla si sabe que va a llegar tarde a su trabajo porque el bus está siempre detenido en la congestión.
Y ahí entra la idea de la tarificación vial. ¿Cobrarle a la gente por usar el carro en horas pico? Suena un poco drástico, pero parece que funciona. Chile, según el ministro, ya tiene experiencia con esto y los resultados son prometedores. Imaginen, menos carros en las calles, menos contaminación y más dinero para invertir en mejorar el transporte público. ¡Un círculo virtuoso!
Lo interesante es cómo Chile ha avanzado en la transición hacia los autobuses eléctricos. Empezaron con tan solo dos unidades y ahora ya tienen más de tres mil. Eso sí, los primeros fueron carísimos, pero la buena noticia es que los precios han bajado significativamente gracias a que hay más empresas ofreciendo estos vehículos. Y no solo eso, sino que también resultan más baratos de operar y mantener. ¡Menos gastos para el país y más ahorro para los contribuyentes!
Claro, implementar todo esto requiere inversión, y ahí es donde el gobierno tiene que ponerle huevo. El ministro Muñoz es directo: el transporte público no se puede financiar solo con las tarifas que pagan los usuarios. Hay que destinar recursos públicos para subsidiarlo y garantizar un servicio de calidad. Porque un transporte público deficiente, con autobuses viejos y rutas limitadas, no sirve para nada. Necesitamos un sistema que llegue a todas partes, que sea seguro, cómodo y accesible para todos los costarricenses, incluso aquellos con movilidad reducida – con rampas, cargadores USB, wi-fi y hasta cámaras de seguridad.
Ahora, pensando en nuestra propia realidad tica, ¿será posible replicar el modelo chileno aquí? Tenemos nuestros propios desafíos, como la geografía accidentada del país, la dispersión de la población y la cultura del carro propio arraigada en muchos sectores. Pero tampoco podemos quedarnos de brazos cruzados esperando que el problema se solucione solo. Quizás podríamos empezar con proyectos piloto en algunas zonas estratégicas, como San José o Alajuela, e ir evaluando los resultados paso a paso. Lo importante es demostrar que existe una alternativa viable y atractiva al uso del automóvil particular, y así convencer a más personas de sumarse a la ola del transporte público sostenible.
En fin, la movida del transporte público es complicada, pero necesaria. Así que, les pregunto, compas: ¿Ustedes creen que Costa Rica está lista para dar el salto hacia un futuro con más buses eléctricos, carriles exclusivos y menos atascos? ¿Qué medidas deberían tomarse para lograr una transformación real en nuestra movilidad?
 
	 
 
		 
  
 
		 
 
		 
 
		 
  
 
		 
 
		 
 
		 
 
		 
 
		 
 
		 
 
		