¡Qué chimba de movida nos cayó encima, pura gente! El exministro Luis Amador Jiménez, ese mae que andaba tranquilo pensándose candidato, ha soltado unas verdades que están haciendo temblar las paredes de Hacienda. Resulta que, entre lágrimas y arrepentimientos, le contó a la Fiscalía toda la novela del caso Tradeco, y vaya si tiene capítulos turbios.
Para ponerlos al día, recuerden que Tradeco, una constructora mexicana con pinta de tener más amigos en el cartel que en el sector privado, quería quedarse con la licitación de la ruta 1. Un brete, porque el consorcio original, H. Solís–La Estrella, ya estaba trabajando en eso. Pero resulta que, según Amador, hubo presión palomera desde arriba, desde mismísimo el Presidente Chaves, para que se le diera el contrato a Tradeco, a pesar de que tienen más denuncias que pelos en la cabeza. Una pena, porque esto nos va a salir caro en todo sentido.
Y ahí no termina la telenovela, chunches. Dice Amador que un tal Randall Chuken Vargas, abogado y amigo del Presidente, era el mensajero oficial. Él recibía órdenes directas de Don Rodri y organizaba juntaditas en Casa Presidencial para discutir cómo meterle mano a la licitación. Imagínense, en medio de la crisis económica, buscando cómo favorecer a unos amiguetes extranjeros. ¡Qué despiche!
Pero la bomba mayor, la que dejó a todos con la boca abierta, es la oferta de “apoyo financiero” que Amador asegura haber recibido de Chuken para impulsar su propia candidatura presidencial. ¡Imagínense!, pagarle a alguien para que aspire a la silla presidencial… Esto huele a gallina podrida, ¡qué sal!
Ahora, los diputados de la Asamblea Legislativa, esos que a veces parecen dormidos, se han despertado repentinamente. La Comisión de Infraestructura, liderada por el diputado Nicolás Alvarado, ya anunció que van a citar a Amador a comparecer ante ellos. Quieren saber qué pasó realmente, quiénes estaban detrás de la jugada y, sobre todo, si hay algún tipo de vínculo ilícito entre el poder político y la constructora mexicana. Van a estar calientes las cosas, bretes.
Alvarado, con toda la razón del mundo, dice que este caso es gravísimo y que el país no puede tolerar ni siquiera la sombra de corrupción en la gestión pública. Remarcó que presiones presidenciales, irregularidades y vínculos externos son inaceptables en un Estado de Derecho. Que si esto no se investiga a fondo, vamos a seguir siendo el patio trasero de inversionistas turbios. Totalmente de acuerdo con el diputado, porque nosotros, los ticos, merecemos mucho mejor trato.
El caso Tradeco, como muchos otros, pone en evidencia la fragilidad de nuestros sistemas de control y la necesidad urgente de fortalecer la transparencia. No podemos permitir que intereses particulares pongan en riesgo el bienestar de la nación. Necesitamos políticos honestos, comprometidos con el servicio público y dispuestos a enfrentar a los corruptos, sin importarles quién esté involucrado. Por cierto, recordemos que el caso se originó luego de que H. Solís–La Estrella salió del proyecto debido a problemas, y el Gobierno intentó entregar el contrato a Tradeco, con antecedentes cuestionables en varios países... ¡una verdadera torta!
En fin, esta comparecencia promete ser un espectáculo. Ya veremos si Amador sigue soltando verdades o decide echarse atrás. Pero una cosa está clara: este caso Tradeco dejará secuelas políticas y seguramente, algunos cabezas rodando. ¿Ustedes creen que la justicia finalmente hará lo correcto y llevará a los responsables ante la ley, o seguirá siendo otro capítulo más de impunidad en nuestra querida Costa Rica?
Para ponerlos al día, recuerden que Tradeco, una constructora mexicana con pinta de tener más amigos en el cartel que en el sector privado, quería quedarse con la licitación de la ruta 1. Un brete, porque el consorcio original, H. Solís–La Estrella, ya estaba trabajando en eso. Pero resulta que, según Amador, hubo presión palomera desde arriba, desde mismísimo el Presidente Chaves, para que se le diera el contrato a Tradeco, a pesar de que tienen más denuncias que pelos en la cabeza. Una pena, porque esto nos va a salir caro en todo sentido.
Y ahí no termina la telenovela, chunches. Dice Amador que un tal Randall Chuken Vargas, abogado y amigo del Presidente, era el mensajero oficial. Él recibía órdenes directas de Don Rodri y organizaba juntaditas en Casa Presidencial para discutir cómo meterle mano a la licitación. Imagínense, en medio de la crisis económica, buscando cómo favorecer a unos amiguetes extranjeros. ¡Qué despiche!
Pero la bomba mayor, la que dejó a todos con la boca abierta, es la oferta de “apoyo financiero” que Amador asegura haber recibido de Chuken para impulsar su propia candidatura presidencial. ¡Imagínense!, pagarle a alguien para que aspire a la silla presidencial… Esto huele a gallina podrida, ¡qué sal!
Ahora, los diputados de la Asamblea Legislativa, esos que a veces parecen dormidos, se han despertado repentinamente. La Comisión de Infraestructura, liderada por el diputado Nicolás Alvarado, ya anunció que van a citar a Amador a comparecer ante ellos. Quieren saber qué pasó realmente, quiénes estaban detrás de la jugada y, sobre todo, si hay algún tipo de vínculo ilícito entre el poder político y la constructora mexicana. Van a estar calientes las cosas, bretes.
Alvarado, con toda la razón del mundo, dice que este caso es gravísimo y que el país no puede tolerar ni siquiera la sombra de corrupción en la gestión pública. Remarcó que presiones presidenciales, irregularidades y vínculos externos son inaceptables en un Estado de Derecho. Que si esto no se investiga a fondo, vamos a seguir siendo el patio trasero de inversionistas turbios. Totalmente de acuerdo con el diputado, porque nosotros, los ticos, merecemos mucho mejor trato.
El caso Tradeco, como muchos otros, pone en evidencia la fragilidad de nuestros sistemas de control y la necesidad urgente de fortalecer la transparencia. No podemos permitir que intereses particulares pongan en riesgo el bienestar de la nación. Necesitamos políticos honestos, comprometidos con el servicio público y dispuestos a enfrentar a los corruptos, sin importarles quién esté involucrado. Por cierto, recordemos que el caso se originó luego de que H. Solís–La Estrella salió del proyecto debido a problemas, y el Gobierno intentó entregar el contrato a Tradeco, con antecedentes cuestionables en varios países... ¡una verdadera torta!
En fin, esta comparecencia promete ser un espectáculo. Ya veremos si Amador sigue soltando verdades o decide echarse atrás. Pero una cosa está clara: este caso Tradeco dejará secuelas políticas y seguramente, algunos cabezas rodando. ¿Ustedes creen que la justicia finalmente hará lo correcto y llevará a los responsables ante la ley, o seguirá siendo otro capítulo más de impunidad en nuestra querida Costa Rica?