¡Pero qué chinamanería, raza! Resulta que la economía, esa que andaba dando pasitos firmes, ahora ha tropezado feísimo. Los datos del Banco Central nos pintan un panorama más gris de lo esperado, y eso que todavía estamos festejando las fiestas navideñas. Parece que el aguacate, el carro nuevo y hasta la construcción se han puesto en pausa, dejándonos a muchos con la boca abierta.
Según el Índice Mensual de Actividad Económica (IMAE), el sector empresarial local, aquel que no anda metido en las zonas francas, apenas creció un 2,6% en octubre pasado. Comparado con el año anterior, donde estábamos celebrando mejores cifras, esto es como si nos hubieran bajado el volumen de repente. Una caída de medio punto porcentual, diay, eso duele en el bolsillo de cualquiera.
Y pa' colmo, el agro, la espina dorsal de nuestro país, lleva cuatro meses seguidos en picada. Parece que los dioses del clima no nos quisieron regalar un buen año, ni los bichos precisamente. La producción de banano y piña, esos productos que llevamos con orgullo al mundo entero, sufrieron bastante, y aunque el café y el pollo dieron pelea, no alcanzaron a levantar la vara. ¡Qué sal!
La construcción privada tampoco le está haciendo cuello, ni corto ni largo. Las obras nuevas prácticamente se detuvieron, ya sean casas, naves industriales o centros comerciales. Esto afecta directamente a muchísimos trabajadores, desde el albañil hasta el arquitecto. Por suerte, la construcción pública anda moviéndose, con proyectos de agua, luz y carreteras; pero eso no alcanza a cubrir el hueco que dejó el sector privado, mijo.
Si pensaban estrenar carro este año, prepárense porque la cosa está difícil. La venta de vehículos sigue en números rojos, acumulando cinco meses en terreno negativo. La gente se está pensando bien si vale la pena meterse en un préstamo grande, con toda la incertidumbre que hay en el aire. Costo del crédito arriba, y ganas de gastar abajo… ¡una combinación explosiva!
Pero no todo está perdido, raza. Afortunadamente, algunos sectores siguen tirando del carro. Los servicios profesionales, la educación, la salud, el transporte, y las finanzas están haciendo un esfuerzo descomunal y contribuyen con casi el 60% del crecimiento general. ¡Eso demuestra que todavía hay chiva en nuestra economía!
Mientras tanto, las zonas francas y la manufactura, especialmente la producción de implementos médicos y servicios informáticos, siguen rugiendo como motores potentes. Ellos, gracias a las exportaciones, están sacando adelante al país. Pero, honestamente, ¿qué futuro le espera a las pequeñas y medianas empresas locales, a los campesinos de la calle, a los constructores? Ahí radica el brete.
Esto nos deja con una gran reflexión: ¿Cómo podemos fortalecer a las empresas locales, impulsar el desarrollo rural y asegurar un crecimiento económico más equitativo para todos los costarricenses? Porque aunque la economía siga creciendo en números generales, si dejamos atrás a una parte importante de la población, ¿realmente vale la pena? ¡Dígame usted, qué propone para darle un giro a esta situación?
Según el Índice Mensual de Actividad Económica (IMAE), el sector empresarial local, aquel que no anda metido en las zonas francas, apenas creció un 2,6% en octubre pasado. Comparado con el año anterior, donde estábamos celebrando mejores cifras, esto es como si nos hubieran bajado el volumen de repente. Una caída de medio punto porcentual, diay, eso duele en el bolsillo de cualquiera.
Y pa' colmo, el agro, la espina dorsal de nuestro país, lleva cuatro meses seguidos en picada. Parece que los dioses del clima no nos quisieron regalar un buen año, ni los bichos precisamente. La producción de banano y piña, esos productos que llevamos con orgullo al mundo entero, sufrieron bastante, y aunque el café y el pollo dieron pelea, no alcanzaron a levantar la vara. ¡Qué sal!
La construcción privada tampoco le está haciendo cuello, ni corto ni largo. Las obras nuevas prácticamente se detuvieron, ya sean casas, naves industriales o centros comerciales. Esto afecta directamente a muchísimos trabajadores, desde el albañil hasta el arquitecto. Por suerte, la construcción pública anda moviéndose, con proyectos de agua, luz y carreteras; pero eso no alcanza a cubrir el hueco que dejó el sector privado, mijo.
Si pensaban estrenar carro este año, prepárense porque la cosa está difícil. La venta de vehículos sigue en números rojos, acumulando cinco meses en terreno negativo. La gente se está pensando bien si vale la pena meterse en un préstamo grande, con toda la incertidumbre que hay en el aire. Costo del crédito arriba, y ganas de gastar abajo… ¡una combinación explosiva!
Pero no todo está perdido, raza. Afortunadamente, algunos sectores siguen tirando del carro. Los servicios profesionales, la educación, la salud, el transporte, y las finanzas están haciendo un esfuerzo descomunal y contribuyen con casi el 60% del crecimiento general. ¡Eso demuestra que todavía hay chiva en nuestra economía!
Mientras tanto, las zonas francas y la manufactura, especialmente la producción de implementos médicos y servicios informáticos, siguen rugiendo como motores potentes. Ellos, gracias a las exportaciones, están sacando adelante al país. Pero, honestamente, ¿qué futuro le espera a las pequeñas y medianas empresas locales, a los campesinos de la calle, a los constructores? Ahí radica el brete.
Esto nos deja con una gran reflexión: ¿Cómo podemos fortalecer a las empresas locales, impulsar el desarrollo rural y asegurar un crecimiento económico más equitativo para todos los costarricenses? Porque aunque la economía siga creciendo en números generales, si dejamos atrás a una parte importante de la población, ¿realmente vale la pena? ¡Dígame usted, qué propone para darle un giro a esta situación?