Maes, ¿se acuerdan de esa vara que nos vendieron en 2020 de que para 2040 Costa Rica iba a ser una potencia bilingüe? Sonaba tuanis, ¿verdad? La imagen de todo el país hablando inglés, francés o hasta mandarín. Diay, como que la realidad nos está dando una cachetada, porque según los que saben, ese bus ya casi que nos dejó. El plan era a cachete, pero la ejecución... bueno, parece que se jalaron una torta monumental.
El que tiró el baldazo de agua fría fue nada más y nada menos que Allen Quesada, el director de la Escuela de Lenguas Modernas de la UCR. El mae, sin pelos en la lengua, dijo que aunque se están haciendo esfuerzos, estamos lejísimos de cumplir esa meta. Y el problema no es de ganas, sino de mate. La cosa es simple: no se puede aprender un idioma con la poquedad de lecciones que se dan en la mayoría de coles públicos. Mientras los bilingües llevan unas 14 horas de inglés por semana, el resto del país anda a duras penas con 3 o 5. ¡Con esa carga horaria, ni mandrake el mago nos hace bilingües!
Para Quesada, la cosa es clara: si no se sube a un mínimo de 10 horas semanales, mejor ni hablamos del tema. Y los números del MEP le dan la razón. En primaria, un 56% de los güilas llega al nivel esperado (un A2, que es para defenderse apenas). Pero en secu, la cosa se pone más fea. Solo en los colegios bilingües (que son una minoría) el 65% logra el perfil de salida. ¿Y en la U? Solo el 40%. ¡Qué torta! Esto demuestra que el sistema actual simplemente no da la talla para un objetivo tan ambicioso. El brete se está haciendo a medias.
Lo más irónico de todo es el origen de esta vara. Fue el gobierno de Carlos Alvarado el que lanzó con bombos y platillos la iniciativa “Hacia la Costa Rica Bilingüe”. La idea era transformar el país, que cada estudiante pudiera conversar y escribir en otro idioma. Se firmaron decretos, se hicieron promesas y se vendió como la gran solución para la competitividad. Pero a 15 años del plazo, todo indica que el plan se quedó en un lindo papel y en buenas intenciones que, como dicen, pavimentan el camino a otro lado.
Pero bueno, no todo es un despiche. Hay una luz al final del túnel, o al menos un bombillito. El MEP y la UCR acaban de anunciar una alianza para crear una nueva prueba de inglés llamada AWA-UCR. Este chunche usa inteligencia artificial y revisión humana para medir la escritura en los estudiantes de cole, lo cual es un avance para estandarizar la evaluación. Quesada también insiste en que hay que meterle más plata a la capacitación de profes y a crear mejores materiales. No es solo poner más horas, es que esas horas sean de calidad.
Al final, la conclusión es agridulce. La ambición de ser un país bilingüe es más que necesaria, pero las acciones no van al mismo ritmo. Estamos en la ruta correcta, dice el experto, pero a paso de tortuga y con el tanque de gasolina casi vacío. La meta del 2040 se ve más como un espejismo que como un destino real. Así que, la próxima vez que escuchen a un político prometer una Costa Rica bilingüe, mejor pregúntenle con cuántas horas y con cuánta plata piensa lograrlo. Diay, maes, ¿qué opinan ustedes? ¿Creen que todavía se puede salvar el plan o ya estamos salados con este tema?
El que tiró el baldazo de agua fría fue nada más y nada menos que Allen Quesada, el director de la Escuela de Lenguas Modernas de la UCR. El mae, sin pelos en la lengua, dijo que aunque se están haciendo esfuerzos, estamos lejísimos de cumplir esa meta. Y el problema no es de ganas, sino de mate. La cosa es simple: no se puede aprender un idioma con la poquedad de lecciones que se dan en la mayoría de coles públicos. Mientras los bilingües llevan unas 14 horas de inglés por semana, el resto del país anda a duras penas con 3 o 5. ¡Con esa carga horaria, ni mandrake el mago nos hace bilingües!
Para Quesada, la cosa es clara: si no se sube a un mínimo de 10 horas semanales, mejor ni hablamos del tema. Y los números del MEP le dan la razón. En primaria, un 56% de los güilas llega al nivel esperado (un A2, que es para defenderse apenas). Pero en secu, la cosa se pone más fea. Solo en los colegios bilingües (que son una minoría) el 65% logra el perfil de salida. ¿Y en la U? Solo el 40%. ¡Qué torta! Esto demuestra que el sistema actual simplemente no da la talla para un objetivo tan ambicioso. El brete se está haciendo a medias.
Lo más irónico de todo es el origen de esta vara. Fue el gobierno de Carlos Alvarado el que lanzó con bombos y platillos la iniciativa “Hacia la Costa Rica Bilingüe”. La idea era transformar el país, que cada estudiante pudiera conversar y escribir en otro idioma. Se firmaron decretos, se hicieron promesas y se vendió como la gran solución para la competitividad. Pero a 15 años del plazo, todo indica que el plan se quedó en un lindo papel y en buenas intenciones que, como dicen, pavimentan el camino a otro lado.
Pero bueno, no todo es un despiche. Hay una luz al final del túnel, o al menos un bombillito. El MEP y la UCR acaban de anunciar una alianza para crear una nueva prueba de inglés llamada AWA-UCR. Este chunche usa inteligencia artificial y revisión humana para medir la escritura en los estudiantes de cole, lo cual es un avance para estandarizar la evaluación. Quesada también insiste en que hay que meterle más plata a la capacitación de profes y a crear mejores materiales. No es solo poner más horas, es que esas horas sean de calidad.
Al final, la conclusión es agridulce. La ambición de ser un país bilingüe es más que necesaria, pero las acciones no van al mismo ritmo. Estamos en la ruta correcta, dice el experto, pero a paso de tortuga y con el tanque de gasolina casi vacío. La meta del 2040 se ve más como un espejismo que como un destino real. Así que, la próxima vez que escuchen a un político prometer una Costa Rica bilingüe, mejor pregúntenle con cuántas horas y con cuánta plata piensa lograrlo. Diay, maes, ¿qué opinan ustedes? ¿Creen que todavía se puede salvar el plan o ya estamos salados con este tema?