¡Ay, Dios mío! Esto sí que pegó duro en Pérez Zeledón. Resulta que dos personas, una mujer identificada como Méndez y un señor llamado Ulloa, terminaron tras las rejas por vender candela a unos chamacos cerca de la escuela y la plaza del pueblo. ¡Qué barbaridad!
Según fuentes oficiales del OIJ, ya hace rato estaban sospechando de estos personajes, pues se les veía moviéndose raro por la zona. Los agentes judiciales, con toda la paciencia del mundo – porque esos trabajos son pa’ sufrir, díganle a quien le ha tocado hacer vigilancia–, estuvieron monitoreando sus movimientos durante varias semanas. Al parecer, estos señores tenían un brete bien organizado para distribuir la mercancía.
“Estaban trabajando a marchas forzadas”, comentó un oficial que prefirió mantenerse anónimo. “No andaban jugando, realmente se dedicaban a eso”. La investigación, que duró varios meses, reveló que tanto Méndez como Ulloa no solo vendían la sustancia prohibida, sino que también la almacenaban y poseían cantidades considerables, lo cual complica aún más el panorama legal para ellos.
La señora Méndez recibió una condena de cinco años y seis meses de prisión, mientras que don Ulloa tendrá que pasarle seis años entre barrotes. Ambos enfrentarán cargos severos por delitos relacionados con narcotráfico, lo que implica sanciones bastante fuertes. Imagínate, ¡más tiempo que para robar una vaca!
Las autoridades encontraron pruebas contundentes que vincularon a ambos con el negocio ilícito, incluyendo fajos de billetes provenientes de las ventas y paquetes listos para ser distribuidos. Además, se incautaron otros objetos que servían como herramientas para facilitar la operación. Realmente, parecía una verdadera empresa… ¡pero dedicada a hacer daño a la juventud!
Este caso pone de relieve nuevamente la importancia de la presencia policial en lugares estratégicos, especialmente aquellos donde hay niños y adolescentes. La cercanía de escuelas y plazas públicas aumenta considerablemente el riesgo de que menores de edad entren en contacto con estas sustancias nocivas. Una verdadera lástima ver cómo algunos adultos se aprovechan de la vulnerabilidad de los más jóvenes.
El Tribunal de Flagrancia de la zona fue categórico en su decisión, argumentando que la conducta de Méndez y Ulloa representaba una grave amenaza para la seguridad y el bienestar de la comunidad. Se espera que este fallo sirva de advertencia para otros individuos que estén pensando en involucrarse en actividades similares. La ley está clara: ¡quien se mete en esas, termina pagando caro!
Ahora bien, ¿cree usted que las medidas actuales son suficientes para combatir el narcotráfico en zonas rurales como Pérez Zeledón, o necesitamos estrategias más innovadoras para proteger a nuestros jóvenes? ¿Deberíamos aumentar la inversión en programas de prevención y rehabilitación, o enfocarnos principalmente en la persecución penal de los traficantes?
Según fuentes oficiales del OIJ, ya hace rato estaban sospechando de estos personajes, pues se les veía moviéndose raro por la zona. Los agentes judiciales, con toda la paciencia del mundo – porque esos trabajos son pa’ sufrir, díganle a quien le ha tocado hacer vigilancia–, estuvieron monitoreando sus movimientos durante varias semanas. Al parecer, estos señores tenían un brete bien organizado para distribuir la mercancía.
“Estaban trabajando a marchas forzadas”, comentó un oficial que prefirió mantenerse anónimo. “No andaban jugando, realmente se dedicaban a eso”. La investigación, que duró varios meses, reveló que tanto Méndez como Ulloa no solo vendían la sustancia prohibida, sino que también la almacenaban y poseían cantidades considerables, lo cual complica aún más el panorama legal para ellos.
La señora Méndez recibió una condena de cinco años y seis meses de prisión, mientras que don Ulloa tendrá que pasarle seis años entre barrotes. Ambos enfrentarán cargos severos por delitos relacionados con narcotráfico, lo que implica sanciones bastante fuertes. Imagínate, ¡más tiempo que para robar una vaca!
Las autoridades encontraron pruebas contundentes que vincularon a ambos con el negocio ilícito, incluyendo fajos de billetes provenientes de las ventas y paquetes listos para ser distribuidos. Además, se incautaron otros objetos que servían como herramientas para facilitar la operación. Realmente, parecía una verdadera empresa… ¡pero dedicada a hacer daño a la juventud!
Este caso pone de relieve nuevamente la importancia de la presencia policial en lugares estratégicos, especialmente aquellos donde hay niños y adolescentes. La cercanía de escuelas y plazas públicas aumenta considerablemente el riesgo de que menores de edad entren en contacto con estas sustancias nocivas. Una verdadera lástima ver cómo algunos adultos se aprovechan de la vulnerabilidad de los más jóvenes.
El Tribunal de Flagrancia de la zona fue categórico en su decisión, argumentando que la conducta de Méndez y Ulloa representaba una grave amenaza para la seguridad y el bienestar de la comunidad. Se espera que este fallo sirva de advertencia para otros individuos que estén pensando en involucrarse en actividades similares. La ley está clara: ¡quien se mete en esas, termina pagando caro!
Ahora bien, ¿cree usted que las medidas actuales son suficientes para combatir el narcotráfico en zonas rurales como Pérez Zeledón, o necesitamos estrategias más innovadoras para proteger a nuestros jóvenes? ¿Deberíamos aumentar la inversión en programas de prevención y rehabilitación, o enfocarnos principalmente en la persecución penal de los traficantes?
