¡Ay, Dios mío! Esto sí que es duro, pura torta. Resulta que Zhang Zhan, la periodista china que tuvo el valor de mostrarle al mundo lo que pasaba en Wuhan al principio de la pandemia, volvió a caer en las garras del régimen. Después de una breve liberación, ahora la tienen metida otra vez en la cárcel por cuatro añitos más. ¡Qué pena!
Para los que no estén al tanto, Zhang Zhan es una exabogada que decidió tomar un teléfono celular y salir a documentar la realidad en Wuhan cuando nadie más quería hacerlo. Se convirtió en una especie de voz independiente que mostraba escenas de hospitales colapsados, familias desesperadas y una respuesta gubernamental lenta y caótica. Su valentía, aunque reconocida internacionalmente, le costó cara.
Este nuevo golpe judicial, ejecutado bajo un secreto absoluto – ni siquiera permitieron que diplomáticos extranjeros fueran a ver qué onda – la acusan de “difundir información falsa que causa un grave perjuicio a la imagen nacional”. ¡Imagínate! Como si informar sobre la verdad fuera un delito. Según Reporteros Sin Fronteras (RSF), el juicio, llevado a cabo en Shanghái el viernes pasado, fue una farsa, negándole el acceso a observadores internacionales. No dejaron ni respirar a la pobre.
Durante su primer encierro, Zhang Zhan recurrió a una huelga de hambre para protestar por su trato y la falta de transparencia en el sistema judicial chino. ¡Se agarró a matar! Su salud se deterioró muchísimo, pero eso no hizo que se rindiera. Cuando finalmente salió en mayo del año pasado, parecía que tal vez podría empezar una vida normal, pero la alegría duró poquito.
Es un claro ejemplo de cómo los regímenes autoritarios persiguen y silencian a aquellos que osan desafiar su narrativa oficial. No es ningún secreto que China tiene un historial terrible en materia de libertad de prensa. Y esto demuestra, una vez más, que el costo de hablar claro puede ser muy alto. Las organizaciones internacionales como RSF tienen que seguir vigilando estos casos y presionando para que se respeten los derechos humanos y la libertad de expresión.
Recordemos que la historia juzgará a quienes callaron ante la injusticia. Esta situación nos recuerda que la búsqueda de la verdad nunca debe detenerse, incluso cuando implica riesgos personales significativos. Y hablando de riesgos, ¿qué va a pasar con su salud ahora, encerrada de nuevo por cuatro años? Con toda la tensión y las condiciones de esos lugares... ¡me da un cosazo!
Esta señora se fajó como pocas y mostró al mundo lo que pasó allí. Mucha gente, a lo mejor, ni siquiera recuerda lo horrible que era la situación en Wuhan al principio de la pandemia. Entonces, ¿no deberíamos estar apoyando a personas como Zhang Zhan, que ponen su vida en riesgo para informarnos? Además, si no hay libre prensa, ¿cómo vamos a saber qué está pasando realmente?
En fin, todo este brete me hace pensar: ¿Cuál crees tú que es la responsabilidad de nosotros, ciudadanos globales, frente a situaciones como ésta? ¿Deberíamos hacer más para apoyar a los periodistas independientes y defender la libertad de expresión en todo el mundo, o es simplemente otro problema lejano que no nos concierne directamente?
Para los que no estén al tanto, Zhang Zhan es una exabogada que decidió tomar un teléfono celular y salir a documentar la realidad en Wuhan cuando nadie más quería hacerlo. Se convirtió en una especie de voz independiente que mostraba escenas de hospitales colapsados, familias desesperadas y una respuesta gubernamental lenta y caótica. Su valentía, aunque reconocida internacionalmente, le costó cara.
Este nuevo golpe judicial, ejecutado bajo un secreto absoluto – ni siquiera permitieron que diplomáticos extranjeros fueran a ver qué onda – la acusan de “difundir información falsa que causa un grave perjuicio a la imagen nacional”. ¡Imagínate! Como si informar sobre la verdad fuera un delito. Según Reporteros Sin Fronteras (RSF), el juicio, llevado a cabo en Shanghái el viernes pasado, fue una farsa, negándole el acceso a observadores internacionales. No dejaron ni respirar a la pobre.
Durante su primer encierro, Zhang Zhan recurrió a una huelga de hambre para protestar por su trato y la falta de transparencia en el sistema judicial chino. ¡Se agarró a matar! Su salud se deterioró muchísimo, pero eso no hizo que se rindiera. Cuando finalmente salió en mayo del año pasado, parecía que tal vez podría empezar una vida normal, pero la alegría duró poquito.
Es un claro ejemplo de cómo los regímenes autoritarios persiguen y silencian a aquellos que osan desafiar su narrativa oficial. No es ningún secreto que China tiene un historial terrible en materia de libertad de prensa. Y esto demuestra, una vez más, que el costo de hablar claro puede ser muy alto. Las organizaciones internacionales como RSF tienen que seguir vigilando estos casos y presionando para que se respeten los derechos humanos y la libertad de expresión.
Recordemos que la historia juzgará a quienes callaron ante la injusticia. Esta situación nos recuerda que la búsqueda de la verdad nunca debe detenerse, incluso cuando implica riesgos personales significativos. Y hablando de riesgos, ¿qué va a pasar con su salud ahora, encerrada de nuevo por cuatro años? Con toda la tensión y las condiciones de esos lugares... ¡me da un cosazo!
Esta señora se fajó como pocas y mostró al mundo lo que pasó allí. Mucha gente, a lo mejor, ni siquiera recuerda lo horrible que era la situación en Wuhan al principio de la pandemia. Entonces, ¿no deberíamos estar apoyando a personas como Zhang Zhan, que ponen su vida en riesgo para informarnos? Además, si no hay libre prensa, ¿cómo vamos a saber qué está pasando realmente?
En fin, todo este brete me hace pensar: ¿Cuál crees tú que es la responsabilidad de nosotros, ciudadanos globales, frente a situaciones como ésta? ¿Deberíamos hacer más para apoyar a los periodistas independientes y defender la libertad de expresión en todo el mundo, o es simplemente otro problema lejano que no nos concierne directamente?