¡Ay, Dios mío! Quién lo diría, la diputada Pilar Cisneros se destapó hablando claro en una entrevista con Extra Noticias. Ya saben, ella siempre anduvo bien seria en la Asamblea, pero esta vez nos mostró un poquito más del lado humano, contándonos cómo le pega duro estar en la política. No es pa’ huesitos flojos, dicen, y parece que la señora lo está sintiendo hasta en los huesos.
Resulta que Cisneros contó cómo se pone bien mal cuando las cosas no salen como esperaba, y cómo eso la lleva a llorar a mares. 'Cuando yo ya estoy así, que me reviento… de ahí me pongo a llorar tres, cuatro o cinco horas, así de fácil', dijo con honestidad brutal. Ustedes saben, esos momentos en los que te sientes como si te estuvieras ahogando en pura frustración... ¡Uy, qué po!”, exclamó, mostrando que hasta las figuras públicas tienen sus bajones.
Pero la gota que derramó el vaso, según la propia legisladora, fue un choque de acuerdos políticos relacionados con el Fondo Especial para la Educación Superior (FEES). Habían llegado a un punto en común, parecía que todo iba encaminado, pero de pronto… “La traición”, soltó con cara de pocos amigos, dejando caer que alguien se volteó. Uno espera lealtad, especialmente en estos bretes, y cuando no la hay, pues ahí se siente el salitre.
Cisneros recalcó que lo que realmente le dolió no fueron tanto las decisiones políticas en sí, sino la pérdida de confianza en sus colegas. 'Yo confío. Si me dice no, es no; y si me dice sí, es sí', enfatizó, mostrando que va directo y aguanta las consecuencias. Esa es la manera de hacerla, mijo, irse sin rodeos y mantener la integridad.
Y pensando en eso, es que uno se queda preguntándose si realmente vale la pena meterse en política. La diputada admitió que jamás pensó que estaría involucrada en este mundo, precisamente debido a su aversión a la corrupción y las mentiras. 'Nunca quise meterme porque detestaba la gente que robaba, los corruptos, los mentirosos', afirmó con convicción. ¡Qué vara! Ser honesto en un ambiente así, requiere fortachón de alma, eh.
Se nota que Cisneros es una mujer que le pone el corazón a lo que hace. A pesar de las dificultades, reconoce que la política no es para débiles, pero insiste en que, cuando se hace con el corazón, el esfuerzo vale la pena. Claro que no es tarea fácil navegar entre tanta artimaña y doble discurso, pero parece que ella está decidida a seguir adelante, luchando por lo que cree correcto, sin importar cuantas lágrimas tenga que echarse en el camino.
Sin embargo, también es cierto que la política costarricense tiene fama de ser un ring de boxeo donde los golpes bajos son moneda corriente. Uno recuerda los escándalos recientes, las acusaciones cruzadas, el descrédito generalizado… ¡Una torta! Parece que la confianza ciudadana está por los suelos, y es difícil creer en nadie. A veces uno piensa que todos están buscando su chunche, sin importarle el bienestar del país. Pero luego escuchamos historias como la de Cisneros, y uno recupera un poco de esperanza.
En fin, la diputada Cisneros nos regaló un momentazo de sinceridad que invita a la reflexión. Su historia nos demuestra que la política es un terreno complicado, lleno de desafíos y decepciones, pero también de oportunidades para hacer la diferencia. ¿Ustedes creen que es posible mantener la ética y la integridad en medio de este panorama tan turbio? ¿Debería renunciar a la política si se siente así de frustrada?
Resulta que Cisneros contó cómo se pone bien mal cuando las cosas no salen como esperaba, y cómo eso la lleva a llorar a mares. 'Cuando yo ya estoy así, que me reviento… de ahí me pongo a llorar tres, cuatro o cinco horas, así de fácil', dijo con honestidad brutal. Ustedes saben, esos momentos en los que te sientes como si te estuvieras ahogando en pura frustración... ¡Uy, qué po!”, exclamó, mostrando que hasta las figuras públicas tienen sus bajones.
Pero la gota que derramó el vaso, según la propia legisladora, fue un choque de acuerdos políticos relacionados con el Fondo Especial para la Educación Superior (FEES). Habían llegado a un punto en común, parecía que todo iba encaminado, pero de pronto… “La traición”, soltó con cara de pocos amigos, dejando caer que alguien se volteó. Uno espera lealtad, especialmente en estos bretes, y cuando no la hay, pues ahí se siente el salitre.
Cisneros recalcó que lo que realmente le dolió no fueron tanto las decisiones políticas en sí, sino la pérdida de confianza en sus colegas. 'Yo confío. Si me dice no, es no; y si me dice sí, es sí', enfatizó, mostrando que va directo y aguanta las consecuencias. Esa es la manera de hacerla, mijo, irse sin rodeos y mantener la integridad.
Y pensando en eso, es que uno se queda preguntándose si realmente vale la pena meterse en política. La diputada admitió que jamás pensó que estaría involucrada en este mundo, precisamente debido a su aversión a la corrupción y las mentiras. 'Nunca quise meterme porque detestaba la gente que robaba, los corruptos, los mentirosos', afirmó con convicción. ¡Qué vara! Ser honesto en un ambiente así, requiere fortachón de alma, eh.
Se nota que Cisneros es una mujer que le pone el corazón a lo que hace. A pesar de las dificultades, reconoce que la política no es para débiles, pero insiste en que, cuando se hace con el corazón, el esfuerzo vale la pena. Claro que no es tarea fácil navegar entre tanta artimaña y doble discurso, pero parece que ella está decidida a seguir adelante, luchando por lo que cree correcto, sin importar cuantas lágrimas tenga que echarse en el camino.
Sin embargo, también es cierto que la política costarricense tiene fama de ser un ring de boxeo donde los golpes bajos son moneda corriente. Uno recuerda los escándalos recientes, las acusaciones cruzadas, el descrédito generalizado… ¡Una torta! Parece que la confianza ciudadana está por los suelos, y es difícil creer en nadie. A veces uno piensa que todos están buscando su chunche, sin importarle el bienestar del país. Pero luego escuchamos historias como la de Cisneros, y uno recupera un poco de esperanza.
En fin, la diputada Cisneros nos regaló un momentazo de sinceridad que invita a la reflexión. Su historia nos demuestra que la política es un terreno complicado, lleno de desafíos y decepciones, pero también de oportunidades para hacer la diferencia. ¿Ustedes creen que es posible mantener la ética y la integridad en medio de este panorama tan turbio? ¿Debería renunciar a la política si se siente así de frustrada?
