¡Ay, Dios mío! Aquí estamos otra vez, hablando de plata y si somos o no “clase media” en este país. Ya saben, ese término que suena bien, pero a veces te deja con más preguntas que respuestas. Pero tranqui, porque el INES ha soltado unos datos fresquísimos de la Enigh 2024 que nos hacen ver la cosa desde otro ángulo – y ni les cuento, algunos vamos a tener que redefinir qué entendemos por ‘tenerlo todo’.
La Enigh, pa' los que no sepan, es como el termómetro de nuestra economía doméstica. Nos dice cuánto ganamos, en qué gastamos, y básicamente, cómo vivimos. Y los resultados de esta última medicion muestran que el ingreso promedio mensual por hogar subió un buen pedazo, casi 20% comparado con el 2018. ¡Eso suena bien, eh! Pero espérense ahí, que todavía hay gato encerrado… o mejor dicho, varias vacas detrás de la puerta.
Si dividimos a la población en quintiles, como le gusta hacerle al INES, el quintil más bajo (el 20% de la población con menos ingresos) apenas supera los ¢321 mil mensuales. Luego tenemos el quintil 2 con ¢604 mil, el 3 con ¢852 mil, el 4 con ¢1.2 millones y, finalmente, el quintil 5, esos que viven como reyes, con más de ¢2.6 millones. Según los economistas, la clase media estaría ubicada entre los quintiles 2 y 4, o sea, representando al 60% de la población... pero, ¿realmente eso nos pinta un cuadro de tranquilidad?
Don Víctor Umaña, un economistazo reconocido, explica que la clase media se define como aquellos hogares que tienen ingresos entre dos y diez veces la línea de pobreza. Eso, según él, coincide con los quintiles que mencionamos. Hay quienes dicen que el quintil 2 es la clase media baja, con cierta vulnerabilidad. El 3 sería la clase media ya establecida, con más estudios y empleos formales, y el 4 la clase media profesional, que puede ahorrar y darse unos lujos. Pero Donald Miranda, del CINPE, nos recuerda que la cosa no es solo plata; necesitamos acceso a vivienda digna, salud, educación, seguridad social… ¡una vida decente, diay!
Y aquí viene la bomba: aunque los ingresos de todos los quintiles han aumentado, la diferencia entre los que ganan más y los que ganan menos sigue siendo abismal. El hogar promedio del quintil 5, esos que tienen la mansa, gana ¡ocho veces más! que el del quintil 1. Suena injusto, ¿verdad?, pues sí lo es. Lo bueno es que el coeficiente de Gini – que mide la desigualdad – bajó a 0.474, la cifra más baja en dos décadas. Parece que, poquito a poco, la cosa se está igualando, aunque todavía queda muchísimo camino por recorrer. Ya no es solo el dinero, sino dónde se va.
Analizando más a fondo, vemos que en los hogares más humildes, las ayudas del gobierno (transferencias) representan una gran parte de sus ingresos, alrededor del 32%, mientras que en los quintiles más altos, el grueso de sus ingresos proviene del salario, negocios o inversiones. Esto refleja claramente la diferente realidad socioeconómica de cada grupo. Además, consumimos distinto: los de abajo gastan casi todo en lo básico, mientras que los de arriba se dan el lujo de invertir en educación, salud privada, carros y viajes… ¡pura envidia!, pero también una clara señal de la brecha que aún existe.
Pero ojo, porque la clase media, esa que tanto valoramos, está pasando por momentos difíciles. Factores como la inseguridad creciente, el deterioro de los servicios públicos (salud y educación, ¡ay!), y las pocas oportunidades laborales, están poniendo a prueba su estabilidad. Mantenerse en la clase media, mantener ese estilo de vida, se está volviendo más complicado que nunca. Muchos mae se ven obligados a apretar el cinturón, a sacrificar cosas, a trabajar doble para llegar a fin de mes… ¡Una torta!
Así que, después de analizar todos estos datos y reflexionar sobre lo que realmente significa ser clase media en Costa Rica, me pregunto: ¿Con los crecientes desafíos económicos y sociales, creen que la definición de 'clase media' necesita una actualización urgente? ¿O deberíamos enfocarnos en construir una sociedad más equitativa donde la calidad de vida no dependa exclusivamente del tamaño de nuestro bolsillo?
La Enigh, pa' los que no sepan, es como el termómetro de nuestra economía doméstica. Nos dice cuánto ganamos, en qué gastamos, y básicamente, cómo vivimos. Y los resultados de esta última medicion muestran que el ingreso promedio mensual por hogar subió un buen pedazo, casi 20% comparado con el 2018. ¡Eso suena bien, eh! Pero espérense ahí, que todavía hay gato encerrado… o mejor dicho, varias vacas detrás de la puerta.
Si dividimos a la población en quintiles, como le gusta hacerle al INES, el quintil más bajo (el 20% de la población con menos ingresos) apenas supera los ¢321 mil mensuales. Luego tenemos el quintil 2 con ¢604 mil, el 3 con ¢852 mil, el 4 con ¢1.2 millones y, finalmente, el quintil 5, esos que viven como reyes, con más de ¢2.6 millones. Según los economistas, la clase media estaría ubicada entre los quintiles 2 y 4, o sea, representando al 60% de la población... pero, ¿realmente eso nos pinta un cuadro de tranquilidad?
Don Víctor Umaña, un economistazo reconocido, explica que la clase media se define como aquellos hogares que tienen ingresos entre dos y diez veces la línea de pobreza. Eso, según él, coincide con los quintiles que mencionamos. Hay quienes dicen que el quintil 2 es la clase media baja, con cierta vulnerabilidad. El 3 sería la clase media ya establecida, con más estudios y empleos formales, y el 4 la clase media profesional, que puede ahorrar y darse unos lujos. Pero Donald Miranda, del CINPE, nos recuerda que la cosa no es solo plata; necesitamos acceso a vivienda digna, salud, educación, seguridad social… ¡una vida decente, diay!
Y aquí viene la bomba: aunque los ingresos de todos los quintiles han aumentado, la diferencia entre los que ganan más y los que ganan menos sigue siendo abismal. El hogar promedio del quintil 5, esos que tienen la mansa, gana ¡ocho veces más! que el del quintil 1. Suena injusto, ¿verdad?, pues sí lo es. Lo bueno es que el coeficiente de Gini – que mide la desigualdad – bajó a 0.474, la cifra más baja en dos décadas. Parece que, poquito a poco, la cosa se está igualando, aunque todavía queda muchísimo camino por recorrer. Ya no es solo el dinero, sino dónde se va.
Analizando más a fondo, vemos que en los hogares más humildes, las ayudas del gobierno (transferencias) representan una gran parte de sus ingresos, alrededor del 32%, mientras que en los quintiles más altos, el grueso de sus ingresos proviene del salario, negocios o inversiones. Esto refleja claramente la diferente realidad socioeconómica de cada grupo. Además, consumimos distinto: los de abajo gastan casi todo en lo básico, mientras que los de arriba se dan el lujo de invertir en educación, salud privada, carros y viajes… ¡pura envidia!, pero también una clara señal de la brecha que aún existe.
Pero ojo, porque la clase media, esa que tanto valoramos, está pasando por momentos difíciles. Factores como la inseguridad creciente, el deterioro de los servicios públicos (salud y educación, ¡ay!), y las pocas oportunidades laborales, están poniendo a prueba su estabilidad. Mantenerse en la clase media, mantener ese estilo de vida, se está volviendo más complicado que nunca. Muchos mae se ven obligados a apretar el cinturón, a sacrificar cosas, a trabajar doble para llegar a fin de mes… ¡Una torta!
Así que, después de analizar todos estos datos y reflexionar sobre lo que realmente significa ser clase media en Costa Rica, me pregunto: ¿Con los crecientes desafíos económicos y sociales, creen que la definición de 'clase media' necesita una actualización urgente? ¿O deberíamos enfocarnos en construir una sociedad más equitativa donde la calidad de vida no dependa exclusivamente del tamaño de nuestro bolsillo?