En un mundo donde las economías tambalean y la incertidumbre parece ser la única constante, Costa Rica se atreve a desafiar el pesimismo global con una previsión económica que raya en lo optimista.
El Banco Central de Costa Rica (BCCR) ha ajustado sus expectativas de crecimiento para el 2024, llevándolas a un alentador 4%, cifra que se mantiene inamovible para el 2025. Este anuncio no solo da un respiro en medio de las nubes grises que se ciernen sobre muchas economías, sino que también invita a cuestionar si este pequeño país centroamericano realmente tiene las bases para sostener tal optimismo.
El panorama global no ha sido el más amable en los últimos años. Las secuelas de la pandemia, sumadas a las tensiones geopolíticas y a una crisis inflacionaria que no parece ceder, han dejado a muchos países lidiando con previsiones de crecimiento anémico, cuando no en plena contracción. Sin embargo, Costa Rica, un país que históricamente ha apostado por la estabilidad política y un modelo económico socialdemócrata, parece estar dispuesto a seguir remando contra la corriente.
La revisión al alza en las proyecciones de crecimiento económico del BCCR ha sido recibida con una mezcla de sorpresa y escepticismo. Si bien el crecimiento del 4% proyectado podría parecer modesto en comparación con economías emergentes más grandes, es importante considerar el contexto regional y global. En un escenario donde muchos de sus vecinos centroamericanos enfrentan desafíos estructurales mucho más profundos, como la violencia, la corrupción endémica y la debilidad institucional, Costa Rica emerge como una especie de oasis económico.
El optimismo del BCCR no es infundado. Varios factores internos han jugado a favor del país en los últimos años, permitiéndole amortiguar los golpes externos. El turismo, uno de los pilares de la economía costarricense, ha mostrado signos de una recuperación sólida tras los estragos de la pandemia. La apuesta por un modelo de desarrollo sostenible ha rendido frutos, atrayendo a un nicho de turistas que buscan destinos ecológicos y responsables. Además, el país ha logrado mantener una relativa estabilidad en sus indicadores macroeconómicos, lo cual es un logro en sí mismo en la volátil región centroamericana.
Sin embargo, sería ingenuo pensar que todo es color de rosa en este "pura vida" económico. Costa Rica enfrenta desafíos significativos que podrían poner a prueba su capacidad para alcanzar y mantener este crecimiento proyectado. La deuda pública sigue siendo un tema preocupante, con niveles que, si bien manejables, requieren de una gestión cuidadosa. Además, la inflación, aunque controlada en comparación con otros países de la región, sigue siendo un factor de riesgo que podría erosionar el poder adquisitivo de los costarricenses y, por ende, afectar el consumo interno, uno de los motores clave del crecimiento.
La estabilidad política, tradicionalmente uno de los puntos fuertes de Costa Rica, también enfrenta sus propios desafíos. La polarización política ha ido en aumento en los últimos años, lo que podría traducirse en una mayor dificultad para implementar reformas necesarias para sostener el crecimiento. La falta de consenso en temas clave como la reforma fiscal o la inversión en infraestructura podría frenar el impulso económico del país si no se maneja con cuidado.
Por otro lado, el entorno externo sigue siendo un comodín. Costa Rica, a pesar de su tamaño, no es inmune a las dinámicas globales. La evolución de la economía estadounidense, principal socio comercial del país, será crucial. Un menor crecimiento en Estados Unidos podría afectar las exportaciones costarricenses, especialmente en sectores clave como el de manufactura avanzada y servicios. Además, las tensiones geopolíticas y los cambios en las políticas comerciales globales podrían alterar las cadenas de suministro, impactando negativamente en la economía costarricense.
La revisión al alza en las proyecciones de crecimiento de Costa Rica para 2024 y la estabilidad de las mismas para 2025 son un voto de confianza en la capacidad del país para sortear un entorno global adverso. Sin embargo, este optimismo no debe ser motivo de complacencia.
Costa Rica debe continuar trabajando en sus puntos débiles y prepararse para un futuro que, aunque prometedor, también está lleno de incertidumbres.
¿Será capaz este pequeño país de mantener su rumbo en medio de la tormenta global?
Solo el tiempo lo dirá.
Pero por ahora, al menos, Costa Rica sigue apostando al crecimiento, contra viento y marea.
El Banco Central de Costa Rica (BCCR) ha ajustado sus expectativas de crecimiento para el 2024, llevándolas a un alentador 4%, cifra que se mantiene inamovible para el 2025. Este anuncio no solo da un respiro en medio de las nubes grises que se ciernen sobre muchas economías, sino que también invita a cuestionar si este pequeño país centroamericano realmente tiene las bases para sostener tal optimismo.
El panorama global no ha sido el más amable en los últimos años. Las secuelas de la pandemia, sumadas a las tensiones geopolíticas y a una crisis inflacionaria que no parece ceder, han dejado a muchos países lidiando con previsiones de crecimiento anémico, cuando no en plena contracción. Sin embargo, Costa Rica, un país que históricamente ha apostado por la estabilidad política y un modelo económico socialdemócrata, parece estar dispuesto a seguir remando contra la corriente.
La revisión al alza en las proyecciones de crecimiento económico del BCCR ha sido recibida con una mezcla de sorpresa y escepticismo. Si bien el crecimiento del 4% proyectado podría parecer modesto en comparación con economías emergentes más grandes, es importante considerar el contexto regional y global. En un escenario donde muchos de sus vecinos centroamericanos enfrentan desafíos estructurales mucho más profundos, como la violencia, la corrupción endémica y la debilidad institucional, Costa Rica emerge como una especie de oasis económico.
El optimismo del BCCR no es infundado. Varios factores internos han jugado a favor del país en los últimos años, permitiéndole amortiguar los golpes externos. El turismo, uno de los pilares de la economía costarricense, ha mostrado signos de una recuperación sólida tras los estragos de la pandemia. La apuesta por un modelo de desarrollo sostenible ha rendido frutos, atrayendo a un nicho de turistas que buscan destinos ecológicos y responsables. Además, el país ha logrado mantener una relativa estabilidad en sus indicadores macroeconómicos, lo cual es un logro en sí mismo en la volátil región centroamericana.
Sin embargo, sería ingenuo pensar que todo es color de rosa en este "pura vida" económico. Costa Rica enfrenta desafíos significativos que podrían poner a prueba su capacidad para alcanzar y mantener este crecimiento proyectado. La deuda pública sigue siendo un tema preocupante, con niveles que, si bien manejables, requieren de una gestión cuidadosa. Además, la inflación, aunque controlada en comparación con otros países de la región, sigue siendo un factor de riesgo que podría erosionar el poder adquisitivo de los costarricenses y, por ende, afectar el consumo interno, uno de los motores clave del crecimiento.
La estabilidad política, tradicionalmente uno de los puntos fuertes de Costa Rica, también enfrenta sus propios desafíos. La polarización política ha ido en aumento en los últimos años, lo que podría traducirse en una mayor dificultad para implementar reformas necesarias para sostener el crecimiento. La falta de consenso en temas clave como la reforma fiscal o la inversión en infraestructura podría frenar el impulso económico del país si no se maneja con cuidado.
Por otro lado, el entorno externo sigue siendo un comodín. Costa Rica, a pesar de su tamaño, no es inmune a las dinámicas globales. La evolución de la economía estadounidense, principal socio comercial del país, será crucial. Un menor crecimiento en Estados Unidos podría afectar las exportaciones costarricenses, especialmente en sectores clave como el de manufactura avanzada y servicios. Además, las tensiones geopolíticas y los cambios en las políticas comerciales globales podrían alterar las cadenas de suministro, impactando negativamente en la economía costarricense.
La revisión al alza en las proyecciones de crecimiento de Costa Rica para 2024 y la estabilidad de las mismas para 2025 son un voto de confianza en la capacidad del país para sortear un entorno global adverso. Sin embargo, este optimismo no debe ser motivo de complacencia.
Costa Rica debe continuar trabajando en sus puntos débiles y prepararse para un futuro que, aunque prometedor, también está lleno de incertidumbres.
¿Será capaz este pequeño país de mantener su rumbo en medio de la tormenta global?
Solo el tiempo lo dirá.
Pero por ahora, al menos, Costa Rica sigue apostando al crecimiento, contra viento y marea.
