¡Ay, pata perdida! La comunidad diplomática y todos nosotros nos quedamos con la boca abierta al enterarnos del fallecimiento del exembajador Jorge Urbina Ortega. Este miércoles, a sus 79 años, dejó este brete un hombre que le dio duro al país en el escenario internacional. Un ícono, vamos.
Urbina, nacido en Alajuela allá por 1946, fue mucho más que un simple abogado; fue un académico reconocido, un consultor experimentado y, sobre todo, un defensor incansable de los intereses de Costa Rica. Su paso por la Universidad de Costa Rica (UCR) y la Universidad Nacional sentó las bases de una carrera dedicada al servicio público y a la diplomacia.
Recordemos que Urbina jugó un papel fundamental en la defensa de nuestro territorio ante Nicaragua, especialmente durante los procesos ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ). Ahí, demostró su temple y su conocimiento del derecho internacional, llevando la voz de Costa Rica a los más altos tribunales del mundo. ¡Un verdadero crack en esos asuntos!
Pero la cosa no quedó ahí, porque también tuvo un período importantísimo como embajador ante la ONU en Nueva York, desde 2006. Participó en debates cruciales sobre paz, seguridad y derechos humanos, temas que siempre han estado en el corazón de nuestra política exterior. Imagínate el rolón que debió ser defender al país frente a tanta potencia mundial.
Antes de llegar a la embajada, Urbina se labró una sólida reputación como docente universitario y como consultor para organismos internacionales como el PNUD. Esa mezcla de rigor académico y experiencia práctica lo convirtieron en un activo invaluable para cualquier gobierno que buscara representar a Costa Rica con dignidad y eficacia. Ese chunche lo tenía bien claro.
Hubo momentos de controversia, claro está. Su cese como embajador ante los Países Bajos en 2014 generó un buen debate sobre la diferencia entre diplomáticos de carrera y los nombramientos políticos. Algunos decían que no debió quedarse tanto tiempo en el cargo, otros resaltaban su valiosa contribución. Pero, diay, eso ya es otra vara.
También intentó ir por un puesto como juez de la Corte Penal Internacional (CPI) en 2011, mostrando su compromiso con la justicia global y su deseo de seguir sirviendo a la patria en ámbitos internacionales. Aunque no logró el puesto, su candidatura reflejaba su visión de un Costa Rica comprometido con los valores universales. Eso sí habla del nivel de este mae.
Y ahora, con su partida, nos queda la reflexión: ¿Cómo podemos honrar el legado de hombres y mujeres como Jorge Urbina Ortega, quienes dedicaron su vida al servicio de Costa Rica? ¿Deberíamos fortalecer los programas de formación en relaciones exteriores para asegurar que futuros diplomáticos tengan el mismo nivel de preparación y compromiso que él demostró a lo largo de su carrera? ¡Vamos, compartan sus ideas en los comentarios!
Urbina, nacido en Alajuela allá por 1946, fue mucho más que un simple abogado; fue un académico reconocido, un consultor experimentado y, sobre todo, un defensor incansable de los intereses de Costa Rica. Su paso por la Universidad de Costa Rica (UCR) y la Universidad Nacional sentó las bases de una carrera dedicada al servicio público y a la diplomacia.
Recordemos que Urbina jugó un papel fundamental en la defensa de nuestro territorio ante Nicaragua, especialmente durante los procesos ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ). Ahí, demostró su temple y su conocimiento del derecho internacional, llevando la voz de Costa Rica a los más altos tribunales del mundo. ¡Un verdadero crack en esos asuntos!
Pero la cosa no quedó ahí, porque también tuvo un período importantísimo como embajador ante la ONU en Nueva York, desde 2006. Participó en debates cruciales sobre paz, seguridad y derechos humanos, temas que siempre han estado en el corazón de nuestra política exterior. Imagínate el rolón que debió ser defender al país frente a tanta potencia mundial.
Antes de llegar a la embajada, Urbina se labró una sólida reputación como docente universitario y como consultor para organismos internacionales como el PNUD. Esa mezcla de rigor académico y experiencia práctica lo convirtieron en un activo invaluable para cualquier gobierno que buscara representar a Costa Rica con dignidad y eficacia. Ese chunche lo tenía bien claro.
Hubo momentos de controversia, claro está. Su cese como embajador ante los Países Bajos en 2014 generó un buen debate sobre la diferencia entre diplomáticos de carrera y los nombramientos políticos. Algunos decían que no debió quedarse tanto tiempo en el cargo, otros resaltaban su valiosa contribución. Pero, diay, eso ya es otra vara.
También intentó ir por un puesto como juez de la Corte Penal Internacional (CPI) en 2011, mostrando su compromiso con la justicia global y su deseo de seguir sirviendo a la patria en ámbitos internacionales. Aunque no logró el puesto, su candidatura reflejaba su visión de un Costa Rica comprometido con los valores universales. Eso sí habla del nivel de este mae.
Y ahora, con su partida, nos queda la reflexión: ¿Cómo podemos honrar el legado de hombres y mujeres como Jorge Urbina Ortega, quienes dedicaron su vida al servicio de Costa Rica? ¿Deberíamos fortalecer los programas de formación en relaciones exteriores para asegurar que futuros diplomáticos tengan el mismo nivel de preparación y compromiso que él demostró a lo largo de su carrera? ¡Vamos, compartan sus ideas en los comentarios!