Un relato light... pero bueno, es el primero...
Érase una vez...
La vida era cruel. Un fin de semana en la playa, amigos, fiesta, buen ambiente... y yo sola en la cabina.
Mi amiga acababa de irse con un mae al que había conocido en la tarde y se había despedido con un «Ni me espere». Genial, ¿era posible que yo fuera la única que se iría con el marcador en 0? Y no porque no tuviera chance, sino por idiota.
Estaba obsesionada con el hermano de mi amiga y si la vara iba de lanzarse al huerto, tenía que ser con él. Punto. Desde hacía tiempo me traía como una moto, más esos días, faltaba poco para mi periodo y en esas fechas las hormonas se me ponían como locas y lo único que quería era sexo sórdido, loco, sudoroso y salvaje.
En la tarde, cuando lo veía tocar la guitarra junto a la playa se me llenaba la cabeza de imágenes, esos dedos largos y delgados tocándome a mí y esa voz susurrándome cochinadas... Pero de ahí no había pasado. Él me veía, sonreía y adiós. De seguro que en ese momento estaba igual que los demás, pasándola rico con alguna desconocida. Haciéndole lo que yo deseaba que me hiciera a mí.
El calor de la costa me mataba, siempre he sido más del frío, y el sonido de las olas no me dejaba dormir. Ya era bien tarde, me removí en la cama y me quité la blusa, además de hacerme una trenza (el cabello me llegaba a la cintura) para ver si me refrescaba un poco y lograba dormir algo.
Cuando estaba a punto de meterme al baño (realmente el calor era terrible) vi que alguien llamaba a las puertas corredizas del balcón (estaban abiertas). De un brinco me tapé con la sábana y antes de que pudiera pensar si gritar o desmayarme por el susto, la sombra me habló y reconocí la voz al instante, después de tantos sueños imaginándolo decirme «Venga, Agatha, riéguese para mí» yo ya me la sabía de memoria.
-Hey, ¿está despierta? Traigo unas cervezas.
-Sí... Suave, no entre, estoy medio desnuda. Espere a que me cambie.
Se quedó inmóvil por unos segundos, luego con la voz un toque más ronca contestó:
-No importa, está oscuro, no voy a ver nada.
A mí un escalofrío me bajo por entre las nalgas hasta el clítoris y el calor se multiplicó por diez. Con la mano busqué la blusa y me la puse a como pude. Tal vez estuviera oscuro, pero no del todo y las siluetas se podían notar perfectamente. Yo sabía que él me había visto ponerme la blusa.
Se sentó en una punta de la cama, me pasó una cerveza, él cogió una y puso las otras dos en el suelo.
-¿Y eso Ud aquí? -le pregunté.
-Me contaron que estaba sola.
-¿Ah, sí? Pero si todo el mundo anda por ahí haciendo loco, creí que Ud también.
-Yo también estoy haciendo loco. Por si no se dio cuenta me subí a un balcón con 4 cervezas, corriendo el riesgo de que Ud se hubiera dormido, que no estuviera, o peor que estuviera acompañada.
-Jajaja sobre todo eso...
Con la mano libre comenzó a acariciarme el tobillo, yo por por poco no me le lancé encima.
-Ud es muy guapa, Agatha, si los maes no se le arriman es porque no les da mucha pelota y diay...
-¿Diay qué?
-A algunos maes no les gusta complicarse y prefieren tirar por lo fácil.
-¿Y a Ud?
-A mí... -Se llevó la cerveza a la boca, aunque no podía verle los ojos sentía su mirada quemándome la blusa, los pezones se me pusieron como piedras-. A mí me gusta lo difícil, más cuando lo difícil está tan bueno.D
Diooooos, o yo era una paranoica sexual o se me estaba cumpliendo, ¡por fin! Ese marcador estaba a punto de cambiar. Tal vez el mae fuera tímido o yo que sé, me valía. Ese tonito de sádico y ese masajito en el pie no podían ser falsas alarmas.
-Estaba a punto de bañarme -dije como quien no quiere la cosa-, este puto calor me mata.
-¿Por eso estaba desnuda?
-No lo estaba... Bueno no del todo... -Él se aclaró la garganta-. Pero sí, prácticamente sí.
No sabía por qué no actuaba de una, al fin y al cabo era un hombre y se supone que ellos van al grano...
En fin, él siguió con la varita del masaje en el pie y yo estaba entrando en desesperación. No sabía si es que era tímido con el sexo o yo lo estaba malinterpretando todo.
-Muérdalo -le pedí-. Me mata que me muerdan los dedos del pie...
-Uy, guapa, no me pida eso...
Me dieron ganas de darle una patada a él y luego una a mí misma, por el bañazo.
-¿Por qué? -Intenté quitar el pie pero no me dejó.
-Mmm.... Porque si le muerdo los dedos ya no voy a poder parar y tendré que seguir más arriba y más y más.
Casi me atraganto con la cerveza, a la mierda la cautela. Cogí la botella y la dejé en el suelo, en un segundo ya estaba a horcajadas sobre él.
-¿Hasta aquí arriba querría morder?
Le cogí la mano con la que me había acariciado el pie y se la llevé hasta mi pecho. A él la respiración le cambió y en un movimiento de caderas que hice supe que estaba bien duro.
No me dijo nada, pero me apretó el pecho, con dos dedos me pellizcó el pezón.
-Muerda -le jadee-. Ud no sabe cuántas veces me lo he imaginado mordiéndome por todas partes.
-Mae, me está poniendo muy loco.
Soltó la cerveza y con esa mano me atrajo hacia él y me dio un beso. Fue como si me hubiera pegado a la 220, una ola de electricidad me bajó por todo el cuerpo.
Sentí cómo nuestras lenguas se peleaban por entrar en la boca del otro, por momentos se separaba y me mordía un labio al mismo tiempo que me apretaba contra su erección y yo me balanceaba sobre ella. Cada vez que sentía su dureza rozar mi clítoris se me escapaba un suave jadeo.
Quería sentir su piel así que le quité la camisa y restregue mi pecho sobre el suyo, le mordí un hombro y le acaricié la espalda.
Él se separó un poco y sentí que atrapaba mi pezón con sus dientes, lo mordió suave y después comenzó a humedecer con la lengua el pedazo de tela donde sobresalían los pezones.
-Me encanta como se le marcan -dijo- así con la tela mojada. Dígame qué imaginaba Agatha, ¿se imaginaba esto?
Tomó uno con los dedos y el otro lo prensó con los labios, aumentando la presión a cada segundo hasta que yo contesté:
-No... Oh, mierda, no.
Se separó unos centímetros, cogió la blusa por los tirantes y al mejor estilo de Superman la rompió por la mitad. Le echó un ojo a mis pechos, medio se veían las curvas y los pezones paradísimos, y empezó a acariciarme, lamerlos, morder, chupar... Yo no soy de las que sienta gran cosa con esas caricias ahí arriba pero ese día las andaba muy sensibles y no me importó agarrarle del pelo y enterrarlo ahí para que me las hiciera como le diera la gana.
Yo mientras tanto le busqué la entrepierna y casi me pongo a gemir como una loca cuando encontré la pantaloneta húmeda. Se la había dejado tan mojada cuando me le restregaba que me costó mucho no apartarlo, sentarme en el piso y comérsela.
Le aparté la panta, me llené la mano con su pene caliente e inspeccioné cómo estaba la vara ahí. No era un monstruo, algo promedio, pero si estaba bien gruesa y podía sentir en mis dedos lo dilatadas que tenía las venas. Intenté tocarle los testículos pero por la posición no pude... No importaba, ya lo haría después.
Aparté la mano de ahí y a como pude le metí mi dedo pulgar en la boca. Él captó la idea y me lo dejó bien húmedo. Entonces llevé mi mano de nuevo a su pene. Lo envolví de la misma manera en que se sujeta un micrófono, pero el dedo pulgar lo coloqué en la división de la punta, como él mismo lo había humedecido la vara resbalaba riquísimo en su glande y yo fui hasta su frenillo, presioné unos segundos y después comencé a masturbarlo. Movía la mano de arriba abajo y siempre que llegaba a la punta él me apretaba más los pechos.
-Mae, pare -me dijo al rato, cogiéndome la mano-. Si sigue así me voy a regar ya mismo. Yo también me la he imaginado un montón de veces...
-Eso es lo que quiero, que se riegue.
-Y lo voy a hacer, creáme, pero todavía no.
En un movimiento rápido me tumbó en la cama, se quitó la ropa y cuando estuvo completamente desnudo se metió entre mis piernas. Yo no pude apartar los ojos de la silueta de su erección, levanté las caderas para buscarlo, pero él me lo impidió poniendo su palma abierta en mi vientre.
Con la otra mano fue hasta mi entrepierna.
-Me cago en la... Agatha, mae, está mojadísima.
Se colocó sobre mí y comenzó a besarme el cuello subiendo despacio, mientras hacía círculos con los dedos sobre la tela del cachetero (yo deseaba haber llevado algo más sexy, pero ni modos), mordió el lóbulo de la oreja y me susurró:
-Ahora cuando la vi en la playa con las nalgas llenas de arena me puse como loco... -Apartó la tela y me metió un dedo-. Tuve que ir al baño y jalármela imaginando todas las formas en que se la quería meter.
Gemí y levanté las caderas con lo que su dedo se hundió más.
-Quíteme el cachetero.
-¿Quiere que también lo rompa?
-No me importa, haga lo que sea pero hágalo ya.
Como si fuera papel también lo rompió y esta vez no me penetró con un dedo sino que metió dos y bajó con sus labios a mis pechos, el ombligo, las piernas... hasta que llegó al lugar que yo más necesitaba. Mientras sacaba y metía los dedos con su lengua lamía mi clítoris, lo presionaba y lo soltaba, lo dejaba bien mojadito y después se separaba para soplar sobre él dejándome llena de escalofríos. Me estaba torturando.
Yo estaba tan excitada y mojada que cada vez que él sacaba los dedos yo sentía cómo la humedad se expandía entre las nalgas y él también se dio cuenta porque mientras su índice y corazón me penetraban la vagina con el meñique comenzó a rozarme el ano, a mí las nalgas se me contraían de placer y poco a poco el metió el dedo y también comenzó a penetrarme por ahí.
Estaba en la gloria. El mae estaba en todos lados y haciéndolo muy bien, pero no fue hasta que dejó de usar el meñique que comenzó con los otros dos dedos a hacer ese movimiento como de rascar en la pared frontal de la vagina cuando sentí que estaba a punto de regarme.
Empecé a sentir esos calambres en el vientre y con el clítoris estaba igual. Algo así como un orgasmo doble. Cada movimiento sonaba súper acuoso y eso me ponía loca, además ese olor a "mujer excitada" llenaba toda la cabina.
-Así... Mierda, estoy a punto. Qué rico que lo chupa.
Él siguió y cada vez el espacio en mi interior era menos, mi vagina le apretaba los dedos y mi punto g estaba hinchado, yo lo notaba porque cada vez metía los dedos menos profundo. Hasta que para mí todo quedó en blanco, fue como si un rayo me hubiera dado en el vientre. Con las manos me agarré a las sábanas y gemí apretando los labios, me palpitaba todo por dentro y sentí el chorro mojándolo a él en la cara, la cama empapada de mí.
-Qué rico se riega, mi amor -balbuceó mientras lamía la humedad.
Cuando por fin se separó acomodó sus caderas entre mis piernas y yo ya estaba lista para lo que venía. Sentí su glande en mi entrada pero antes de que me penetrara me metió los dedos con los que me había masturbado en la boca y yo se los chupé, probando mi propio sabor. Me penetró despacio y los dos gemimos al mismo tiempo mientras nuestros cuerpos se acomodaban al otro, exactamente como me gustaba. Empezó constante, balanceándose bien rico y no aumentó de ritmo hasta que yo le rodee la cintura con las piernas y le hice un meneo con la cadera, le enterré las uñas en la espalda y le dije:
-Duro, duro y rápido.
El mae estaba deseando, comenzó a meterla sin piedad, esa vara sonaba como meter los pies en unas botas de hule llenas de agua. Yo empecé a sentir ese dolor rico que solo las mujeres entendemos, a cada embestida me estripaba los pechos con su cuerpo y los vellos de su pecho me hacían cosquillas de esas sabrosas.
Yo comencé a decirle cocinadas y morderle las orejas y la mandíbula.
"¿Así de duro me la metía en sus fantasías?" "¿Me imaginaba así de apretadita?" "Apuesto a que nunca le han hecho un ternerito como este" "Métala, pero métala toda y si puede con todo y huevos" "Cójame bien rico para enseñarle lo que sé hacer con la boca"
Seguimos dándole y cuando me dijo que ya no aguantaba más, que estaba a punto, metió una mano entre ambos y comenzó a trabajarme el clítoris, yo también estaba cerca y me excitaba mucho saber que él se estaba conteniendo para esperar a que yo llegara antes.
Me llevé las manos a los pechos y comencé a acariciarme, pero él me las agarró y las inmovilizó sobre mi cabeza.
-Ni picha, no haga eso o no voy a aguantar una metida más.
Me puso como una olla de presión escucharle decir eso y sentirme inmovilizada y dominada.
Apreté mis pies en sus nalgas y me restregué con más ganas todavía, dando pequeños golpecitos entre las pelvis de los dos, con eso yo sabía que iba a llegar rápido. Cuando estaba a punto le dije:
-Riéguese adentro, yo me cuido...
-Agatha, yo...
-Que se riegue, *********. Quiero sentir su leche en la punta de los dedos cuando me toque.
Me la metió tan duro que hasta la cama chirrío, echó la cabeza atrás y con un jadeo se vino adentro, a mí todo me volvió a palpitar y me cerré en su pene.
Se dejó caer sobre mí y cuando minutos después la sacó me recorrió un escalofrío al sentir cómo su semen bajaba por entre mis nalgas.
-Uuuuuh. Deme un toque nada más y me enseña qué es eso que puede hacer con la boca.
-Le voy a enseñar más que eso...
Érase una vez...
La vida era cruel. Un fin de semana en la playa, amigos, fiesta, buen ambiente... y yo sola en la cabina.
Mi amiga acababa de irse con un mae al que había conocido en la tarde y se había despedido con un «Ni me espere». Genial, ¿era posible que yo fuera la única que se iría con el marcador en 0? Y no porque no tuviera chance, sino por idiota.
Estaba obsesionada con el hermano de mi amiga y si la vara iba de lanzarse al huerto, tenía que ser con él. Punto. Desde hacía tiempo me traía como una moto, más esos días, faltaba poco para mi periodo y en esas fechas las hormonas se me ponían como locas y lo único que quería era sexo sórdido, loco, sudoroso y salvaje.
En la tarde, cuando lo veía tocar la guitarra junto a la playa se me llenaba la cabeza de imágenes, esos dedos largos y delgados tocándome a mí y esa voz susurrándome cochinadas... Pero de ahí no había pasado. Él me veía, sonreía y adiós. De seguro que en ese momento estaba igual que los demás, pasándola rico con alguna desconocida. Haciéndole lo que yo deseaba que me hiciera a mí.
El calor de la costa me mataba, siempre he sido más del frío, y el sonido de las olas no me dejaba dormir. Ya era bien tarde, me removí en la cama y me quité la blusa, además de hacerme una trenza (el cabello me llegaba a la cintura) para ver si me refrescaba un poco y lograba dormir algo.
Cuando estaba a punto de meterme al baño (realmente el calor era terrible) vi que alguien llamaba a las puertas corredizas del balcón (estaban abiertas). De un brinco me tapé con la sábana y antes de que pudiera pensar si gritar o desmayarme por el susto, la sombra me habló y reconocí la voz al instante, después de tantos sueños imaginándolo decirme «Venga, Agatha, riéguese para mí» yo ya me la sabía de memoria.
-Hey, ¿está despierta? Traigo unas cervezas.
-Sí... Suave, no entre, estoy medio desnuda. Espere a que me cambie.
Se quedó inmóvil por unos segundos, luego con la voz un toque más ronca contestó:
-No importa, está oscuro, no voy a ver nada.
A mí un escalofrío me bajo por entre las nalgas hasta el clítoris y el calor se multiplicó por diez. Con la mano busqué la blusa y me la puse a como pude. Tal vez estuviera oscuro, pero no del todo y las siluetas se podían notar perfectamente. Yo sabía que él me había visto ponerme la blusa.
Se sentó en una punta de la cama, me pasó una cerveza, él cogió una y puso las otras dos en el suelo.
-¿Y eso Ud aquí? -le pregunté.
-Me contaron que estaba sola.
-¿Ah, sí? Pero si todo el mundo anda por ahí haciendo loco, creí que Ud también.
-Yo también estoy haciendo loco. Por si no se dio cuenta me subí a un balcón con 4 cervezas, corriendo el riesgo de que Ud se hubiera dormido, que no estuviera, o peor que estuviera acompañada.
-Jajaja sobre todo eso...
Con la mano libre comenzó a acariciarme el tobillo, yo por por poco no me le lancé encima.
-Ud es muy guapa, Agatha, si los maes no se le arriman es porque no les da mucha pelota y diay...
-¿Diay qué?
-A algunos maes no les gusta complicarse y prefieren tirar por lo fácil.
-¿Y a Ud?
-A mí... -Se llevó la cerveza a la boca, aunque no podía verle los ojos sentía su mirada quemándome la blusa, los pezones se me pusieron como piedras-. A mí me gusta lo difícil, más cuando lo difícil está tan bueno.D
Diooooos, o yo era una paranoica sexual o se me estaba cumpliendo, ¡por fin! Ese marcador estaba a punto de cambiar. Tal vez el mae fuera tímido o yo que sé, me valía. Ese tonito de sádico y ese masajito en el pie no podían ser falsas alarmas.
-Estaba a punto de bañarme -dije como quien no quiere la cosa-, este puto calor me mata.
-¿Por eso estaba desnuda?
-No lo estaba... Bueno no del todo... -Él se aclaró la garganta-. Pero sí, prácticamente sí.
No sabía por qué no actuaba de una, al fin y al cabo era un hombre y se supone que ellos van al grano...
En fin, él siguió con la varita del masaje en el pie y yo estaba entrando en desesperación. No sabía si es que era tímido con el sexo o yo lo estaba malinterpretando todo.
-Muérdalo -le pedí-. Me mata que me muerdan los dedos del pie...
-Uy, guapa, no me pida eso...
Me dieron ganas de darle una patada a él y luego una a mí misma, por el bañazo.
-¿Por qué? -Intenté quitar el pie pero no me dejó.
-Mmm.... Porque si le muerdo los dedos ya no voy a poder parar y tendré que seguir más arriba y más y más.
Casi me atraganto con la cerveza, a la mierda la cautela. Cogí la botella y la dejé en el suelo, en un segundo ya estaba a horcajadas sobre él.
-¿Hasta aquí arriba querría morder?
Le cogí la mano con la que me había acariciado el pie y se la llevé hasta mi pecho. A él la respiración le cambió y en un movimiento de caderas que hice supe que estaba bien duro.
No me dijo nada, pero me apretó el pecho, con dos dedos me pellizcó el pezón.
-Muerda -le jadee-. Ud no sabe cuántas veces me lo he imaginado mordiéndome por todas partes.
-Mae, me está poniendo muy loco.
Soltó la cerveza y con esa mano me atrajo hacia él y me dio un beso. Fue como si me hubiera pegado a la 220, una ola de electricidad me bajó por todo el cuerpo.
Sentí cómo nuestras lenguas se peleaban por entrar en la boca del otro, por momentos se separaba y me mordía un labio al mismo tiempo que me apretaba contra su erección y yo me balanceaba sobre ella. Cada vez que sentía su dureza rozar mi clítoris se me escapaba un suave jadeo.
Quería sentir su piel así que le quité la camisa y restregue mi pecho sobre el suyo, le mordí un hombro y le acaricié la espalda.
Él se separó un poco y sentí que atrapaba mi pezón con sus dientes, lo mordió suave y después comenzó a humedecer con la lengua el pedazo de tela donde sobresalían los pezones.
-Me encanta como se le marcan -dijo- así con la tela mojada. Dígame qué imaginaba Agatha, ¿se imaginaba esto?
Tomó uno con los dedos y el otro lo prensó con los labios, aumentando la presión a cada segundo hasta que yo contesté:
-No... Oh, mierda, no.
Se separó unos centímetros, cogió la blusa por los tirantes y al mejor estilo de Superman la rompió por la mitad. Le echó un ojo a mis pechos, medio se veían las curvas y los pezones paradísimos, y empezó a acariciarme, lamerlos, morder, chupar... Yo no soy de las que sienta gran cosa con esas caricias ahí arriba pero ese día las andaba muy sensibles y no me importó agarrarle del pelo y enterrarlo ahí para que me las hiciera como le diera la gana.
Yo mientras tanto le busqué la entrepierna y casi me pongo a gemir como una loca cuando encontré la pantaloneta húmeda. Se la había dejado tan mojada cuando me le restregaba que me costó mucho no apartarlo, sentarme en el piso y comérsela.
Le aparté la panta, me llené la mano con su pene caliente e inspeccioné cómo estaba la vara ahí. No era un monstruo, algo promedio, pero si estaba bien gruesa y podía sentir en mis dedos lo dilatadas que tenía las venas. Intenté tocarle los testículos pero por la posición no pude... No importaba, ya lo haría después.
Aparté la mano de ahí y a como pude le metí mi dedo pulgar en la boca. Él captó la idea y me lo dejó bien húmedo. Entonces llevé mi mano de nuevo a su pene. Lo envolví de la misma manera en que se sujeta un micrófono, pero el dedo pulgar lo coloqué en la división de la punta, como él mismo lo había humedecido la vara resbalaba riquísimo en su glande y yo fui hasta su frenillo, presioné unos segundos y después comencé a masturbarlo. Movía la mano de arriba abajo y siempre que llegaba a la punta él me apretaba más los pechos.
-Mae, pare -me dijo al rato, cogiéndome la mano-. Si sigue así me voy a regar ya mismo. Yo también me la he imaginado un montón de veces...
-Eso es lo que quiero, que se riegue.
-Y lo voy a hacer, creáme, pero todavía no.
En un movimiento rápido me tumbó en la cama, se quitó la ropa y cuando estuvo completamente desnudo se metió entre mis piernas. Yo no pude apartar los ojos de la silueta de su erección, levanté las caderas para buscarlo, pero él me lo impidió poniendo su palma abierta en mi vientre.
Con la otra mano fue hasta mi entrepierna.
-Me cago en la... Agatha, mae, está mojadísima.
Se colocó sobre mí y comenzó a besarme el cuello subiendo despacio, mientras hacía círculos con los dedos sobre la tela del cachetero (yo deseaba haber llevado algo más sexy, pero ni modos), mordió el lóbulo de la oreja y me susurró:
-Ahora cuando la vi en la playa con las nalgas llenas de arena me puse como loco... -Apartó la tela y me metió un dedo-. Tuve que ir al baño y jalármela imaginando todas las formas en que se la quería meter.
Gemí y levanté las caderas con lo que su dedo se hundió más.
-Quíteme el cachetero.
-¿Quiere que también lo rompa?
-No me importa, haga lo que sea pero hágalo ya.
Como si fuera papel también lo rompió y esta vez no me penetró con un dedo sino que metió dos y bajó con sus labios a mis pechos, el ombligo, las piernas... hasta que llegó al lugar que yo más necesitaba. Mientras sacaba y metía los dedos con su lengua lamía mi clítoris, lo presionaba y lo soltaba, lo dejaba bien mojadito y después se separaba para soplar sobre él dejándome llena de escalofríos. Me estaba torturando.
Yo estaba tan excitada y mojada que cada vez que él sacaba los dedos yo sentía cómo la humedad se expandía entre las nalgas y él también se dio cuenta porque mientras su índice y corazón me penetraban la vagina con el meñique comenzó a rozarme el ano, a mí las nalgas se me contraían de placer y poco a poco el metió el dedo y también comenzó a penetrarme por ahí.
Estaba en la gloria. El mae estaba en todos lados y haciéndolo muy bien, pero no fue hasta que dejó de usar el meñique que comenzó con los otros dos dedos a hacer ese movimiento como de rascar en la pared frontal de la vagina cuando sentí que estaba a punto de regarme.
Empecé a sentir esos calambres en el vientre y con el clítoris estaba igual. Algo así como un orgasmo doble. Cada movimiento sonaba súper acuoso y eso me ponía loca, además ese olor a "mujer excitada" llenaba toda la cabina.
-Así... Mierda, estoy a punto. Qué rico que lo chupa.
Él siguió y cada vez el espacio en mi interior era menos, mi vagina le apretaba los dedos y mi punto g estaba hinchado, yo lo notaba porque cada vez metía los dedos menos profundo. Hasta que para mí todo quedó en blanco, fue como si un rayo me hubiera dado en el vientre. Con las manos me agarré a las sábanas y gemí apretando los labios, me palpitaba todo por dentro y sentí el chorro mojándolo a él en la cara, la cama empapada de mí.
-Qué rico se riega, mi amor -balbuceó mientras lamía la humedad.
Cuando por fin se separó acomodó sus caderas entre mis piernas y yo ya estaba lista para lo que venía. Sentí su glande en mi entrada pero antes de que me penetrara me metió los dedos con los que me había masturbado en la boca y yo se los chupé, probando mi propio sabor. Me penetró despacio y los dos gemimos al mismo tiempo mientras nuestros cuerpos se acomodaban al otro, exactamente como me gustaba. Empezó constante, balanceándose bien rico y no aumentó de ritmo hasta que yo le rodee la cintura con las piernas y le hice un meneo con la cadera, le enterré las uñas en la espalda y le dije:
-Duro, duro y rápido.
El mae estaba deseando, comenzó a meterla sin piedad, esa vara sonaba como meter los pies en unas botas de hule llenas de agua. Yo empecé a sentir ese dolor rico que solo las mujeres entendemos, a cada embestida me estripaba los pechos con su cuerpo y los vellos de su pecho me hacían cosquillas de esas sabrosas.
Yo comencé a decirle cocinadas y morderle las orejas y la mandíbula.
"¿Así de duro me la metía en sus fantasías?" "¿Me imaginaba así de apretadita?" "Apuesto a que nunca le han hecho un ternerito como este" "Métala, pero métala toda y si puede con todo y huevos" "Cójame bien rico para enseñarle lo que sé hacer con la boca"
Seguimos dándole y cuando me dijo que ya no aguantaba más, que estaba a punto, metió una mano entre ambos y comenzó a trabajarme el clítoris, yo también estaba cerca y me excitaba mucho saber que él se estaba conteniendo para esperar a que yo llegara antes.
Me llevé las manos a los pechos y comencé a acariciarme, pero él me las agarró y las inmovilizó sobre mi cabeza.
-Ni picha, no haga eso o no voy a aguantar una metida más.
Me puso como una olla de presión escucharle decir eso y sentirme inmovilizada y dominada.
Apreté mis pies en sus nalgas y me restregué con más ganas todavía, dando pequeños golpecitos entre las pelvis de los dos, con eso yo sabía que iba a llegar rápido. Cuando estaba a punto le dije:
-Riéguese adentro, yo me cuido...
-Agatha, yo...
-Que se riegue, *********. Quiero sentir su leche en la punta de los dedos cuando me toque.
Me la metió tan duro que hasta la cama chirrío, echó la cabeza atrás y con un jadeo se vino adentro, a mí todo me volvió a palpitar y me cerré en su pene.
Se dejó caer sobre mí y cuando minutos después la sacó me recorrió un escalofrío al sentir cómo su semen bajaba por entre mis nalgas.
-Uuuuuh. Deme un toque nada más y me enseña qué es eso que puede hacer con la boca.
-Le voy a enseñar más que eso...