¡Aguántense!, esta vaina es de esas que te tocan el corazón, má’ que las películas de Netflix. Resulta que en Golfito, un mae que anduvo bien complicado con las drogas le dio vuelta a su vida y ahora anda haciendo cosas chingonas por la gente que más lo necesita. Se trata de Juan Luis Lara Artavia, un tipo que pasó unos buenos sustos con el vicio, pero que ahora le pone toda la carne al asador para levantarle el ánimo a los habitante de la calle y a aquellos que luchan contra la adicción.
La movida, que va rodando desde hace año y medio, se llama ‘Casa Operación Bendición’, y es puro amor y apoyo para los que andan necesitándolo. Imagínate, todos los jueves, un grupete de diez voluntarios – incluyendo a Doña María, la esposa de Juan Luis que cocina como diosas – se levantan puntualmente a las cuatro de la mañana para preparar un banquete digno de reyes. ¡A esa hora yo todavía estoy dormido, qué dedicación!
Y ni hablar de la historia de Juan Luis. El hombre estuvo metido en la sustancia desde los quince hasta los treinta y cinco, ¡unas veinteañeras perdidas! Pero claro, un día, como él mismo lo cuenta, “Dios lo sacó de esa situación”. Desde entonces, se dedica a compartir su experiencia y a brindar una mano amiga a quienes también quieren romper con el círculo vicioso. ¡Eso sí que es un cambio de timón!
Lo que hacen allí en el parque central de Golfito no es solo entregar comida, aunque eso ya es muchísimo. También hay música, obras de teatro hechas por los propios voluntarios, rifas, juegos… ¡pura alegría! Comparten la palabra de Dios, dan consejos, y lo más importante, escuchan a la gente. Porque a veces, lo único que necesitan es alguien que los escuche sin juzgarlos, ¿verdad?
“Nosotros no contamos con grandes patrocinios ni donaciones institucionales”, nos confiesa Juan Luis con modestia. “Todo lo hacemos entre nosotros, con lo que ganamos trabajando, y con el cariño de la gente que se une a nuestra causa.” Esa humildad y perseverancia son lo que realmente hacen la diferencia, créeme. Este brete lo están llevando adelante con sudor y lágrimas, ¡pero con una fe enorme!
Es impresionante cómo han construido una comunidad alrededor de este proyecto. Gente de todas las edades y condiciones sociales se unen para colaborar, ya sea cocinando, organizando actividades, o simplemente ofreciendo una sonrisa y una palabra de aliento. Demuestra que cuando uno se pone las pilas y quiere hacer las cosas bien, ¡hasta las piedras pueden echar raíces!
Este proyecto es una verdadera luz de esperanza en medio de tanta oscuridad. Juan Luis y su equipo demuestran que es posible salir adelante, que las segundas oportunidades existen, y que incluso las peores experiencias pueden convertirse en motores de cambio positivo. Es una vara ejemplarizante para todos aquellos que piensan que ya todo está perdido, ¡porque nunca es tarde para empezar de nuevo!
Ahora dime, ¿crees que iniciativas como 'Casa Operación Bendición' deberían recibir más apoyo del gobierno y de la sociedad en general? ¿Cómo podríamos fortalecer estos espacios de ayuda mutua y darle aún más impulso a proyectos que transforman vidas en nuestras comunidades?
La movida, que va rodando desde hace año y medio, se llama ‘Casa Operación Bendición’, y es puro amor y apoyo para los que andan necesitándolo. Imagínate, todos los jueves, un grupete de diez voluntarios – incluyendo a Doña María, la esposa de Juan Luis que cocina como diosas – se levantan puntualmente a las cuatro de la mañana para preparar un banquete digno de reyes. ¡A esa hora yo todavía estoy dormido, qué dedicación!
Y ni hablar de la historia de Juan Luis. El hombre estuvo metido en la sustancia desde los quince hasta los treinta y cinco, ¡unas veinteañeras perdidas! Pero claro, un día, como él mismo lo cuenta, “Dios lo sacó de esa situación”. Desde entonces, se dedica a compartir su experiencia y a brindar una mano amiga a quienes también quieren romper con el círculo vicioso. ¡Eso sí que es un cambio de timón!
Lo que hacen allí en el parque central de Golfito no es solo entregar comida, aunque eso ya es muchísimo. También hay música, obras de teatro hechas por los propios voluntarios, rifas, juegos… ¡pura alegría! Comparten la palabra de Dios, dan consejos, y lo más importante, escuchan a la gente. Porque a veces, lo único que necesitan es alguien que los escuche sin juzgarlos, ¿verdad?
“Nosotros no contamos con grandes patrocinios ni donaciones institucionales”, nos confiesa Juan Luis con modestia. “Todo lo hacemos entre nosotros, con lo que ganamos trabajando, y con el cariño de la gente que se une a nuestra causa.” Esa humildad y perseverancia son lo que realmente hacen la diferencia, créeme. Este brete lo están llevando adelante con sudor y lágrimas, ¡pero con una fe enorme!
Es impresionante cómo han construido una comunidad alrededor de este proyecto. Gente de todas las edades y condiciones sociales se unen para colaborar, ya sea cocinando, organizando actividades, o simplemente ofreciendo una sonrisa y una palabra de aliento. Demuestra que cuando uno se pone las pilas y quiere hacer las cosas bien, ¡hasta las piedras pueden echar raíces!
Este proyecto es una verdadera luz de esperanza en medio de tanta oscuridad. Juan Luis y su equipo demuestran que es posible salir adelante, que las segundas oportunidades existen, y que incluso las peores experiencias pueden convertirse en motores de cambio positivo. Es una vara ejemplarizante para todos aquellos que piensan que ya todo está perdido, ¡porque nunca es tarde para empezar de nuevo!
Ahora dime, ¿crees que iniciativas como 'Casa Operación Bendición' deberían recibir más apoyo del gobierno y de la sociedad en general? ¿Cómo podríamos fortalecer estos espacios de ayuda mutua y darle aún más impulso a proyectos que transforman vidas en nuestras comunidades?