¡Ay, patitos! Parece que el Acuerdo de París cumple una década y la cosa está más turbia que café frío. Todo ese rollo de salvar el planeta, compromisos internacionales, y bla, bla, bla… y al final, seguimos viendo cómo el clima nos da coletazos de campeonato. Como si nos estuvieran echando arena al ojo, ¿me entienden?
La verdad, leer ese artículo de la agencia me dejó con un saborcito a chinche. Hablan de cumbres, decisiones, y metas, pero la realidad es que algunos paises, como Estados Unidos – que ni loco quiere dejar de quemar combustibles fósiles – se sacuden las responsabilidades con más facilidad que un perro mojado. ¡Un tupazo!
Y no es solo Estados Unidos, mi pana. China, que es donde se fabrica casi todo lo que usamos, tampoco anda precisamente regalando plumas. Se ponen objetivos “minimalistas”, dicen. Minimalistas para ellos quizás, porque para nosotros, los que respiramos este aire, ya está pasando factura. Ya hemos visto sequías de locura, lluvias torrenciales, y hasta los volcanes parecen estar de malas.
¿Recuerdan aquella promesa de empezar a abandonar los combustibles fósiles? Pues parece que quedó ahí, flotando como una pipa en el Pacífico. Todos hablan de transiciones verdes, de energías renovables, pero entre tanto papeleo y burocracia, el tiempo se nos va escapando de las manos más rápido que un chunche en el viento.
Claro, hay quienes dicen que el Acuerdo de París ha servido para algo, que antes iba a ser peor. Y puede ser, ¿quién sabe? Pero vamos, no nos demos coba y celebremos medias tintas. Vivimos el primer año por encima de los 1,5 grados Celsius en 2024, con incendios que te dejaban boquiabierto y olas de calor que te hacían sudar frío aunque estuvieras en la sombra.
A ver, no todo es perder la fe, mi gente. Hay cosas positivas. Por ejemplo, que ahora tenemos la energía solar y eólica más baratas que nunca, y la Corte Internacional de Justicia está diciendo que los países tienen obligación legal de luchar contra el cambio climático. Eso sí que es un buen brete, un rayito de esperanza en medio de tanta oscuridad.
Algunos expertos – esos que siempre andan analizando todo – dicen que no estamos obligados a seguir fallándole al planeta. Que podemos cambiar el rumbo. Y yo digo que tienen toda la razón. Pero requiere de un esfuerzo enorme, de asumir responsabilidades y de dejar de lado esas excusas baratas. Además, la juventud tica está moviéndose, exigiendo cambios reales, y eso es algo que hay que aplaudir a rabiar.
Así que, diay, mira vos... ¿Será que estamos condenados a vivir en un planeta inhabitable, o todavía queda tiempo para darle la vuelta a la tortilla? ¿Crees que los líderes mundiales realmente tienen la voluntad política para actuar antes de que sea demasiado tarde, o esto seguirá siendo un mero ejercicio de relaciones públicas?
La verdad, leer ese artículo de la agencia me dejó con un saborcito a chinche. Hablan de cumbres, decisiones, y metas, pero la realidad es que algunos paises, como Estados Unidos – que ni loco quiere dejar de quemar combustibles fósiles – se sacuden las responsabilidades con más facilidad que un perro mojado. ¡Un tupazo!
Y no es solo Estados Unidos, mi pana. China, que es donde se fabrica casi todo lo que usamos, tampoco anda precisamente regalando plumas. Se ponen objetivos “minimalistas”, dicen. Minimalistas para ellos quizás, porque para nosotros, los que respiramos este aire, ya está pasando factura. Ya hemos visto sequías de locura, lluvias torrenciales, y hasta los volcanes parecen estar de malas.
¿Recuerdan aquella promesa de empezar a abandonar los combustibles fósiles? Pues parece que quedó ahí, flotando como una pipa en el Pacífico. Todos hablan de transiciones verdes, de energías renovables, pero entre tanto papeleo y burocracia, el tiempo se nos va escapando de las manos más rápido que un chunche en el viento.
Claro, hay quienes dicen que el Acuerdo de París ha servido para algo, que antes iba a ser peor. Y puede ser, ¿quién sabe? Pero vamos, no nos demos coba y celebremos medias tintas. Vivimos el primer año por encima de los 1,5 grados Celsius en 2024, con incendios que te dejaban boquiabierto y olas de calor que te hacían sudar frío aunque estuvieras en la sombra.
A ver, no todo es perder la fe, mi gente. Hay cosas positivas. Por ejemplo, que ahora tenemos la energía solar y eólica más baratas que nunca, y la Corte Internacional de Justicia está diciendo que los países tienen obligación legal de luchar contra el cambio climático. Eso sí que es un buen brete, un rayito de esperanza en medio de tanta oscuridad.
Algunos expertos – esos que siempre andan analizando todo – dicen que no estamos obligados a seguir fallándole al planeta. Que podemos cambiar el rumbo. Y yo digo que tienen toda la razón. Pero requiere de un esfuerzo enorme, de asumir responsabilidades y de dejar de lado esas excusas baratas. Además, la juventud tica está moviéndose, exigiendo cambios reales, y eso es algo que hay que aplaudir a rabiar.
Así que, diay, mira vos... ¿Será que estamos condenados a vivir en un planeta inhabitable, o todavía queda tiempo para darle la vuelta a la tortilla? ¿Crees que los líderes mundiales realmente tienen la voluntad política para actuar antes de que sea demasiado tarde, o esto seguirá siendo un mero ejercicio de relaciones públicas?
