¡Ay, Dios mío! Quién lo diría... Lo que empezó siendo una simple revisión de la vista, ahora es un verdadero chin keen para Marian, una estudiante de la U. Se dice que perdió gran parte de su visión luego de un procedimiento que, según ella, jamás debió haberle hecho. ¡Imagínate el susto!
Todo este rollo se originó allá por octubre del año pasado, cuando Marian empezó a tener problemas de la vista: ojos rojos, visión borrosa… Ya saben, la bronca de cualquiera que necesita unas gafas decentes. Después de probar varios remedios que no funcionaron, le recomendaron ir con un especialista, así que fue con confianza al hospital Médica Sur, pensando que ahí sí le iban a resolver la vaina.
Al principio, todo parecía andar bien. La doctora le diagnosticó unos problemillas en la córnea y le recetó gotitas y lentes de contacto especiales. Marian sintió que sus ojos estaban mejorando, volvía a ver las cositas claras, podía leer otra vez, ¡eso era una bendición! Pero entonces llegó esa cita de control que la puso en aprietos.
Según cuenta Marian, la doctora decidió meterle mano directamente, como si fuera a quitarle una pelusa del ojo. Le explicó el procedimiento como si fuera a retirar una costra, ¡una costra! Y ni les cuento, usó una aguja para hacerle rayones en la córnea, diciéndole que eran como “marcas de gato”. ¡Qué pesadilla! Imagínate el dolor, la sorpresa…
Y ahí fue cuando todo se vino abajo. Marian dice que casi pierde la visión en ese mismo instante. Solo veía sombras, ¡qué sal! Pero la doctora, en lugar de preocuparse, le dijo que la vista iba a volver en unos pocos días. Bueno, la vista no volvió. Al contrario, todo empeoró. El dolor era insoportable, sus ojos hinchados, rojos y llorosos todo el tiempo. De repente le dijeron que tenía una infección… y luego otra peor, ¡de hongos! Diay, qué lío.
Después de meses de tratamientos intensivos, los doctores le confirmaron lo que Marian sospechaba: el daño era irreversible. Infecciones, desprendimientos de retina, cataratas… ¡Una combinación tremenda! Resulta que Marian tiene diabetes desde niña, algo que, según otros médicos que la atendieron después, es una razón suficiente para no hacerle ese tipo de intervención en el ojo. ¡Menuda carga!
Ahora, la cosa pinta fea. Marian demanda al doctor por negligencia médica, argumentando que lo que le pasó no fue una complicación rara, sino un error garrafal. Dice que no hay ningún protocolo médico que diga que se tenga que raspar la córnea con una aguja así como así, especialmente en un consultorio normal y corriente, ¡sin las debidas precauciones! Este caso ha encendido las redes sociales y nos recuerda a todos la importancia de estar informados y exigir calidad en la atención médica. Hay que ponerle cuidado a estas vainas, ¿eh?
Este caso nos hace pensar: ¿Hasta dónde llega la responsabilidad de los profesionales de la salud y cómo podemos asegurarnos de que estamos recibiendo la mejor atención posible? ¿Ustedes creen que deberían haber regulaciones más estrictas para estos tipos de procedimientos, o que los pacientes deberían estar mejor informados sobre los riesgos antes de someterse a ellos? ¡Déjenme sus opiniones acá en el foro, estoy deseando leerlas!
Todo este rollo se originó allá por octubre del año pasado, cuando Marian empezó a tener problemas de la vista: ojos rojos, visión borrosa… Ya saben, la bronca de cualquiera que necesita unas gafas decentes. Después de probar varios remedios que no funcionaron, le recomendaron ir con un especialista, así que fue con confianza al hospital Médica Sur, pensando que ahí sí le iban a resolver la vaina.
Al principio, todo parecía andar bien. La doctora le diagnosticó unos problemillas en la córnea y le recetó gotitas y lentes de contacto especiales. Marian sintió que sus ojos estaban mejorando, volvía a ver las cositas claras, podía leer otra vez, ¡eso era una bendición! Pero entonces llegó esa cita de control que la puso en aprietos.
Según cuenta Marian, la doctora decidió meterle mano directamente, como si fuera a quitarle una pelusa del ojo. Le explicó el procedimiento como si fuera a retirar una costra, ¡una costra! Y ni les cuento, usó una aguja para hacerle rayones en la córnea, diciéndole que eran como “marcas de gato”. ¡Qué pesadilla! Imagínate el dolor, la sorpresa…
Y ahí fue cuando todo se vino abajo. Marian dice que casi pierde la visión en ese mismo instante. Solo veía sombras, ¡qué sal! Pero la doctora, en lugar de preocuparse, le dijo que la vista iba a volver en unos pocos días. Bueno, la vista no volvió. Al contrario, todo empeoró. El dolor era insoportable, sus ojos hinchados, rojos y llorosos todo el tiempo. De repente le dijeron que tenía una infección… y luego otra peor, ¡de hongos! Diay, qué lío.
Después de meses de tratamientos intensivos, los doctores le confirmaron lo que Marian sospechaba: el daño era irreversible. Infecciones, desprendimientos de retina, cataratas… ¡Una combinación tremenda! Resulta que Marian tiene diabetes desde niña, algo que, según otros médicos que la atendieron después, es una razón suficiente para no hacerle ese tipo de intervención en el ojo. ¡Menuda carga!
Ahora, la cosa pinta fea. Marian demanda al doctor por negligencia médica, argumentando que lo que le pasó no fue una complicación rara, sino un error garrafal. Dice que no hay ningún protocolo médico que diga que se tenga que raspar la córnea con una aguja así como así, especialmente en un consultorio normal y corriente, ¡sin las debidas precauciones! Este caso ha encendido las redes sociales y nos recuerda a todos la importancia de estar informados y exigir calidad en la atención médica. Hay que ponerle cuidado a estas vainas, ¿eh?
Este caso nos hace pensar: ¿Hasta dónde llega la responsabilidad de los profesionales de la salud y cómo podemos asegurarnos de que estamos recibiendo la mejor atención posible? ¿Ustedes creen que deberían haber regulaciones más estrictas para estos tipos de procedimientos, o que los pacientes deberían estar mejor informados sobre los riesgos antes de someterse a ellos? ¡Déjenme sus opiniones acá en el foro, estoy deseando leerlas!