¡Ay, Dios mío, qué situación seguimos viviendo en Dent! Ya casi nos acostumbramos a ver el agua corriendo por las calles, y eso no es precisamente chiva. Desde aquella torta que nos dimos con la inundación pasada, la UCR ha estado metiendo mano con este sistema de monitoreo de lluvia, tratando de avisarnos antes de que nos vayamos todos al brete.
La verdad es que me parece un buen intento, haberle puesto empeño a resolver el problema, pero vamos, todavía estamos en la cuerda floja. Resulta que tienen estas estaciones repartidas en las sedes de la UCR, como ocho en San Pedro, midiendo todo: cuánta lluvia cae, la presión del aire, hasta la luz. Todo pa’ tener datos en tiempo real, supuestamente para que los comités puedan elevar alertas y evitar que nos agarre desprevenidos.
Alberto Salazar, del Cigefi, explica que ven cómo se va acumulando la lluvia minuto a minuto. Uno se queda pensando, ¿y por qué no podemos saberlo antes? Porque, claro, los pronósticos del clima son otro cantar, necesitan aparatos más sofisticados y tiempo para analizarlos. Rubén Madrigal, del Losic, dice que la idea era crear un sistema de observación de lluvia adentro de la universidad, pero afuera, en Dent, seguimos rezongones.
Y ahí viene el detalle importante: Barrio Dent depende de cuánta lluvia caiga río arriba, en Sabanilla. Como dice Madrigal, “toda esa agua va a correr por la cuenca y va a tener que salir por algún lado, que es la quebrada”. Si allá arriba se les descarga, acá abajo nos mojan, aunque nosotros estemos secos. ¡Eso sí que es bronca!
Lo bueno es que, aunque no tengan una fórmula mágica, los encargados del sistema sí han identificado un límite. Parece que cuando en una hora llueven entre 30 y 40 milímetros, la quebrada Negritos empieza a poner caras, a dar señales de que se va a desbordar. Eso da un respiro, aunque también te hace pensar: ¿por qué esperar a que la quebrada ponga caras?
Pero miren, la verdadera vara está en que la cuenca de la quebrada Negritos ha cambiado. Antes eran bosques y pastizales que tragaban el agua, ahora hay concreto y asfalto por todas partes. Las obras de ingeniería que controlaban el caudal ya no aguantan el ritmo. Esto significa que, aunque haya monitoreo, la capacidad de absorción del terreno ha disminuido, haciendo que la zona sea más vulnerable a las inundaciones.
Y Salazar lo dice clarito: no pueden predecir una inundación exactamente como la que vivimos la semana pasada. ¡Qué torta! Solo saben que va a llover, pero no dónde y cuándo causará problemas. Los modelos, según dicen, son más confiables con uno o dos días de antelación, pero mientras tanto, ahí andamos, con el corazón en la boca esperando el próximo chaparrón.
Al final, con toda esta tecnología y datos, nos preguntamos: ¿cuándo vamos a ver soluciones duraderas para proteger a Barrio Dent de las inundaciones? ¿Será que necesitamos más inversión, mejores planes de manejo de la cuenca, o simplemente resignarnos a vivir con el susto cada vez que llueve a cántaros? ¡Diganme sus ideas, pues!
La verdad es que me parece un buen intento, haberle puesto empeño a resolver el problema, pero vamos, todavía estamos en la cuerda floja. Resulta que tienen estas estaciones repartidas en las sedes de la UCR, como ocho en San Pedro, midiendo todo: cuánta lluvia cae, la presión del aire, hasta la luz. Todo pa’ tener datos en tiempo real, supuestamente para que los comités puedan elevar alertas y evitar que nos agarre desprevenidos.
Alberto Salazar, del Cigefi, explica que ven cómo se va acumulando la lluvia minuto a minuto. Uno se queda pensando, ¿y por qué no podemos saberlo antes? Porque, claro, los pronósticos del clima son otro cantar, necesitan aparatos más sofisticados y tiempo para analizarlos. Rubén Madrigal, del Losic, dice que la idea era crear un sistema de observación de lluvia adentro de la universidad, pero afuera, en Dent, seguimos rezongones.
Y ahí viene el detalle importante: Barrio Dent depende de cuánta lluvia caiga río arriba, en Sabanilla. Como dice Madrigal, “toda esa agua va a correr por la cuenca y va a tener que salir por algún lado, que es la quebrada”. Si allá arriba se les descarga, acá abajo nos mojan, aunque nosotros estemos secos. ¡Eso sí que es bronca!
Lo bueno es que, aunque no tengan una fórmula mágica, los encargados del sistema sí han identificado un límite. Parece que cuando en una hora llueven entre 30 y 40 milímetros, la quebrada Negritos empieza a poner caras, a dar señales de que se va a desbordar. Eso da un respiro, aunque también te hace pensar: ¿por qué esperar a que la quebrada ponga caras?
Pero miren, la verdadera vara está en que la cuenca de la quebrada Negritos ha cambiado. Antes eran bosques y pastizales que tragaban el agua, ahora hay concreto y asfalto por todas partes. Las obras de ingeniería que controlaban el caudal ya no aguantan el ritmo. Esto significa que, aunque haya monitoreo, la capacidad de absorción del terreno ha disminuido, haciendo que la zona sea más vulnerable a las inundaciones.
Y Salazar lo dice clarito: no pueden predecir una inundación exactamente como la que vivimos la semana pasada. ¡Qué torta! Solo saben que va a llover, pero no dónde y cuándo causará problemas. Los modelos, según dicen, son más confiables con uno o dos días de antelación, pero mientras tanto, ahí andamos, con el corazón en la boca esperando el próximo chaparrón.
Al final, con toda esta tecnología y datos, nos preguntamos: ¿cuándo vamos a ver soluciones duraderas para proteger a Barrio Dent de las inundaciones? ¿Será que necesitamos más inversión, mejores planes de manejo de la cuenca, o simplemente resignarnos a vivir con el susto cada vez que llueve a cántaros? ¡Diganme sus ideas, pues!