¡Ay, Dios mío! Qué bronca nos afecta con estos ‘búnkeres’ de droga en Desamparados. La Poli municipal echó mano y metió orden en nueve casas que parecían fantasmas, pero que resultaron ser guaridas para el hampa. Imagínate la movida, la gente viviendo tranqui en sus casas y resulta que a unas cuadras hay un lugar donde se vende y se consume sustancia ilícita. ¡Qué sal!
La Policía Municipal de Desamparados, sí, esos mismos que andan patrullando por los barrios, le dieron duro a estas estructuras que ya rayaban en lo paranormal. Según cuentan, esas casas, al estar abandonadas, se convirtieron en imanes para los delincuentes, aprovechándose de la ausencia de dueños y de cualquier supervisión. Se dice que eran puntos estratégicos para vender ‘hierba’ y otras cosas turbias a precios bajos, y pa’ los adictos que buscan echarse un sopón.
Estos sitios, 'qué carga', se habían transformado en territorios prohibidos para muchos vecinos. Ya nadie quería acercarse, ni siquiera para buscar qué había caído. El miedo era palpable, dicen, porque además, estos lugares atraían a gente rara, que anda buscando problemas. Era urgente que alguien hiciera algo, y bueno, ahí entraron nuestros polis municipales, demostrando que sí saben cómo mover el brete cuando toca defender la comunidad.
La intervención policial, pues, fue como un rayito de esperanza en medio de tanta oscuridad. Los agentes entraron a esos inmuebles con todo, revisando cada rincón y poniendo fin a las actividades ilegales que allí se desarrollaban. Claro, eso no significa que el problema esté solucionado. Lo que hizo la poli es interrumpir la operación momentáneamente, pero el verdadero reto está en evitar que esas casas vuelvan a caer en manos equivocadas. Esto sí que es un dolor de cabeza, diay.
Y aquí viene el tema complicado: la ley. Parece que los procesos para recuperar estas propiedades abandonadas son más largos que la cola del supermercado en Navidad. Hay dueños que nunca aparecen, otros que viven fuera del país y no hacen caso a las citaciones, y así se va el tiempo. Mientras tanto, los delincuentes aprovechan la situación para seguir haciendo sus negocios sucios. ¡Qué torta!
Se necesita una reforma seria en las leyes para agilizar estos trámites, señores. No podemos seguir esperando años para desalojar a unos invasores que están destruyendo la paz de nuestros barrios. Quizás sea momento de considerar la posibilidad de expropiar estas propiedades, si los dueños se niegan a hacerse responsables. Pero claro, eso también tiene sus complicaciones legales y económicas, porque no es sencillo manejar el dinero público, ¿verdad?
La Poli Municipal ha reafirmado su compromiso de no dar tregua a estos ‘búnkeres’, pero reconoce que la lucha es mucho más compleja de lo que parece. Necesitan apoyo legal, necesitan recursos, necesitan que el Gobierno les ponga todas las herramientas a disposición para enfrentar este flagelo que está afectando a nuestra sociedad. Porque, vamos, nadie quiere vivir con miedo en su propia casa. Todos queremos sentirnos seguros y protegidos, ¿no es cierto?
Al final del día, esta historia nos deja pensando: ¿Cómo podemos encontrar una solución sostenible para el problema de las propiedades abandonadas y evitar que sigan siendo refugio para el crimen? ¿Será que necesitamos involucrar más a la comunidad en la vigilancia de estos sitios, o quizás crear un programa de incentivos para que los dueños recuperen el control de sus bienes? ¡Vamos, díganos qué piensa usted!
La Policía Municipal de Desamparados, sí, esos mismos que andan patrullando por los barrios, le dieron duro a estas estructuras que ya rayaban en lo paranormal. Según cuentan, esas casas, al estar abandonadas, se convirtieron en imanes para los delincuentes, aprovechándose de la ausencia de dueños y de cualquier supervisión. Se dice que eran puntos estratégicos para vender ‘hierba’ y otras cosas turbias a precios bajos, y pa’ los adictos que buscan echarse un sopón.
Estos sitios, 'qué carga', se habían transformado en territorios prohibidos para muchos vecinos. Ya nadie quería acercarse, ni siquiera para buscar qué había caído. El miedo era palpable, dicen, porque además, estos lugares atraían a gente rara, que anda buscando problemas. Era urgente que alguien hiciera algo, y bueno, ahí entraron nuestros polis municipales, demostrando que sí saben cómo mover el brete cuando toca defender la comunidad.
La intervención policial, pues, fue como un rayito de esperanza en medio de tanta oscuridad. Los agentes entraron a esos inmuebles con todo, revisando cada rincón y poniendo fin a las actividades ilegales que allí se desarrollaban. Claro, eso no significa que el problema esté solucionado. Lo que hizo la poli es interrumpir la operación momentáneamente, pero el verdadero reto está en evitar que esas casas vuelvan a caer en manos equivocadas. Esto sí que es un dolor de cabeza, diay.
Y aquí viene el tema complicado: la ley. Parece que los procesos para recuperar estas propiedades abandonadas son más largos que la cola del supermercado en Navidad. Hay dueños que nunca aparecen, otros que viven fuera del país y no hacen caso a las citaciones, y así se va el tiempo. Mientras tanto, los delincuentes aprovechan la situación para seguir haciendo sus negocios sucios. ¡Qué torta!
Se necesita una reforma seria en las leyes para agilizar estos trámites, señores. No podemos seguir esperando años para desalojar a unos invasores que están destruyendo la paz de nuestros barrios. Quizás sea momento de considerar la posibilidad de expropiar estas propiedades, si los dueños se niegan a hacerse responsables. Pero claro, eso también tiene sus complicaciones legales y económicas, porque no es sencillo manejar el dinero público, ¿verdad?
La Poli Municipal ha reafirmado su compromiso de no dar tregua a estos ‘búnkeres’, pero reconoce que la lucha es mucho más compleja de lo que parece. Necesitan apoyo legal, necesitan recursos, necesitan que el Gobierno les ponga todas las herramientas a disposición para enfrentar este flagelo que está afectando a nuestra sociedad. Porque, vamos, nadie quiere vivir con miedo en su propia casa. Todos queremos sentirnos seguros y protegidos, ¿no es cierto?
Al final del día, esta historia nos deja pensando: ¿Cómo podemos encontrar una solución sostenible para el problema de las propiedades abandonadas y evitar que sigan siendo refugio para el crimen? ¿Será que necesitamos involucrar más a la comunidad en la vigilancia de estos sitios, o quizás crear un programa de incentivos para que los dueños recuperen el control de sus bienes? ¡Vamos, díganos qué piensa usted!