¡Ay, Dios mío! Parece que la Pura Vida se nos está complicando un poquito con todos estos deslizamientos que andamos teniendo. Las lluvias no dan tregua y ya estamos contando casi medio millar de incidentes este año. De verdad, ¡qué vara!
La Comisión Nacional de Emergencias (CNE) anda sacándose espinas con los nuevos sistemas de monitoreo, drones, satélites y hasta pluviómetros que le compraron. Dicen que ahora pueden ver venir los problemas antes de que nos agarren desprevenidos, lo cual es, definitivamente, qué tuanis. Antes, era como jugar a las escondidas con la montaña; mapas viejos, brújulas y esperar lo peor. Un maje bien aventurero eso sí.
Ahora resulta que tenemos tecnología punta para estar pendientes de esas montañas que amenazan con comernos. Drones volando por ahí tomando fotos, sensores midiendo el agua de los ríos, todo conectado a computadoras que detectan cualquier movimiento raro. ¡Qué carga la inversión, pero si funciona, vale la pena! Porque la verdad, recordar lo que pasó en Los Filtros el año pasado, con casas, escuelas y hasta torres de telefonía hechas puré, te pone los pelos de punta.
Y ni hablar del deslizamiento en el Parque Nacional Juan Castro Blanco. Afortunadamente, no hubo víctimas humanas graves en ese caso, pero el daño a los negocios en Aguas Zarcas demostró que estos fenómenos no discriminan. Cualquiera puede caerles encima, sin previo aviso. Es como pedirle prestado al cerro, y que te diga 'ya te voy a echar toda' de repente.
El problema es que, aunque tengamos la tecnología más moderna del mundo, seguimos teniendo el mismo problema de fondo: nuestra geografía. Costa Rica es pura pendiente, con temblorucitos de vez en cuando y lluvias torrenciales que dejan al pobre suelo hecho papilla. A eso súmale que muchos seguimos construyendo donde no deberíamos, “achicándonos” donde la tierra dice claramente ‘aquí no’. ¡Qué despiche!
Si miramos los datos, Puriscal y Turrialba siguen siendo los campeones en número de deslizamientos vigilados, con once puntos cada uno. Luego le siguen Pérez Zeledón, Acosta y Desamparados. Esto demuestra que hay ciertas zonas del país que son más vulnerables que otras, y que necesitamos ponerle atención especial. No podemos seguir actuando como si nada pasara hasta que la montaña decida bajarnos de visita.
El sistema 9-1-1 ha sido clave para reportar la mayoría de estos incidentes, así que, si ven algo raro, den aviso rápido. Mejor prevenir que lamentar, dicen por ahí. Porque cuando la avalancha te cae encima, ya es demasiado tarde para decir ‘diay’ o ‘idiay’ y esperar que se solucione sola. Además, recordemos que la planificación territorial adecuada y la educación ciudadana son fundamentales para reducir riesgos. No basta con tener la última tecnología si seguimos tomando malas decisiones.
Entonces, ¿creemos realmente que la tecnología es suficiente para protegernos de los deslizamientos, o debemos hacer también cambios profundos en cómo usamos nuestro territorio y en cómo educamos a la gente sobre los peligros que enfrentamos? ¡Vamos a debatirlo!
La Comisión Nacional de Emergencias (CNE) anda sacándose espinas con los nuevos sistemas de monitoreo, drones, satélites y hasta pluviómetros que le compraron. Dicen que ahora pueden ver venir los problemas antes de que nos agarren desprevenidos, lo cual es, definitivamente, qué tuanis. Antes, era como jugar a las escondidas con la montaña; mapas viejos, brújulas y esperar lo peor. Un maje bien aventurero eso sí.
Ahora resulta que tenemos tecnología punta para estar pendientes de esas montañas que amenazan con comernos. Drones volando por ahí tomando fotos, sensores midiendo el agua de los ríos, todo conectado a computadoras que detectan cualquier movimiento raro. ¡Qué carga la inversión, pero si funciona, vale la pena! Porque la verdad, recordar lo que pasó en Los Filtros el año pasado, con casas, escuelas y hasta torres de telefonía hechas puré, te pone los pelos de punta.
Y ni hablar del deslizamiento en el Parque Nacional Juan Castro Blanco. Afortunadamente, no hubo víctimas humanas graves en ese caso, pero el daño a los negocios en Aguas Zarcas demostró que estos fenómenos no discriminan. Cualquiera puede caerles encima, sin previo aviso. Es como pedirle prestado al cerro, y que te diga 'ya te voy a echar toda' de repente.
El problema es que, aunque tengamos la tecnología más moderna del mundo, seguimos teniendo el mismo problema de fondo: nuestra geografía. Costa Rica es pura pendiente, con temblorucitos de vez en cuando y lluvias torrenciales que dejan al pobre suelo hecho papilla. A eso súmale que muchos seguimos construyendo donde no deberíamos, “achicándonos” donde la tierra dice claramente ‘aquí no’. ¡Qué despiche!
Si miramos los datos, Puriscal y Turrialba siguen siendo los campeones en número de deslizamientos vigilados, con once puntos cada uno. Luego le siguen Pérez Zeledón, Acosta y Desamparados. Esto demuestra que hay ciertas zonas del país que son más vulnerables que otras, y que necesitamos ponerle atención especial. No podemos seguir actuando como si nada pasara hasta que la montaña decida bajarnos de visita.
El sistema 9-1-1 ha sido clave para reportar la mayoría de estos incidentes, así que, si ven algo raro, den aviso rápido. Mejor prevenir que lamentar, dicen por ahí. Porque cuando la avalancha te cae encima, ya es demasiado tarde para decir ‘diay’ o ‘idiay’ y esperar que se solucione sola. Además, recordemos que la planificación territorial adecuada y la educación ciudadana son fundamentales para reducir riesgos. No basta con tener la última tecnología si seguimos tomando malas decisiones.
Entonces, ¿creemos realmente que la tecnología es suficiente para protegernos de los deslizamientos, o debemos hacer también cambios profundos en cómo usamos nuestro territorio y en cómo educamos a la gente sobre los peligros que enfrentamos? ¡Vamos a debatirlo!