¡Ay, Dios mío! Esto sí que está feo. La Sutel mandó callar a varias emisoras regionales, y parece que la bronca económica les jugó una mala pasada. Deudas acumuladas, licitaciones complicadas… ¡Qué despiche! Ahora, radios que llevan años siendo la voz de nuestras comunidades, podrían dejar de sonar. Ni me hagan recordar cómo era la vida antes de tener información local a un clic.
La cosa es clara: la Superintendencia de Telecomunicaciones, bajo presión del Micitt, sacó a remate las frecuencias. Un proceso que, según los afectados, estuvo diseñado para dejarlos fuera desde el principio. Las reglas del juego cambiaron y, bueno, no todos pudieron bancárselo. Emisoras emblemáticas, esas que te enteraban de los chinamas del cantón, las fiestas patronales y hasta dónde estaba el peaje, quedaron varadas en el camino.
Y ahí entra Radio San Carlos, un brete histórico en la zona norte. Gonzalo González Arroyo, el administrador, no se anduvo con rodeos: "El impacto social es muy fuerte, porque nosotros siempre hemos sido una emisora profundamente regional desde nuestros inicios". Es que Radio San Carlos no es solo música y noticias; es parte de la identidad de toda una región. ¿Cuántos recuerdan las tardes escuchando los noticieros y comentando los acontecimientos con los vecinos?
Pero la bronca no es solo sentimental; hay pura plata en juego. Agencias de publicidad, pequeños comerciantes, todos dependían de esa conexión directa con la comunidad. Si la radio desaparece, esos negocios se van al caño. "Si al final le dicen a uno 'ya usted no suena en la Zona Norte', probablemente una agencia o un cliente dirá: 'vamos por redes sociales, ¿para qué pagarle a alguien más?'", lamentaba González. Ya ven, una maraña de consecuencias.
Más encima, la crisis golpea directamente el bolsillo de los trabajadores. Radio San Carlos ya había sufrido recortes por culpa de la pandemia, pero ahora la situación se agrava. “Tendremos que hacer otra reestructuración, al menos de unas cuatro personas. Debemos empezar a analizar qué podemos mantener y a quiénes, lamentablemente, ya no podríamos sostener”. ¡Qué carga tener que despedir compañeros!
Mientras tanto, la Cámara Nacional de Radio está peleando el tema legalmente. Hay una demanda en curso buscando revertir la situación, esperando que la justicia les dé la razón y les permita seguir transmitiendo por otros veinte años. Pareciera que están agarrándole la vaca de las astas, pero aún queda esperanza, diay.
Lo que más preocupa es que esta historia podría repetirse en otras regiones del país. Si las emisoras locales no tienen las herramientas necesarias para competir en este nuevo escenario tecnológico, corremos el riesgo de perder esa riqueza cultural y esa cercanía con la comunidad. Las ondas radiales son más que señales; son puentes que conectan a la gente, y cortarlas es un daño irreparable. En fin, la tecnología avanza y hay que adaptarse, pero sin dejar atrás nuestras raíces.
Esto pinta complicado, maes. ¿Creen que el Estado debería intervenir para garantizar la supervivencia de las emisoras comunitarias y asegurar el acceso a la información en todas las zonas del país, o deberían dejarse llevar por las fuerzas del mercado? ¡Compártanme sus opiniones en el foro!
La cosa es clara: la Superintendencia de Telecomunicaciones, bajo presión del Micitt, sacó a remate las frecuencias. Un proceso que, según los afectados, estuvo diseñado para dejarlos fuera desde el principio. Las reglas del juego cambiaron y, bueno, no todos pudieron bancárselo. Emisoras emblemáticas, esas que te enteraban de los chinamas del cantón, las fiestas patronales y hasta dónde estaba el peaje, quedaron varadas en el camino.
Y ahí entra Radio San Carlos, un brete histórico en la zona norte. Gonzalo González Arroyo, el administrador, no se anduvo con rodeos: "El impacto social es muy fuerte, porque nosotros siempre hemos sido una emisora profundamente regional desde nuestros inicios". Es que Radio San Carlos no es solo música y noticias; es parte de la identidad de toda una región. ¿Cuántos recuerdan las tardes escuchando los noticieros y comentando los acontecimientos con los vecinos?
Pero la bronca no es solo sentimental; hay pura plata en juego. Agencias de publicidad, pequeños comerciantes, todos dependían de esa conexión directa con la comunidad. Si la radio desaparece, esos negocios se van al caño. "Si al final le dicen a uno 'ya usted no suena en la Zona Norte', probablemente una agencia o un cliente dirá: 'vamos por redes sociales, ¿para qué pagarle a alguien más?'", lamentaba González. Ya ven, una maraña de consecuencias.
Más encima, la crisis golpea directamente el bolsillo de los trabajadores. Radio San Carlos ya había sufrido recortes por culpa de la pandemia, pero ahora la situación se agrava. “Tendremos que hacer otra reestructuración, al menos de unas cuatro personas. Debemos empezar a analizar qué podemos mantener y a quiénes, lamentablemente, ya no podríamos sostener”. ¡Qué carga tener que despedir compañeros!
Mientras tanto, la Cámara Nacional de Radio está peleando el tema legalmente. Hay una demanda en curso buscando revertir la situación, esperando que la justicia les dé la razón y les permita seguir transmitiendo por otros veinte años. Pareciera que están agarrándole la vaca de las astas, pero aún queda esperanza, diay.
Lo que más preocupa es que esta historia podría repetirse en otras regiones del país. Si las emisoras locales no tienen las herramientas necesarias para competir en este nuevo escenario tecnológico, corremos el riesgo de perder esa riqueza cultural y esa cercanía con la comunidad. Las ondas radiales son más que señales; son puentes que conectan a la gente, y cortarlas es un daño irreparable. En fin, la tecnología avanza y hay que adaptarse, pero sin dejar atrás nuestras raíces.
Esto pinta complicado, maes. ¿Creen que el Estado debería intervenir para garantizar la supervivencia de las emisoras comunitarias y asegurar el acceso a la información en todas las zonas del país, o deberían dejarse llevar por las fuerzas del mercado? ¡Compártanme sus opiniones en el foro!