Sin embargo, en 1997, un equipo de científicos encabezado por el doctor Leoncio Garza-Valdés logró demostrar que los exámenes por radiocarbono 14 de la Sábana Santa de Turín realizados en 1988 por los laboratorios de las Universidades de Oxford y Arizona y el Instituto Federal de Tecnología de Suiza, que la databan entre los siglos XIII y XIV, habían sido corrompidos por la presencia de un material bioplástico de origen microbiano en la tela analizada.
[2] A raíz de ese descubrimiento, el Vaticano decidió encomendar al doctor Garza-Valdés la realización del primer estudio exhaustivo del ADN conservado en la Síndone, al cabo del cual el científico, fundador de la arqueomicrobiología, concluyó que, dadas las características del sujeto a quien perteneciera la sangre analizada, así como la antigüedad de la muestra, el Sudario de Turín bien pudo haber sido el lienzo mortuorio de Jesús de Nazaret.
[3]
En 2005, el químico estadounidense Raymond Rogers concluyó que las pruebas realizadas en 1988 no habían sido hechas sobre una muestra genuina del lienzo original del Sudario sino en en un parche recosido del mismo y añadido con posterioridad.
[4] Esos resultados fueron corroborados en 2008 por Robert Villarreal
[5] y M. Sue Benford y Joseph G. Marino en
Chemistry Today[6