¡Ay, Dios mío! Esto sí que cayó pelao. Imagínate, te estás preparando para agarrar el primer vuelo a Miami, y resulta que el espacio aéreo está clausurado. ¡Qué torta! La Dirección General de Aviación Civil tuvo que ponerle pausa a todos los vuelos tanto de entrada como de salida en todo el país, dejando a miles de personas varadas y con planes a medio hacer. Según nos dicen, esto arrastrándose desde las cinco de la mañana, y la promesa es que se solucionará antes del mediodía, pero bueno… ya saben cómo andan estas cosas por acá.
La bronca, aparentemente, viene de un fallo técnico en los sistemas de control de tráfico aéreo. Resulta que perdieron la conexión con los radares, esos aparatos que ayudan a guiar los aviones por estos cielos. Un despiche tremendo, porque sin eso, volar es como andar ciego. Este tipo de incidentes, aunque poco frecuentes, siempre nos recuerdan que dependemos mucho de la tecnología y que, a veces, las cositas se van al traste sin previo aviso. Las autoridades todavía no han dado muchos detalles sobre qué causó exactamente el problema, pero prometen investigar a fondo para evitar que se vuelva a repetir.
Como era de esperarse, el Aeropuerto Internacional Juan Santamaría (AIJS) y la terminal aérea de Liberia, conocida como Daniel Oduber Quirós, fueron los más afectados. Miles de viajeros quedaron varados, algunos con conexiones urgentes que ahora parecen imposibles de cumplir. Las salas de espera se llenaron de gente frustrada y buscando respuestas, mientras los funcionarios intentaban mantener el orden y ofrecer información actualizada, aunque limitada. Y no solo afectó a los pasajeros nacionales, también impactó a vuelos internacionales que tenían Costa Rica como destino final o escala.
Lizeth Valverde, gerente de operaciones del Aeropuerto de Guanacaste, nos contó que el vuelo de Alaska Airlines AS1372, procedente de Los Ángeles con unos 140 pasajeros a bordo, tuvo que ser desviado a Guatemala. “Estamos trabajando coordinadamente con las aerolíneas para reestablecer las operaciones tan pronto como sea posible”, declaró Valverde, aunque admitió que la incertidumbre seguía siendo alta. Esto pinta feo para el turismo, un sector vital para nuestra economía, especialmente en plena temporada alta, cuando tenemos a turistas de todas partes ansiosos por disfrutar nuestras playas y volcanes.
Pero no todo es negativo en esta vara. Ante esta crisis, hemos visto cómo diferentes instituciones y empresas se unen para brindar apoyo a los viajeros afectados. Hoteles cercanos a los aeropuertos han ofrecido habitaciones a precios especiales, restaurantes han extendido sus horarios, y voluntarios han estado ayudando a distribuir comida y agua. Es increíble cómo, ante la adversidad, la gente se une para echarse una mano. Se ha activado el plan de contingencia nacional, y se están movilizando recursos para minimizar el impacto de esta situación.
Este incidente levanta muchas preguntas sobre la infraestructura tecnológica del país. ¿Hemos invertido lo suficiente en modernización y mantenimiento de nuestros sistemas de control aéreo? ¿Estamos preparados para afrontar situaciones similares en el futuro? Muchos expertos señalan que la falta de inversión crónica en tecnología puede dejarnos vulnerables a estos tipos de fallos, que pueden tener consecuencias económicas y sociales significativas. Además, plantea interrogantes sobre la seguridad aérea y la necesidad de reforzar los protocolos de emergencia.
Lo que pasa hoy pone en evidencia la importancia de contar con sistemas redundantes y planes de respaldo sólidos para garantizar la continuidad de las operaciones aéreas. No podemos depender exclusivamente de una única fuente de energía o un único sistema de control. Además, es fundamental capacitar al personal de manera constante y realizar simulacros periódicos para estar preparados para cualquier eventualidad. La seguridad de los pasajeros y el buen funcionamiento de la industria turística dependen de ello. Será importante ver qué medidas tomarán las autoridades luego de solucionar este brete.
Ahora bien, con todo este caos, me pregunto… ¿Cómo creen que debemos priorizar las inversiones en infraestructura tecnológica para evitar que estos incidentes se vuelvan comunes en nuestro país? ¿Deberíamos buscar colaboraciones internacionales para fortalecer nuestros sistemas de control aéreo o apostar por soluciones propias desarrolladas por ingenieros costarricenses?
La bronca, aparentemente, viene de un fallo técnico en los sistemas de control de tráfico aéreo. Resulta que perdieron la conexión con los radares, esos aparatos que ayudan a guiar los aviones por estos cielos. Un despiche tremendo, porque sin eso, volar es como andar ciego. Este tipo de incidentes, aunque poco frecuentes, siempre nos recuerdan que dependemos mucho de la tecnología y que, a veces, las cositas se van al traste sin previo aviso. Las autoridades todavía no han dado muchos detalles sobre qué causó exactamente el problema, pero prometen investigar a fondo para evitar que se vuelva a repetir.
Como era de esperarse, el Aeropuerto Internacional Juan Santamaría (AIJS) y la terminal aérea de Liberia, conocida como Daniel Oduber Quirós, fueron los más afectados. Miles de viajeros quedaron varados, algunos con conexiones urgentes que ahora parecen imposibles de cumplir. Las salas de espera se llenaron de gente frustrada y buscando respuestas, mientras los funcionarios intentaban mantener el orden y ofrecer información actualizada, aunque limitada. Y no solo afectó a los pasajeros nacionales, también impactó a vuelos internacionales que tenían Costa Rica como destino final o escala.
Lizeth Valverde, gerente de operaciones del Aeropuerto de Guanacaste, nos contó que el vuelo de Alaska Airlines AS1372, procedente de Los Ángeles con unos 140 pasajeros a bordo, tuvo que ser desviado a Guatemala. “Estamos trabajando coordinadamente con las aerolíneas para reestablecer las operaciones tan pronto como sea posible”, declaró Valverde, aunque admitió que la incertidumbre seguía siendo alta. Esto pinta feo para el turismo, un sector vital para nuestra economía, especialmente en plena temporada alta, cuando tenemos a turistas de todas partes ansiosos por disfrutar nuestras playas y volcanes.
Pero no todo es negativo en esta vara. Ante esta crisis, hemos visto cómo diferentes instituciones y empresas se unen para brindar apoyo a los viajeros afectados. Hoteles cercanos a los aeropuertos han ofrecido habitaciones a precios especiales, restaurantes han extendido sus horarios, y voluntarios han estado ayudando a distribuir comida y agua. Es increíble cómo, ante la adversidad, la gente se une para echarse una mano. Se ha activado el plan de contingencia nacional, y se están movilizando recursos para minimizar el impacto de esta situación.
Este incidente levanta muchas preguntas sobre la infraestructura tecnológica del país. ¿Hemos invertido lo suficiente en modernización y mantenimiento de nuestros sistemas de control aéreo? ¿Estamos preparados para afrontar situaciones similares en el futuro? Muchos expertos señalan que la falta de inversión crónica en tecnología puede dejarnos vulnerables a estos tipos de fallos, que pueden tener consecuencias económicas y sociales significativas. Además, plantea interrogantes sobre la seguridad aérea y la necesidad de reforzar los protocolos de emergencia.
Lo que pasa hoy pone en evidencia la importancia de contar con sistemas redundantes y planes de respaldo sólidos para garantizar la continuidad de las operaciones aéreas. No podemos depender exclusivamente de una única fuente de energía o un único sistema de control. Además, es fundamental capacitar al personal de manera constante y realizar simulacros periódicos para estar preparados para cualquier eventualidad. La seguridad de los pasajeros y el buen funcionamiento de la industria turística dependen de ello. Será importante ver qué medidas tomarán las autoridades luego de solucionar este brete.
Ahora bien, con todo este caos, me pregunto… ¿Cómo creen que debemos priorizar las inversiones en infraestructura tecnológica para evitar que estos incidentes se vuelvan comunes en nuestro país? ¿Deberíamos buscar colaboraciones internacionales para fortalecer nuestros sistemas de control aéreo o apostar por soluciones propias desarrolladas por ingenieros costarricenses?