¡Ay, pata! Parece que el 2026 viene con una mezcla rara de café – bueno, de sensaciones económicas, digámoslo así. Según los expertos del Mercado de Valores, estamos caminando por una cuerda floja con la fiscalidad, y eso puede afectar nuestro bolsillo y el futuro del país. La cosa es que sí, hemos avanzado, pero también tenemos algunos chinacos que resolver, porque si no, nos podemos ir al traste, ¿me entienden?
Mira, te explico cómo va el asunto. Tenemos la deuda bajo control, por debajo del 60% del Producto Interno Bruto, lo cual es un alivio, un respiro. Eso significa que cumplimos con la regla fiscal, ¡qué chiva! Pero hay un pero bien grande: los ingresos del gobierno no andan a toda marcha. De hecho, apenas crecieron un poquito más del 2%, comparado con el año pasado. ¿Y qué significa esto? Pues que la reforma fiscal del 2018, esa que tanto comentamos, parece que ya dio de qué hablar, ya se le acabó el aguacate.
Pablo González, de Mercado de Valores, nos dice que la cosa está complicada. Después de un buen repunte en 2021, impulsado precisamente por esa reforma, las tasas de crecimiento se fueron debilitando. Además, el tipo de cambio jugó sus trapasos, afectando las ganancias de las empresas y, por ende, la recolección de impuestos. Es como si nos estuvieran poniendo trabas constantemente. El Régimen Definitivo, que aporta la mayoría de los ingresos, no está creciendo al ritmo de la economía, y ahí es donde tenemos que ponerle atención.
Entonces, ¿qué debemos hacer? Bueno, los expertos dicen que toca modernizar el sistema tributario, meterle turbo a la tecnología y atacar frontalmente la evasión. No podemos seguir perdiendo plata por las rendijas, porque necesitamos esos recursos para invertir en educación, salud y otras cosas importantes para el país. Tenemos que salir del letargo y ponernos las pilas, señores.
Ahora, hablando del gasto, parece que tenemos un poquito más de espacio para maniobrar, gracias a que la deuda está controlada. Pero ojo, no nos confíemos. El gasto corriente sigue siendo muy rígido, es como tener una camisa de fuerza, y la inversión pública anda bastante floja. Necesitamos encontrar un equilibrio, gastar inteligentemente y priorizar proyectos que realmente beneficien a la población, no más mamarrachos ni despilfarros, ¡ni modo!
Lo fundamental, según los analistas, es mantener un balance primario positivo, es decir, que los ingresos sean mayores que los gastos, sin contar los intereses de la deuda. Actualmente, ese indicador está en 1.3% del PIB, pero está bajando, así que toca cuidarlo como si fuera nuestra última Vara. Si perdemos ese equilibrio, podríamos volver a caer en problemas financieros y las cosas se pondrían feas, ¡vamos a estar salados!
Y claro, siempre hay riesgos acechando. Como el tipo de cambio, por ejemplo. Si el colón se devalúa demasiado frente al dólar, la deuda externa en colones se encarecería y la relación deuda/PIB subiría como la espuma. Imagínate, una pequeña devaluación superior al 5% nos podría mandar directamente al escenario más restrictivo de la regla fiscal. ¡Qué despiche! También una desaceleración en las exportaciones afectaría el crecimiento del PIB y complicaría aún más las cosas.
En resumen, el 2026 promete ser un año desafiante. Tendremos que mantener la disciplina, fortalecer los ingresos, mejorar la calidad del gasto y estar atentos a los riesgos. La interacción de todos estos elementos será decisiva para preservar la estabilidad fiscal y no echar a perder los avances que hemos logrado hasta ahora. Pero dígame usted, ¿cree que el gobierno logrará equilibrar la balanza fiscal sin afectar los servicios básicos esenciales para la gente o seguimos encaminados a una crisis económica? Déjeme saber su opinión en el foro, ¡me interesa mucho escucharla!
Mira, te explico cómo va el asunto. Tenemos la deuda bajo control, por debajo del 60% del Producto Interno Bruto, lo cual es un alivio, un respiro. Eso significa que cumplimos con la regla fiscal, ¡qué chiva! Pero hay un pero bien grande: los ingresos del gobierno no andan a toda marcha. De hecho, apenas crecieron un poquito más del 2%, comparado con el año pasado. ¿Y qué significa esto? Pues que la reforma fiscal del 2018, esa que tanto comentamos, parece que ya dio de qué hablar, ya se le acabó el aguacate.
Pablo González, de Mercado de Valores, nos dice que la cosa está complicada. Después de un buen repunte en 2021, impulsado precisamente por esa reforma, las tasas de crecimiento se fueron debilitando. Además, el tipo de cambio jugó sus trapasos, afectando las ganancias de las empresas y, por ende, la recolección de impuestos. Es como si nos estuvieran poniendo trabas constantemente. El Régimen Definitivo, que aporta la mayoría de los ingresos, no está creciendo al ritmo de la economía, y ahí es donde tenemos que ponerle atención.
Entonces, ¿qué debemos hacer? Bueno, los expertos dicen que toca modernizar el sistema tributario, meterle turbo a la tecnología y atacar frontalmente la evasión. No podemos seguir perdiendo plata por las rendijas, porque necesitamos esos recursos para invertir en educación, salud y otras cosas importantes para el país. Tenemos que salir del letargo y ponernos las pilas, señores.
Ahora, hablando del gasto, parece que tenemos un poquito más de espacio para maniobrar, gracias a que la deuda está controlada. Pero ojo, no nos confíemos. El gasto corriente sigue siendo muy rígido, es como tener una camisa de fuerza, y la inversión pública anda bastante floja. Necesitamos encontrar un equilibrio, gastar inteligentemente y priorizar proyectos que realmente beneficien a la población, no más mamarrachos ni despilfarros, ¡ni modo!
Lo fundamental, según los analistas, es mantener un balance primario positivo, es decir, que los ingresos sean mayores que los gastos, sin contar los intereses de la deuda. Actualmente, ese indicador está en 1.3% del PIB, pero está bajando, así que toca cuidarlo como si fuera nuestra última Vara. Si perdemos ese equilibrio, podríamos volver a caer en problemas financieros y las cosas se pondrían feas, ¡vamos a estar salados!
Y claro, siempre hay riesgos acechando. Como el tipo de cambio, por ejemplo. Si el colón se devalúa demasiado frente al dólar, la deuda externa en colones se encarecería y la relación deuda/PIB subiría como la espuma. Imagínate, una pequeña devaluación superior al 5% nos podría mandar directamente al escenario más restrictivo de la regla fiscal. ¡Qué despiche! También una desaceleración en las exportaciones afectaría el crecimiento del PIB y complicaría aún más las cosas.
En resumen, el 2026 promete ser un año desafiante. Tendremos que mantener la disciplina, fortalecer los ingresos, mejorar la calidad del gasto y estar atentos a los riesgos. La interacción de todos estos elementos será decisiva para preservar la estabilidad fiscal y no echar a perder los avances que hemos logrado hasta ahora. Pero dígame usted, ¿cree que el gobierno logrará equilibrar la balanza fiscal sin afectar los servicios básicos esenciales para la gente o seguimos encaminados a una crisis económica? Déjeme saber su opinión en el foro, ¡me interesa mucho escucharla!
