¡Ay, Dios mío! Aquí vamos otra vez, justo cuando pensábamos que la cosa andaba echándole ganas. Resulta que el Ministerio de Hacienda nos acaba de soltar una bomba: a partir del primero de enero, si ganas más de ¢918 mil, vas a tener quele tirar más plata al erario. Sí, aunque la inflación haya dado un frenazo, nosotros seguimos pagando, y hasta un poquito más. Esto me huele a chamaco, díganme ustedes.
La jugada es simple: la ley dice que los tramos del impuesto sobre la renta se ajustan según el Índice de Precios al Consumidor (IPC). Pues resulta que este año tuvimos una inflación negativa, digo yo, lo cual debería significar que nos ahorramos unos cuantos lulos, pero no precisamente. Con un -0,38% en octubre, Hacienda tuvo que hacer ajustes, y esos ajustes, queridos amigos, nos salen caros a nosotros los asalariados.
Como bien recordaremos del año pasado, cuando la inflación se disparó como cohete, el gobierno tuvo que subir el techo de la base exenta para aliviar la situación. Era una medida para compensar el aumento generalizado de los precios. Pero ahora, con la calma chicha en los precios, parece que la fórmula matemática nos da una patada en el trasero fiscal. Es un verdadero chinchorreo de cómo las cosas pueden cambiar rápido.
Hagamos cuentas para que se haga la idea. Si ganabas ¢921 mil en 2025, te librabas de pagar renta. Ahora, al superar los ¢918 mil, tendrás que declarar sobre ese excedente. No es mucho, sí, unos ¢300 más al mes, pero multiplicado por todos los que ganamos un poquito más de eso, se acumulan. Para aquellos que ya estábamos pagando, el ajuste implica alrededor de ¢400 más mensuales en la retención. Una vara más que agregarle a la cuesta de enero, ¿eh?
Y ni hablar de los trabajadores independientes, esos que se rifan a palo seco como abogados, médicos o consultores. Para ellos, la vara también se movió. Ahora tendrán que empezar a tributar si sus ingresos anuales superan los ¢6.244.000 (promedio de ¢520.000 al mes). ¡Parece que ni trabajando como burro nos salvamos!
Pero ojo, que no todo está perdido. Existe una opción legal para mitigar el golpe, y es echarle mano a la Pensión Complementaria Voluntaria. Según la experta tributaria Silvia Castro, los aportes a estas pensiones son deducibles de la base imponible, siempre y cuando no superen el 10% de nuestro salario bruto. Así que si estás apenas cruzando la línea de la obligación tributaria, podrías considerar invertir en tu futuro y, al mismo tiempo, ahorrarte unos luvitos en el impuesto.
Esto significa que desde el 2023 hemos visto una caída constante en el límite exento, casi un 2,44% acumulado. Lo que confirma que la deflación, que suena tan bonita, no siempre trae beneficios para el bolsillo del trabajador. Es la pura verdad, mi pana. Parece que Hacienda siempre encuentra la manera de sacarle canasta, incluso cuando los precios están más tranquilos. Nos metieron en un brete, realmente.
En fin, un nuevo año, nuevos desafíos económicos. ¿Será que estos ajustes tributarios nos obligarán a replantearnos nuestras finanzas personales o a buscar alternativas para optimizar nuestros ingresos? Dígame usted, ¿qué medidas tomarán para afrontar este nuevo escenario económico y evitar que nos lleven al chancho?
La jugada es simple: la ley dice que los tramos del impuesto sobre la renta se ajustan según el Índice de Precios al Consumidor (IPC). Pues resulta que este año tuvimos una inflación negativa, digo yo, lo cual debería significar que nos ahorramos unos cuantos lulos, pero no precisamente. Con un -0,38% en octubre, Hacienda tuvo que hacer ajustes, y esos ajustes, queridos amigos, nos salen caros a nosotros los asalariados.
Como bien recordaremos del año pasado, cuando la inflación se disparó como cohete, el gobierno tuvo que subir el techo de la base exenta para aliviar la situación. Era una medida para compensar el aumento generalizado de los precios. Pero ahora, con la calma chicha en los precios, parece que la fórmula matemática nos da una patada en el trasero fiscal. Es un verdadero chinchorreo de cómo las cosas pueden cambiar rápido.
Hagamos cuentas para que se haga la idea. Si ganabas ¢921 mil en 2025, te librabas de pagar renta. Ahora, al superar los ¢918 mil, tendrás que declarar sobre ese excedente. No es mucho, sí, unos ¢300 más al mes, pero multiplicado por todos los que ganamos un poquito más de eso, se acumulan. Para aquellos que ya estábamos pagando, el ajuste implica alrededor de ¢400 más mensuales en la retención. Una vara más que agregarle a la cuesta de enero, ¿eh?
Y ni hablar de los trabajadores independientes, esos que se rifan a palo seco como abogados, médicos o consultores. Para ellos, la vara también se movió. Ahora tendrán que empezar a tributar si sus ingresos anuales superan los ¢6.244.000 (promedio de ¢520.000 al mes). ¡Parece que ni trabajando como burro nos salvamos!
Pero ojo, que no todo está perdido. Existe una opción legal para mitigar el golpe, y es echarle mano a la Pensión Complementaria Voluntaria. Según la experta tributaria Silvia Castro, los aportes a estas pensiones son deducibles de la base imponible, siempre y cuando no superen el 10% de nuestro salario bruto. Así que si estás apenas cruzando la línea de la obligación tributaria, podrías considerar invertir en tu futuro y, al mismo tiempo, ahorrarte unos luvitos en el impuesto.
Esto significa que desde el 2023 hemos visto una caída constante en el límite exento, casi un 2,44% acumulado. Lo que confirma que la deflación, que suena tan bonita, no siempre trae beneficios para el bolsillo del trabajador. Es la pura verdad, mi pana. Parece que Hacienda siempre encuentra la manera de sacarle canasta, incluso cuando los precios están más tranquilos. Nos metieron en un brete, realmente.
En fin, un nuevo año, nuevos desafíos económicos. ¿Será que estos ajustes tributarios nos obligarán a replantearnos nuestras finanzas personales o a buscar alternativas para optimizar nuestros ingresos? Dígame usted, ¿qué medidas tomarán para afrontar este nuevo escenario económico y evitar que nos lleven al chancho?